Warhol se hizo mujer

Warhol, vestido de Marilyn ante la cámara de Christopher Makos.Hace 28 años Christopher Makos empuñó su cámara mientras Andy Warhol se convertía en mujer delante de ella.

A lo largo de dos días utilizaron todas las pelucas que habían comprado en una elegante tienda de la calle 57, encerrados en el estudio con el cargamento hasta encontrar la "imagen alterada" que habían imaginado. En mente tenían la repetición del ejercicio artístico que ya consumaron Marcel Duchamp y Man Ray en 1921, dando vida al personaje Rrose Sélavy, cacofonía de la frase francesa "Eros es la vida".

Después de 349 disparos, los negativos cargaban la imagen más femenina de Andy Warhol (1928-1987). Lo había vuelto a hacer, se había fabricado otra identidad con la que destruir su pasado, montar su presente y arrinconar al futuro. En su obsesión por convertirse en una estrella, por alcanzar la celebridad, creía que debía primero renunciar a parte de su vida.

A estas alturas nadie puede negar la capacidad mimética que exhibió Warhol para lograrlo. De hecho, en el set de la Factory se encargó de borrar los límites entre realidad y representación. El mundo de Warhol es el de las apariencias, el de los dobles sentidos, un mundo en el que nada ocurre de manera inocente.

En el libro que aparecerá la primera semana de septiembre, titulado Lady Warhol, en el que la editorial La Fábrica ha reunido en más de 100 páginas el proceso de mutación, Warhol es maquillado y transformado, Warhol melancólico y desvergonzado.

Una cuestión de identidad

"No estoy muy seguro de por qué miro aún las fotografías de este libro. Todo el mundo me sigue preguntando sobre ese corpus artístico y yo no sé qué decir, salvo que comenzó con una simple conversación entre Andy y yo, y terminó con lo que se puede ver en el libro", recuerda Christopher Makos sobre aquella sesión mítica, en la que Warhol se reencarna en una identidad que no le es propia.

El joven fotógrafo Makos estuvo pegado al ego del dios Warhol durante los diez últimos años de vida del artista pop. Andy cuenta en sus diarios que fue de cena un 24 de diciembre de 1976 a casa de su amigo más íntimo y agente, Fred Hugues, donde se fijó, por encima del resto de los invitados (Mick Jagger, Paloma Picasso o Carroll Baker) en un fotógrafo "muy guapo".

Makos llevaba el cabello alborotado con un corte de pelo similar al de un paje. El artista le recuerda como alguien que irradiaba energía y entusiasmo desbordante. Fue el principio de una larga amistad entre Andy y Christopher, que lo pondría en contacto con el universo de las estrellas de cine y de teatro, los divos del rock y los viajes gratis acompañándolo por todo el mundo. Makos, por su parte, para no quedar a la zaga, se vanagloria de haberle presentado a Jean Michel Basquiat y a Keith Haring. Y el padre del pop le corona con una etiqueta indeleble: "Es el fotógrafo más moderno de América". No debía conocer a Cindy Sherman, que a finales de los setenta toma 69 fotografías (Untitled Film Stills) que mostraban a la artista disfrazada, mira tú por dónde, de distintos roles femeninos de las heroínas de Hollywood para denunciar los estereotipos masculinos sobre la feminidad.

"Si lo que se busca es el conflicto cuando uno se traviste, ¿qué mejor manera que haciéndolo del sexo opuesto?", se pregunta la historiadora del arte Estrella de Diego, autora del libro Tristísimo Warhol. Cadillacs, piscinas y otros síndromes modernos (Siruela). "Esto no es un disfraz, sin más", resume. "En las fotografías de la sesión aparece vestido de todo aquello que quería ser. En una de ellas se convierte, incluso, en Marilyn Monroe. De alguna manera, se convierte en sus personajes, aspira a ser ellos, adquiere a través de ese travestimiento, el ansiado glamour, hasta que un día es él quien reparte éxito entre los retratados", cuenta De Diego, que se pregunta quién es el autor de la foto, si Makos al hacerla o Warhol cuando se disfraza.

Ted Mann, comisario en el Guggenheim de Nueva York, explica que, a pesar de las apariencias, en estas imágenes, "los rasgos masculinos apenas son disfrazados detrás de su peluca y el maquillaje, provocando un testamento conmovedor sobre la vulnerabilidad y la exposición".

En la superficie está Andy

"Ya no las considero fotografías de drag queen, si es que alguna vez las tuve por tales. No lo son. Son una especie de muestrario sobre la identidad y la identidad cambiante; no tratan sobre las drag queens, ni sobre Andy travestido", resume sin rumbo fijo el fotógrafo.

Warhol fue más calculador y frío a la hora de definir su arte: "Si queréis saberlo todo sobre Andy Warhol, mirad la superficie de mis pinturas y mis películas y allí me encontraréis. No hay nada detrás", una frase tan desconcertante como clara.

Sin embargo, Makos, todos estos años después, reniega de la superficie, entra en el detalle y encuentra las claves en las que ni siquiera el propio artista se preocupó de señalar. "No ceso de observar los delicados cambios de expresión en las poses que Andy adoptó, las sutilezas de su lenguaje corporal", dice. "Ahora, sin embargo, reparo con más atención en lo que Andy hacía con los ojos, en los pequeños cambios en la forma de su boca y, especialmente, en la manera que tenía de extender su pose a lo largo de las extremidades, hasta las manos".

Christopher enseñó a Andy a usar por primera vez una cámara de fotos, Peter Wise recuerda que Warhol valoraba el estilo espontáneo y veloz. Juntos acudían a algunos actos a tomar instantáneas hasta conseguir que allá donde se encontrase el artista, Christopher no andaba muy lejos sacando fotografías. Para el fotógrafo que se formó con Man Ray en los setenta, estas imágenes, definitivamente, tratan sobre el "hombre en el espejo". En su alumbramiento, Makos ve en estas imágenes "apertura y vulnerabilidad" y también la necesidad que Andy sentía de expresarse. "Era un aspecto de sí que raramente exhibía en público, pero que yo recuerdo bien", apunta.

Warhol es víctima de una sobredosis de interpretación en masa, incluso sus propios amigos y compañeros en Factory tienen mil y una definiciones para tratar de acotar lo que quiso hacer un americano rico, con estilo, con joyas y sofisticado, que se visitó y desvistió, incapaz de distinguir entre lo cotidiano, lo propio y lo ajeno. Warhol despistó, se inventó en un proceso insaciable, sin tregua. "Warhol no aparenta, es en cada uno de los papeles. Los disfraces de Warhol son esencias, no estados, y eso lo convierte en un héroe cansado de la modernidad extinguida. Cada uno de los Andys, falsos y verdaderos, es un sujeto", escribe Estrella de Diego en Tristísimo Warhol. Aquella sesión de 349 fotografías fue una de las primeras pruebas de que la identidad no era más que una cuestión de días.

Peio H. Riaño, Madrid: Warhol se hizo mujer, Público, 3 de agosto de 2010