Dalí, pintor de sueños imposibles
Pinceles, lienzo y óleo batido con yema de huevo. Con esos materiales se fabricaban los sueños cuando Salvador Dalí pintaba sus cuadros, delirios oníricos de una belleza tan impactante como inaprensible. El artista catalán era un histrión, una caricatura hiperbólica de suculento furor mercadotécnico. Sus obras arrasaron conciencias y chequeras, encumbrándolo a la cima artística de la edad contemporánea. Este viernes se cumplen 20 años del fallecimiento del único surrealista auténtico que jamás fue. Dos décadas sin su bendita locura, sus calculadas bravatas y aquel bigote en equilibrio con el viento. (Foto: Íñigo Ibáñez)
Figueras (Gerona), 1904: Salvador Dalí nace poco después de la muerte de Salvador Dalí. Es decir, al pintor surrealista le llamaron igual que a su hermano recién fallecido, de quien el artista escribió que se parecían "como dos gotas de agua". ¿Falta de imaginación u obsesión premonitoria? Dalí aseguraba que le dieron el nombre de Salvador "porque estaba destinado a ser el salvador de la pintura". (Foto: Museo del Juguete de Cataluña)
Criado en el seno de una familia acomodada, Dalí exhibe desde pequeño su insultante talento para el arte y su abrumadora autoestima. A los seis años, quería ser cocinera (en femenino), y a los siete, Napoleón. "Desde entonces, mi ambición no ha cesado de crecer". Para satisfacer esas ínfulas de genio, Dalí ingresa en 1921 en la Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). (Foto: Archivo Residencia de Estudiantes)
En la capital, Dalí se alojaría en la Residencia de Estudiantes, donde trabaría amistad con otros artistas como Luis Buñuel o Federico García Lorca. Con el primero colaboró en diferentes proyectos artísticos, como el emblemático filme surrealista 'Un perro andaluz'. Del poeta afirmó que había intentado sodomizarlo. Tal aseveración ilustraba el gusto de Dalí por la provocación y el escándalo. (Foto: Fundación García Lorca)
Un virtuoso como Dalí no tardaría en ser incomprendido por sus maestros, anclados en una fase que él ya había superado. Las inevitables fricciones resultarían en su expulsión de la Academia y el subsiguiente regreso a Cataluña. Apodado 'señor Patillas', Dalí se amarra los pinceles al cinto y en la localidad costera de Cadaqués comienza a explorar su propia identidad pictórica. Su fascinación por el torso femenino y los culos resulta evidente en cuadros como 'Muchacha en la ventana' (1925), cuya modelo es Ana María, hermana del propio Dalí. (Foto: Museo Reina Sofía)
En 1927, Dalí obtiene permiso paterno para continuar su formación en Francia. "Una vez en París, me revestiré de poder", auguraba. Una de sus primeras actividades en la capital gala fue visitar a su admirado Picasso. "Vengo a donde usted antes que al Louvre", le confesó al malagueño un Dalí insólitamente sumiso. "Y no se ha equivocado usted", fue la sagaz respuesta de Picasso. (Foto: Eddy Kelele)
El círculo surrealista no tardará en fijarse en Dalí. Era imposible obviar su extravagante personalidad y su violenta obra, cargada de guiños sexuales, escatológicos y ominosos. "Para mí, el erotismo tiene que ser siempre feo, lo estético divino y la muerte bella". El contacto con los surrealistas será clave en la vida de Dalí, esencialmente porque es entonces cuando conoce a Paul Éluard... y a su mujer, Gala. (Foto: El Mundo)
Flechazo. Amor a primera a vista. Cuando Dalí finaliza el retrato de Éluard, ya le ha robado a su esposa. El pintor, que siempre presumió de virginidad antes de conocer a Gala, sentía una pasión intelectualmente obscena por la joven rusa, cuyo verdadero nombre era Helena Devulina Diakanoff. 'El gran masturbador' (1929) documenta el primer encuentro entre ambos, cuando Dalí logró confesarle su amor entre risas nerviosas y con las rocas de Portlligat como paisaje de fondo. (Foto: Museo Reina Sofía)
Gala se convertiría en la musa de Dalí para la eternidad. Él, que se autoproclamaba "to-tal-men-te im-po-ten-te", se maravillaba de que hubiese irrumpido en su vida "una mujer de verdad, con pechos, cabellos y encías".
La influencia de Gala se haría evidente en la obra de Dalí, cuyos pinceles reproducen "imágenes superfinas y extrapictóricas de la irracionalidad concreta". Sus ilimitadas licencias a los caprichos de lo onírico le convierten en un artista tan controvertido como irresistible. En 1931 pinta 'La persistencia de la memoria', inspirado en un sueño de camembert derritiéndose. Para entonces, el universo ha comprendido que Dalí, sólo Dalí, es el Surrealismo puro.
El padre de Dalí, respetable notario, abominaba del estilo de vida que había adoptado su hijo. La bohemia artística y la 'liaison' con una mujer casada desbordaba su concepción de deber enraizada en la moral católica. No tardaría en consumarse la ruptura en el seno de la familia Dalí, un suceso que el pintor valoraba citando a Freud: "Héroe es aquel que se rebela contra la autoridad paterna y la doblega". (Foto: El Mundo)
La pérdida del apoyo paterno situaba al artista en una encrucijada económica. Dalí se propondría entonces "hacer llover oro del cielo". Para ello, crearía arte más allá de la pintura: diseñó objetos como un teléfono-bogavante, un sofá imitando los labios de Mae West, ropa con langostas y mayonesa para la modista Elsa Schiapparelli... Todo el mundo tildaba a Dalí de excéntrico, pero quizá esa fuese la clave. Todo el mundo hablaba de él. (Foto: Magnum)
Los comentarios en torno a Dalí se disparan cuando André Breton lo expulsa del cenáculo surrealista, escudándose en las presuntas simpatías fascistas del pintor. En realidad, Dalí era apolítico, aunque jamás negó su fascinación por la figura del Führer. "Para mí, Hitler tiene cuatro testículos y seis prepucios [...] Suscitaba en mí tal estado de éxtasis gustativo, lechoso, nutritivo y wagneriano que hacía palpitar violentamente mi corazón [...] Hitler no me atraía más que como objeto de mi delirio, y porque se me antojaba como un personaje de un valor catastrófico incomparable". (Foto: 'El enigma de Hitler')
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Dalí y Gala se trasladaron en EEUU. Y la personalidad irreverente y vanidosa del artista catalán le permitió conquistar el sueño americano. En 1936 ya había sido portada de ‘Time’, y durante su estancia en Nueva York amasó una fortuna gracias a los infinitos encargos que recibía y a sus colaboraciones en el mundo del cine con Walt Disney o Alfred Hithcock.
Dalí se convirtió además en el precursor del 'pop art', incluyendo botellas de Coca-Cola en sus cuadros 20 años antes que su amigo Andy Warhol (a la derecha en la imagen). Su obsesivo materialismo le valió el apelativo de 'Avida Dollars', un anagrama de su propio nombre inventado por su antagonista André Breton. Dalí se burlaba por su parte de quienes desdeñaban el aroma del dinero, como por ejemplo de Picasso. "Picasso es comunista. Yo tampoco". (Foto: C. Makos)
Dalí regresó a Europa en 1949, pero no se instalaría definitivamente en Cataluña hasta 1981. A lo largo de esas décadas, continuó creando obras sublimes de imaginación sobrecogedora, rigiéndose por las reglas de lo paranoico-crítico, "un método de conocimiento irracional, basado en la asociación interpretativo-crítica de fenómenos delirantes".
Gala, inspiradora del arte que Dalí arrancaba de las entrañas de Morfeo, falleció en 1982. La pérdida de la mujer a la que había venerado hizo mella en la salud del artista. Además, un incendio declarado en su habitación le provocó graves quemaduras en 1984. Se descubrió entonces que Dalí estaba desnutrido y pesaba apenas 45 kilos. (Foto: Roger Viollet)
Dalí fallecería finalmente el 23 de enero de 1989. Se apagaba una de las estrellas más refulgentes del siglo XX, uno de los artistas más extravagantes y geniales nunca recordados. Sus crípticas palabras, su 'look' atrevido y sus cuadros delirantes evocaban la figura de un exquisito demente. Pero como el propio Dalí explicó, "la única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco". (Foto: Amado Jover)
Fran Casillas: Dalí, pintor de sueños imposibles, El Mundo / Multimedia, 22 de enero de 2009