Robert Capa. Un mito español

Si se estudian los primeros años de Robert Capa, queda claro que un número extraordinario de circunstancias lo hicieron específicamente apto para fotografiar la Guerra Civil española. Casi podría parecer que la mano de la fatalidad le estuvo preparando constantemente para ese destino, y hasta dirigiéndolo hacia él. Ese conflicto, a su vez, resultó especialmente idóneo para desarrollar la personalidad de Capa como fotógrafo de guerra. Era una guerra en la que estaba en juego el futuro del mundo. Capa y otros que como él se pusieron de parte de la República española entendieron muy bien que si no se derrotaba al fascismo en España sería inevitable la guerra mundial (...)

Cuando Capa viajó por primera vez a España para fotografiar la Guerra Civil en 1936, hizo lo posible por localizar las divisiones anarcosindicalistas que combatían en las cercanías de Córdoba. El hombre que aparece en su famosa fotografía de un combatiente al que acababan de disparar -«Muerte de un miliciano»- llevaba una gorra con las iniciales CNT bordadas. Hay que añadir que las pruebas relacionadas con dicha fotografía respaldan abrumadoramente la verdad de que se trata de un documento no retocado, en el que se capta a un hombre llamado Federico Borrell García en el momento de morir en la batalla de Cerro Muriano, el 5 de septiembre de 1936 (...)

Lucien Vogel, director de la prestigiosa revista ilustrada francesa «Vu», se fijó en Capa y lo llamó para que se uniera a un equipo de periodistas que volarían a Barcelona para cubrir la Guerra Civil. El hecho crucial que distinguió la Guerra Civil española fue el enorme número de personas de todo el mundo que creían apasionadamente que si se conseguía derrotar a Franco -y derrotarlo significaba también derrotar a sus aliados Hitler y Mussolini-, el movimiento fascista internacional quedaría tan desacreditado que se hundiría, y de esa forma se evitaría la guerra mundial que tan claramente se cernía en el horizonte (...) Capa solía decir que no estaría dispuesto a arriesgar su vida cubriendo una guerra a no ser que amara a un bando y odiara al otro. En España, odiaba intensamente a los represivos y antisemitas fascismos, y amaba a la República no sólo por razones políticas, sino también porque los nuevos conocidos que hizo entre los partidarios de ésta tendieron a convertirse no en simples amigos, sino en hermanos o hermanas. Por ellos, y por la causa en la que todos creían tan ardientemente, Capa estuvo dispuesto a asumir grandes riesgos. Llevó su cámara al mismísimo frente de batalla, y allí captó imágenes extraordinariamente impactantes. Esa experiencia le llevó a dar su consejo más famoso a otros fotógrafos: «Si tus fotos no son suficientemente buenas, es que no estás suficientemente cerca». El hecho de que compartiera riesgos con los hombres y mujeres a los que fotografiaba le mereció la confianza y el respeto de estos, lo que le permitió conseguir imágenes íntimas y reveladoras que, de otra forma, no habría podido obtener.

Por hazañas como la que produjo la «Muerte de un miliciano», Capa consiguió una duradera fama de valiente. En una época en la que un fotógrafo tenía suerte si conseguía llegar a ser mencionado, el semanario francés «Regards» hablaba orgullosamente en la primera página del número publicado el 10 de marzo de 1936 de «Capa, nuestro enviado especial en Madrid». En el interior, los directores escribían: «Regards, queriendo dar a sus lectores una imagen fidedigna e irrefutable de la trágica vida de los madrileños, bombardeados por los fascistas, envió a uno de sus fotógrafos más cualificados y audaces a la capital española. Poniendo en peligro su vida, realizó una prodigiosa serie de documentos únicos». Yendo aún más allá, en diciembre de 1938, la prestigiosa revista británica «Picture Post» publicó once páginas de las fotografías de Capa sobre la Guerra Civil y lo proclamó «el mejor fotógrafo de guerra del mundo».

Además del consejo a menudo repetido de acercarse a la acción, Capa tenía otra norma igualmente importante y reveladora: «Sentir simpatía por las personas, y hacérselo saber». Ya fueran de soldados o de civiles, sus fotografías se caracterizan por la intimidad y la inmediatez, por la compasión y la empatía. Las imágenes que Capa tomó de Madrid durante la Guerra Civil dejan claro que empezaba a comprender que la verdad sobre la guerra no se encontraba sólo en el fragor de la batalla, sino también en las situaciones paralelas: en el rostro de los soldados que soportaban el frío, la fatiga y el tedio tras las líneas, y de los civiles estragados por el temor, el sufrimiento y la pérdida. A lo largo de su carrera, Capa fue principalmente fotógrafo de personas. Muchas de sus imágenes de guerra no constituyen tanto crónicas de los acontecimientos como estudios extraordinariamente comprensivos y compasivos de personas sometidas a tensiones extremas. Raramente fotografió a los muertos o a los gravemente heridos; por el contrario, se centraba en los supervivientes que seguían con su vida a pesar de las abrumadoras pérdidas y de la pasmosa destrucción: el triunfo del indómito espíritu humano. Naturalmente, la República española salió derrotada, y lo que siguió -la II Guerra Mundial- constituyó el cataclismo más terrible de la historia humana.

Con lo que había aprendido en España, Capa pasó a fotografiar el teatro europeo de ese conflicto, demostrándose muchas veces a sí mismo que merecía el título de «el mejor fotógrafo de guerra del mundo».

Un mito español, ABC, lunes, 28 de enero de 2008