Presente y futuro efímero

Simon Peres felicita a los responsables de Holon -una pequeña ciudad cerca de Tel Aviv (Israel)- por su nuevo Museo de Diseño. Un sueño hecho realidad, llevado a cabo, según les recuerda con una sonrisa, «sin dinero del gobierno, sólo con sus ahorros». Según me dice Ron Arad, arquitecto del edificio (su primer edificio de nueva planta), los «ahorros» eran unos 16 millones de dólares, un presupuesto exiguo del que es evidente que él ha sacado óptimos resultados.

En el mapa de la cultura. El centro, de dimensiones escuetas y rotunda apariencia, se distingue por una especie de serpentina de cinco planchas de acero cortén en tonos rojos que lo rodean y lo definen como un lugar sexy y protector a la vez, que ha puesto a Holon en el mapa de la cultura. Se inaugura con una exposición muy oportuna, The State of Things: Design and the 21st century (El estado de las cosas: el siglo XXI y el diseño), comisariada por Barbara J. Bloemink, que contó en su equipo con Julie Lasky, Aric Chen y Garth Walker, todos sobradamente conocidos como «agitadores» del diseño internacional.

La exposición establece el panorama de la disciplina en el siglo XXI, pero consiste, como dice Bloemick, «más en plantear preguntas que en hacer juicios de valor sobre lo que es bueno o malo». Las más de cien piezas que la componen son trabajos que sólo pueden existir en este momento, ya sea debido a la tecnología que se ha utilizado en su fabricación, el material o el concepto. Es un punto de partida perfecto para poner en perspectiva al interesado en las grandes preocupaciones del diseño contemporáneo, creando una especie de esquema general donde más adelante podrán ir situándose los trabajos que el museo vaya mostrando.

Marcando distancias. El establecimiento de este diagrama mental se facilita a través de la creación de ocho categorías en las que se agrupan los trabajos expuestos (aunque es evidente que muchos podrían pertenecer a dos o tres de ellas): «Nuevo Esencialismo», «Mutant Remix», «En el cuerpo», «Ansiedad social», «Más allá del diseñador», «Superbelleza», «Economía artesana» y «Design Lab». El «Nuevo Esencialismo» se refiere a una tendencia de la que se habla mucho en los últimos tiempos: la vuelta de buena parte de los jóvenes diseñadores a los ideales del movimiento moderno, con una estética depurada, apartada de cualquier elemento ornamental, ausencia del color y formas simples que revelan el modo en el que están realizadas. La lámpara Brave New World, de Freshwest es un buen ejemplo.

Brave New World, de Freshwest

«Mutant Remix» consiste en la corriente, probablemente impulsada por el uso de internet, de mezclar motivos provenientes de diversos estilos históricos y yuxtaponerlos, creando piezas desconcertantes y de nuevos significados. La alfombra Playing with Tradition, de Richard Hutten, es un caso evidente de esta fusión. La tercera sección, «En el cuerpo», profundiza en un campo al que los diseñadores le prestan particular atención desde que el desarrollo de ciertas tecnologías como la robótica ha permitido desarrollar esta área de trabajo, en la que elementos puramente tecnológicos se convierten también en decorativos, como es el caso del audífono Hearwear, de Pierson Lloyd.

Peligros cercanos. La sección «Ansiedad social» es la más amplia, y permite ver cómo el diseño refleja ahora las preocupaciones sociales y políticas de los individuos, en particular, la serie de peligros por los que los ciudadanos de este siglo nos sentimos amenazados: terrorismo, enfermedades, catástrofes naturales... Por ejemplo, la alfombra Global Warming, del colectivo NEL (para la empresa española Nani Marquina), llama la atención sobre la desaparición del oso polar.

Otra sección es la de «Superbelleza», que convive con el «Nuevo Esencialismo», siendo de talante opuesto, y que explora la vertiente ornamental del diseño. Por ejemplo, los coladores para el desagüe de Joana Meroz, perforados formando dibujos. Estas dos corrientes son un claro exponente de que no existe un camino a seguir, ni un camino «bueno», sólo maneras de enfrentarse y dar respuesta a los problemas y situaciones. En «Economía artesana» observamos el renacer de todo lo hecho a mano, probablemente impulsado por el deseo del ser humano de encontrar una forma de individualidad que le aleje de la producción industrial seriada y, por otro, respaldando una forma de apoyo al desarrollo de las economías del Tercer Mundo. Los charpoys de Doshi/Levien son un buen exponente.

Mientras se da esa tendencia de la cercanía del sujeto al trabajo hecho con las manos, hay también un interés creciente por objetos en los que el diseño es un poco casual, es decir, en el que el diseñador interviene muy poco en él. Es la sección «Más allá del diseñador», y en ella son elocuentes los diseños de Front, en los que confluyen elementos tan aleatorios como un grupo de ratones.

La vertiente experimental. Por último, el «Laboratorio de diseño», que muestra muchas piezas (varias de ellas prototipos) que han servido para la experimentación de nuevos materiales y tecnologías, como la nanotecnología o la fibra de carbón. Los asientos Lo Glo de Jürgen Mayer, en un material blando y termosensible, hablan de esta vertiente.

Jaime Hayón, de quien hay una pieza (una figura producida por Lladró) en la muestra, estaba presente en la inauguración. Cuando salimos me preguntó por tercera vez ese día: «¿Y nosotros? ¿Cuándo podremos los españoles tener un museo como éste?»

Ana Domínguez Siemens: Presente y futuro efímero, ABCD Las Artes y Las Letras, nº 944, 10 de abril de 2010

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