Retrospectiva de Juan Muñoz en la Tate Modern

España sigue a la conquista de Londres. Si hace unos días Norman Foster y señora ejercían de anfitriones en su casa para promocionar ARCO, ahora el «sancta sanctorum» del arte contemporáneo, la Tate Modern de Londres, que dirige un español, expone la obra de un artista patrio. Spain is different... pero ya menos. Hace siete años, un madrileño ponía una pica en la Tate. A sus 48 años, Juan Muñoz tomaba el relevo de Louise Bourgeois en las «Unilever Series» de la Sala de Turbinas y creaba la que para muchos es su obra más rotunda, «Double Bind». Pero nadie contaba con que su meteórica carrera se truncaría tan sólo unos meses después de rozar la gloria. Los aneurismas de esófago no entienden de genios y uno de ellos segó su corta pero intensa vida en agosto de 2001 en su casa de Ibiza. Ahora la historia ha vuelto a reunir de nuevo a la nonagenaria «spider woman», la anciana más joven del mundo del arte, y al joven más maduro de su generación. El domingo se cerraba una estupenda muestra de Bourgeois en la cuarta planta de la Tate Modern y ayer volvía a tomar el testigo Juan Muñoz unos metros más allá.

Juan Muñoz, en la Tate Modern, pocos meses antes de morir

Es la primera gran retrospectiva de este artista en Europa tras su muerte (en Estados Unidos hubo una póstuma que itineró por los principales centros del país). Coproducida por la Tate y la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (Seacex), se han reunido unas setenta piezas, que abarcan toda su trayectoria. Hay obras muy conocidas y espectaculares, como «Many Times» (un centenar de figuras con rostros asiáticos que conversan y sonríen), «Sara con mesa de billar», «Conversation Piece» o «The Prompter», ambas de la galería Marian Goodman de Nueva York. Estas dos últimas podrían incorporarse en breve a las tres piezas de Juan Muñoz que ya posee la Tate Modern en su colección. Así lo anunció ayer su director, el español Vicente Todolí. La segunda es una donación del consejo asesor creado para velar por el legado de Juan Muñoz tras su muerte. Para la compra de la primera, Todolí está buscando financiación.

Bilbao, Oporto... ¿y Madrid?

También adelantó que muy posiblemente «Double Bind» pueda incorporarse a esta muestra cuando visite el Guggenheim de Bilbao en mayo (sería la segunda vez que se viera). En octubre viajará a la Fundación Serralves de Oporto, y hay muchas posibilidades de que culmine la itinerancia en el Museo Reina Sofía. Será una de las primeras decisiones de Borja-Villel como nuevo director. A la pregunta de por qué no se cerró con Ana Martínez de Aguilar el proyecto, Todolí zanjó cualquier polémica con un «no hablemos del pasado». Se supone que no entraba en los planes de la ex directora del CARS, quien por cierto nunca adquirió obra de Juan Muñoz. Las dos obras que tiene el museo de este artista («I saw it in Verona» y «Plaza (Madrid)») las compraron María Corral y José Guirao. El ministro de Cultura, que ayer por la mañana visitaba la exposición, dice que no es decisión suya que se vea o no en el Reina Sofía: «Está en manos de Borja-Villel y del Patronato, pero me gustaría que sí fuese finalmente». Para César Antonio Molina, es «un honor» que un español dirija la Tate Modern. Le pareció «magnífica» la exposición y mostró su deseo de que la Tate y el Reina Sofía colaboren aún más estrechamente que hasta ahora. También se barajó que esta retrospectiva se viera en el nuevo CaixaForum Madrid (según Todolí no pudo ser por problemas de espacio, pues son 1.250 metros cuadrados de exposición) y en el Macba (no cuadraron las fechas). ¿Por qué tantos problemas para que exponga en España uno de nuestros artistas más internacionales? Resulta difícil de entender.

Se ha querido buscar una mirada nueva a la obra de Juan Muñoz y por ello se ha escogido como comisaria a Sheena Wagstaff, que nunca trabajó con el artista. El resultado es una retrospectiva muy sólida (más contundente a medida que se avanza por las 14 salas de la cuarta planta), que puede verse hasta el 27 de abril. Una lástima que el recorrido se corte con tres salas más en la tercera planta, pues rompe el discurso. Hay piezas incluso repartidas por la cafetería (como la genial «Two Seated on the Wall») y el vestíbulo. Los balcones y escaleras de su primera época dan paso a sus gabinetes de curiosidades y sus enigmáticas figuras, que hablan, escuchan tras las paredes, observan, se esconden...

Dos de ellas giran colgadas del techo en una sala con una fantástica vista de Londres al fondo. Menos conocidos resultan sus enigmáticos «Raincoat Drawings», realizados con carboncillo blanco sobre tela de gabardina ennegrecida y en los que aborda interiores domésticos. No faltan sus juegos de espejos y sus enanos (reminiscencias velazqueñas), sus laberintos borgianos, sus homenajes literarios (una serie dedicada a Conrad), su pasión por la arquitectura... Juan Muñoz es tan barroco como contemporáneo. El arte, dice Todolí, es una carretera que no tiene un solo sentido, sino muchas desviaciones. Y Juan Muñoz las tomó todas. Su obra, añade el director de la Tate Modern, sigue muy viva: «Forma parte ya de la memoria histórica de este museo. Ahí está «Double Bind», su «capilla sixtina» y obra cumbre de su carrera. Pero su trabajo nos sigue sorprendiendo».

Una cena en el museo con 150 invitados (además de numerosos familiares, acudieron de España Paloma Botín, Plácido Arango, Miguel Zugaza, María Corral, Carmen Giménez, Pepe Cobo, José Guirao, Gloria Moure, Juan Ignacio Vidarte...) puso el broche de oro a este emotivo regreso de Juan Muñoz a la Tate Modern.

Natividad Pulido (Londres), Juan Muñoz revive en la Tate Modern, ABC, miércoles, 23 de enero de 2008

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El martes, un puñado de amigos y familiares de Juan Muñoz celebraron una cena privada en un restaurante de Londres. La idea partió de Marian Goodman, cuya galería en Nueva York representa la obra de Juan Muñoz y también de la que fue su mujer, Cristina Iglesias, a la que acompañaron James Lingwood, Pepe Cobo, Vicente Todolí... Anoche, hubo otra cena en honor a Juan Muñoz, pero esta vez oficial y en la Tate Modern.

Han pasado casi siete años de su muerte y sus más cercanos le recuerdan con adoración. Cuando Vicente Todolí fue nombrado director de la Tate Modern meses después de la muerte del artista, confesaba a ABC: «Antes que yo, mi gran amigo Juan Muñoz puso el arte español en lo más alto» con la obra «Double Bind» en la Sala de las Turbinas, «una de las mejores de su carrera». Ahora, Todolí tiene la oportunidad de rendirle un homenaje póstumo a su gran amigo con esta estupenda retrospectiva.

Múltiples lecturas

De él destaca «la energía que ponía en todo lo que hacía, tanto en su obra, como con sus amigos y en la relación con otros artistas. La suya fue siempre una búsqueda de lo desconocido, aunque resultasen facetas incómodas». Subraya Todolí que hubo bastantes cambios de dirección en su trabajo: «Nunca se contentaba. Su obra es muy rica y variada. Juan decidió ampliar los campos de la escultura. Del minimal y el posminimal pasó a defender la figuración, que entonces era casi como un pecado». Siempre con una actitud subversiva, «hay mucho de misterio en sus esculturas, múltiples lecturas», advierte el director de la Tate Modern.

Para el galerista Pepe Cobo, esta muestra «está cargada de emoción». Conoció a Juan Muñoz en el año 86: «Le invité a una exposición colectiva en Sevilla y, a partir de ahí, conectamos enseguida. Éramos de la misma generación. Nos llevábamos unos meses. Ambos éramos dicharacheros, aventureros... Profesionalmente, trabajamos más cerca desde el 97. Era una persona genial, con un poder de improvisación muy grande; un inventor de situaciones. Era una persona divertida, seductora, con una rebeldía permanente, combativo al máximo. Tuvo que hacerse la carrera él solo. Le interesaba todo: la economía, los deportes... Era muy del mundo, universal, pero siempre fue un gran defensor de España. Se sentía muy español».

También tuvo la oportunidad de tratar a Juan Muñoz, tanto personal como profesionalmente, José Guirao. Lo conoció en Sevilla a finales de los 80 y, siendo director del Reina Sofía, su relación fue más estrecha. En 1996 organizó en el Palacio de Velázquez una importante exposición de Juan Muñoz. Le recuerda como «un hombre apasionado por su trabajo, que se imponía una gran autoexigencia; comprometido, siempre evolucionando... Era un inconformista. Se retaba a sí mismo constantemente, siempre estaba planteándose nuevos retos. Juan era una persona de una inteligencia muy brillante, muy intuitivo... Tenía mucha chispa, era muy rápido pensando, ordenando ideas. Creaba dentro del espacio nuevos espacios. En «Double Bind» dominó el espacio de la Tate de manera impecable. Se murió en un momento clave de su evolución». Guirao celebró una segunda muestra de Juan Muñoz en 2005, esta vez ya sin él, en La Casa Encendida, que dirige en la actualidad. «La voz sola» reunía sus colaboraciones para la radio y piezas sonoras, como las que hizo con John Berger, otro de sus grandes amigos.

Natividad Pulido (Londres), Retrato de un artista genial, ABC, miércoles, 23 de enero de 2008

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Con sus enigmáticas figuras humanas que parecen vivas pero ausentes, Juan Muñoz (1953-2001) alcanzó el cénit de su carrera en la Tate Modern de Londres, que ahora homenajea al escultor español con su mayor retrospectiva en el Reino Unido.

Una escultura llamada 'figuras colgando', parte de la retrospectiva que le dedica la Tate Modern a Juan Muñoz / Afp / Leon Neal

Muñoz mantuvo un especial idilio con la Tate -un museo de arte moderno con el que, según dijo una vez, "todos los artistas del mundo sienten una cercanía emocional"- y con Londres, donde estudió arte y hasta trabajó de lavaplatos antes de alcanzar la fama. No en vano, su último y aclamadísimo trabajo, la espectacular instalación 'Double Bind', respondió a un encargo para ocupar la colosal Sala de Turbinas de la antigua central eléctrica a orillas del río Támesis que alberga a la galería.


"Aquí aún queda la memoria de 'Double Bind', que fue su obra más ambiciosa, tal vez la obra cumbre de su carrera. Fue su Capilla Sixtina", dijo hoy el director de la Tate Modern, el español Vicente Todolí, al aclarar que la falta de espacio ha impedido incluir en la retrospectiva esa enorme obra, de 155 metros de largo y 35 de alto.

'Double Bind', una estructura de varios niveles con retablos de inquietantes figuras, culminó la corta pero meteórica trayectoria de Muñoz, truncada a la edad de 48 años por una muerte repentina en agosto de 2001, dos meses después de la inauguración de ese trabajo.

Imagen de la escultura "Ventrílocuo mirando un doble interior', incluida en 'Juan Muñoz: Una retrospectiva'

Su súbito deceso sacudió al mundo del arte internacional, que ya le había acogido en el olimpo de los renovadores de la escultura figurativa contemporánea, merced a unas instalaciones con un denominador común: la ubicación de figuras humanas misteriosamente inquietantes en diversos entornos arquitectónicos específicos.

Con ese precedente tan emotivo como simbólico, la Tate Modern no ha dudado en rendir tributo a Muñoz con una gran retrospectiva que se presentó hoy a los medios de comunicación en presencia del ministro español de Cultura, César Antonio Molina.

La exposición, titulada sencillamente 'Juan Muñoz: Una retrospectiva' y muy aplaudida por la crítica británica, incluye más de 70 obras fundamentales del artista exhibidas en catorce salas. La muestra, que se abre al público mañana, jueves, y podrá visitarse hasta el 27 de abril, abarca sus famosas esculturas e instalaciones, los sonidos y elementos de algunas de sus 'performances', así como sus 'dibujos-gabardina' sobre espacios interiores domésticos.

Si en los años ochenta, Muñoz empieza representando escaleras, balcones y barandillas que, fuera de contexto, desafían la percepción del público, sus trabajos posteriores tendrán como protagonistas a desconcertantes enanos, muñecos de ventrílocuo y chinos sonrientes esculpidos en bronce, terracota o resina.

Esos monigotes pueden verse en 'Many Times' (1999), una de las obras más conocidas de las que se exhiben en la Tate, en la que nada menos que cien esculturas de personas de origen chino -todos calvos, grises, sonrientes y sin pies- invaden una amplia sala, en la que están aparentemente inmersos en animadas charlas.

La similitud de las figuras evoca una de las ilusiones ópticas de la percepción occidental, ya que "los chinos son como un truco visual", llegó a decir Muñoz, a la vez que tan abrumadora multitud convierte al espectador en un extraño completamente ajeno a su mundo.

Inspirado por la mirada que el pintor español Diego de Velázquez (1599-1660) dedicó a los enanos, Muñoz aborda este tema en obras como 'Dwarf with a box' (1988), que se puede apreciar en Londres y reproduce a un hombrecillo subido a una mesa con una caja. Esos trabajos, y muchos otros, demuestran que la obra de Muñoz "está muy viva" y "sigue sorprendiendo", comentó Todolí, al agregar que la Tate Modern adquirirá la obra 'The Prompter' (1988), que integra la muestra y será donada por los herederos del escultor.

Tras su estreno en Londres, la retrospectiva, coproducida por el museo londinense y la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX) de España, viajará en mayo al Guggenheim de Bilbao y en octubre recalará en el Museo Serralves de Oporto (Portugal).

La muestra también podría exhibirse el próximo año en el Museo Reina Sofía de Madrid, indicó el director de la Tate Modern, al confirmar las negociaciones para que esa institución pueda sumarse al periplo de la exposición. Sea como fuere, nadie duda de que Juan Muñoz, como opinó Vicente Todolí, "ya forma parte de la memoria histórica de la Tate Modern".

(EFE), El enigmático arte de Juan Muñoz reconquista la Tate Modern,
La Vanguardia, miércoles, 23 de enero de 2008