El triunfo del simbolismo

Un centenar de obras ofrece una visión panorámica de las tendencias plásticas que confluyeron en España en el trascendental paso del siglo XIX al XX. La exposición titulada 'España 1900', que exibe la Fundación Mapfre hasta el domingo 25 de enero de 2009, que la incluye en su título, sugiere un momento crucial, un gran cambio. En realidad, estrictamente, en 1900 no pasó nada.

Sorrolla: Niños en la playa

El impresionismo ya había dado sus grandes frutos y, para entonces, Monet y, todavía más, Manet, ya eran viejos maestros. Tampoco los primeros ismos importantes, como el fauvismo o el expresionismo, habían cuajado aún. Incluso el simbolismo ya estaba un poco pasadito desbordado por los éxitos de los nuevos impresionistas como Sorolla o los grandes realistas. En España, estos últimos se consideraban, nada menos, que herederos de Velázquez y la crítica sostenía que una tradición tan arraigada no iba a permitir que cuajase nunca un movimiento como el simbolismo. Fundamentalmente, esta escuela luchaba contra el academicismo, esa pintura culta de historia y mitología, y contra el pragmatismo de la ciencia, la industria y el comercio.

Moreau, Redon o Gauguin, en Francia; Klimt, en Austria; Ensor, en Bélgica. Los prerrafaelitas ingleses o los alemanes Böcklin y Hodler, sin embargo, eran suaves, nebulosos y enigmáticos. Amaban lo sagrado, lo mágico, el sueño, el inconsciente... Y no triunfaron, pues para la historiografía de lo moderno, las tendencias realistas e impresionistas, puro positivismo deslumbrado por la máquina o el ocio dominical más prosaico, fueron infinitamente más productivas.

Así, el simbolismo, que triunfó en torno a 1900, se consideró siempre un movimiento de segunda y el periférico, como el español, no se valoró en absoluto. En España se propagó por un portentoso grupo de artistas: los talentos realistas de Ramón Casas, Rusiñol, Regoyos, Anglada-Camarasa, Gutierrez Solana, Zuloaga o Romero de Torres se tiñeron de misterio, sofisticación o de moderno desgarro expresionista. El color desbordante, proto-fauvista, de Iturrino o Arteta y las formas planas y angulosas de Vázqez Díaz, Sunyer o el primer Miró dieron como resultado una figuración brillante y arriesgada, antifotográfica y muy variada.

Por eso, algunos de los cuadros figurativos más experimentales y sorprendentes de nuestra historia moderna se encuentran entre los casi 100 seleccionados para esta muestra. Las bañistas/Desnudos en la piscina, de Vázquez Díaz; Dos mujeres, de Julio González; El desnudo, de Togores; Valentine Dethomas, de Zuloaga; Niños en la playa, de Sorolla; Las redes, de Regoyos; Interior sevillano, de Iturrino; El barco español, de Torres García; El tiesto de flores y el limón, de Miró, o Lola, de Picasso, son algunos de ellos. Para hartos de vanguardismo abstracto.

Almudena Baeza: El triunfo del simbolismo, El Mundo / Metropoli, 8 de enero de 2009