Exposición sobre la obra temprana de Rubens

La Galería Nacional británica descubre las influencias formativas de Peter Paul Rubens (1577-1640) en la exposición que dedica al más influyente artista del siglo XVII en su renovada sede de Londres, en Trafalgar Square. Con un centenar de obras procedentes de colecciones internacionales, entre ellas del Museo del Prado y del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, la pinacoteca ilustra la gran capacidad evolutiva de un genio en ciernes.

Rubens: a master in the making (abierta hasta el 15 de enero) acompaña al pintor flamenco en un viaje formativo por Italia que sería decisivo en la captación y desarrollo de un estilo propio. El joven Peter Paul había estudiado en Amberes con manieristas flamencos y el retratista Otto Van Veen, pero, una vez certificada su independencia como pintor por un gremio local, decidió ampliar miras. En 1600, cumplidos los 22 años, inició un recorrido por Venecia, Mantua, Génova y Roma para observar de primera mano la obra de los maestros renacentistas, de sus propios contemporáneos y las esculturas clásicas.

Miguel Ángel, Rafael, Leonardo da Vinci y Caravaggio, además de las figuras clásicas de Roma y Grecia, dejarían una huella profunda en la etapa inicial del joven pintor, tanto en los motivos como en las composiciones de las escenas y la distribución de la luz. A su retorno a Amberes, ocho años más tarde, el estilo de Rubens estaba plenamente formado. "Su desarrollo estilístico fue extraordinario. Se apropia de ideas ajenas, las capta y reinventa para crear su propio lenguaje. Pero no se queda estático: va continuamente mejorando y depurando su estilo hasta convertirse en un gran maestro. Al regresar a Amberes triunfó inmediatamente como pintor de la corte y eclesiástico", afirma David Jaffé, comisario de la muestra.

La exposición ilustra la evolución estilística centrándose en los 15 primeros años de la trayectoria de Rubens: desde 1598, con el óleo sobre madera La batalla de las amazonas, que pintó con Brueghel el Viejo, al delicado retrato de su hija mayor, Clara Serena, que realizó hacia 1614. Entre ambas fechas, se agrupan obras clave en su desarrollo, como Democritus y Heraclitus, que pintó en Valladolid en 1603 para el duque de Lerma, valido de Felipe III, y que todavía se conserva en el Museo Nacional de Escultura de la ciudad castellana. Rubens se había trasladado desde Italia a España por encargo de su patrón, el duque de Mantua, y el viaje le permitió explorar la obra de Tiziano, como más tarde estudiaría en Roma los frescos de Miguel Ángel y Leonardo.

San Jorge, prestado por el Prado, es otro pilar de la exposición londinense que, como reconoce Jaffé, se detiene en un periodo poco explorado del maestro del barroco. Pero esta concentración en la obra temprana de Rubens brinda recompensas. A diferencia de otras muestras que intercalan originales con piezas salidas de su taller de Amberes, el propio maestro ejecutó personalmente la mayoría de los cuadros y dibujos exhibidos en Londres. Entre ellos, destacan los bocetos y estudios en papel para el tríptico La ascensión a la cruz, sobre el que comenzó a trabajar a su regreso a Flandes, en 1610.

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