«El Coloso» sigue en pie en Estados Unidos
El destronamiento de «El Coloso» de cuadro de Goya a mera obra de uno de sus asistentes no ha gustado a la crítica de arte estadounidense.
La historiadora Barbara Rose publicaba ayer en «The Wall Street Journal» un artículo muy despectivo con el estudio de Manuela Mena y con sus conclusiones, que califica de «precarias». A su juicio, aquí no se ha demostrado nada y Goya sigue siendo el candidato más firme a haber pintado el impresionante cuadro. Para refutar las «nuevas y vacuas teorías» que dicen lo contrario, Rose no se corta en invocar la autoridad del «decano de la historia de los maestros españoles», Jonathan Brown; del ex director del Prado Fernando Checa; del estudioso británico Nigel Glendenning; y de Valeriano Bozal «entre otros».
La hipótesis de que el verdadero autor de «El Coloso» sea el artista valenciano Asensio Juliá, íntimo seguidor de Francisco de Goya, le parece a Rose poco menos que un disparate. No la convencen ni las supuestas iniciales «A.J», que considera confusas e improbables, argumentando que Juliá era dado a firmar sus trabajos con todas las letras. Rose tampoco considera pertinente la alegación de que en la obra hay restos de técnicas y composiciones anteriores y que esto es incompatible con la maestría de Goya, desde el momento en que el maestro era dado a experimentar «constantemente».
El tono del artículo destila un serio reproche a lo que la crítica estadounidense parece considerar una falta no ya de seriedad sino incluso de sentido común. Para ella, es imposible que un autor «no genial» como Juliá concibiera semejante grandiosidad. Sólo Goya habría sido capaz de tanto. Las supuestas deficiencias anatómicas del «Coloso» no desmentirían esto porque el pintor era más expresionista que exacto en su representación de la figura humana y porque seguramente nadie posó para esta figura en concreto, surgida sólo de su imaginación.
Autoría moral
Como hace Manuela Mena en el estudio publicado en la página web de El Prado, Barbara Rose se cuida mucho de decir una última palabra definitiva. El final del misterio vuelve a quedar abierto. Al final de su artículo, la experta norteamericana no deja de considerar posible que Asensio Juliá pintara físicamente el lienzo, pero no a título de creación original sino de reproducción o copia de una composición de Goya quizás perdida o destruida. En última instancia Goya retendría siempre la autoría moral del cuadro. Pero tampoco esto se afirma de una manera categórica, dada la polémica, la división de opiniones entre expertos y la creciente dificultad de establecer una verdad incontrovertible. Entonces Barbara Rose no ataca tanto las «débiles» conclusiones del Prado -que también- como la debilidad del proceso que a su juicio ha llevado hasta ella. Su análisis es un alegato contra los peligros de cuestionar la paternidad de grandes obras sin disponer de evidencias mucho más aplastantes.
Este artículo ha aparecido publicado en los Estados Unidos coincidiendo con el anuncio del Prado de que «El Coloso» no será descatalogado y se seguirá exhibiendo, aunque ya no se presente como una obra de Goya.
Anna Grau, Nueva York: «El Coloso» sigue en pie en Estados Unidos, ABC, 18 de febrero de 2009
La hipótesis de que el verdadero autor de «El Coloso» sea el artista valenciano Asensio Juliá, íntimo seguidor de Francisco de Goya, le parece a Rose poco menos que un disparate. No la convencen ni las supuestas iniciales «A.J», que considera confusas e improbables, argumentando que Juliá era dado a firmar sus trabajos con todas las letras. Rose tampoco considera pertinente la alegación de que en la obra hay restos de técnicas y composiciones anteriores y que esto es incompatible con la maestría de Goya, desde el momento en que el maestro era dado a experimentar «constantemente».
El tono del artículo destila un serio reproche a lo que la crítica estadounidense parece considerar una falta no ya de seriedad sino incluso de sentido común. Para ella, es imposible que un autor «no genial» como Juliá concibiera semejante grandiosidad. Sólo Goya habría sido capaz de tanto. Las supuestas deficiencias anatómicas del «Coloso» no desmentirían esto porque el pintor era más expresionista que exacto en su representación de la figura humana y porque seguramente nadie posó para esta figura en concreto, surgida sólo de su imaginación.
Autoría moral
Como hace Manuela Mena en el estudio publicado en la página web de El Prado, Barbara Rose se cuida mucho de decir una última palabra definitiva. El final del misterio vuelve a quedar abierto. Al final de su artículo, la experta norteamericana no deja de considerar posible que Asensio Juliá pintara físicamente el lienzo, pero no a título de creación original sino de reproducción o copia de una composición de Goya quizás perdida o destruida. En última instancia Goya retendría siempre la autoría moral del cuadro. Pero tampoco esto se afirma de una manera categórica, dada la polémica, la división de opiniones entre expertos y la creciente dificultad de establecer una verdad incontrovertible. Entonces Barbara Rose no ataca tanto las «débiles» conclusiones del Prado -que también- como la debilidad del proceso que a su juicio ha llevado hasta ella. Su análisis es un alegato contra los peligros de cuestionar la paternidad de grandes obras sin disponer de evidencias mucho más aplastantes.
Este artículo ha aparecido publicado en los Estados Unidos coincidiendo con el anuncio del Prado de que «El Coloso» no será descatalogado y se seguirá exhibiendo, aunque ya no se presente como una obra de Goya.
Anna Grau, Nueva York: «El Coloso» sigue en pie en Estados Unidos, ABC, 18 de febrero de 2009