Del "romanticismo" de la imagen estática
Lo ocurrido, que invita a pensar en un relato que va mucho más allá del momento congelado, recuerda a la fotografía más famosa de Robert Doisneau, El beso del Hôtel de Ville. La pasión, fuera del tiempo y el contexto.
La historia de esta instantánea, que ha decorado miles de hogares desde que se realizó en 1950, es igual de rocambolesca. El fotógrafo francés buscaba material para un encargo de la revista estadounidense America's Life, que acabaría en una serie denominada "Besos".
La supuesta espontaneidad de dos enamorados, que muestran su amor frente al ayuntamiento de París, se acabó convirtiendo en un símbolo del romanticismo que traspasó todas las fronteras posibles. El misterio que desprende la imagen, el encuadre, la luz, parecía el efecto de la mirada de un fotógrafo que estaba buscando un gesto no premeditado.
Y se creyó así durante muchos años. Hasta que se demostró – el propio Doisneau lo reconoció - que los dos protagonistas eran en realidad estudiantes de arte dramático, Françoise Bornet (que acabaría vendiendo una copia a un coleccionista suizo por 155.000 euros) y Jacques Carteaud.
Demasiado éxito. Se vendió – y se sigue vendiendo - cientos de miles de copias anuales. Así, en 1992 El Beso fue llevado a juicio por una pareja que aseguraba haberse reconocido en la imagen, y que reclamaba una parte de las ganancias. No fueron los únicos. Mujeres y hombres de todo el mundo decían que eran ellos los que besaban así, y Doisneau tuvo que desvelar el secreto mantenido durante tanto tiempo. Mostró toda la serie, donde se reconocía a los mismos actores, en distintos puntos de la ciudad.