Los últimos días de Van Gogh, en el Thyssen

El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid organiza del 12 de junio al 16 de septiembre una exposición de trabajos del artista holandés Vicent van Gogh dedicada a "Los últimos paisajes". En veinticuatro obras, procedentes de museos y coleccionistas privados de todo el mundo, se recrea un breve período, los dos últimos de su vida, en la que pintaría un total de setenta y dos pinturas, treinta y tres dibujos y un grabado. Entre febrero y abril de 1890 Van Gogh, tras lleva unos diez meses en el manicomio de Sain Rémy de Provence, tuvo una profunda crisis mental, que le convenció, una vez recuperado, de la inutilidad de prolongar su estancia allí; su tratamiento no mejoraba y la convivencia con otros enfermos agudizaba sus propios males. El 16 de mayo se dirige a París, donde tuvo la oportunidad, en sus tres días de estancia, de reunir toda su obra pictórica en el apartamento de su hermano y marchante de arte, Theo, con el que mantuvo una fructífera relación epistolar a lo largo de toda su vida artística, y en la tienda del Père Tanguy. De esta forma, según había sostenido él mismo, podía juzgar una sola obra suya tras conocer directamente la totalidad de su creación. El 20 de mayo, Van Gogh se refugia en Auvers-sur-Oise, pequeño pueblo a una hora de distancia de París. Buscaba la tranquilidad en el campo para recuperar la salud, con la esperanza de reiniciar una nueva vida y etapa artistica. Sólo dos meses después, el 27 de julio, en las inmediaciones del château de Auvers, intenta suicidarse disparándose un tiro de revolver que le causaría la muerte una larga agonía hasta la madrugada del 29 de julio.


En estos setenta días, intuyendo probablemente el final de su obra, se levantaba a las cinco de la mañana y se pasaba el día pintando por el núcleo urbano y campos del pueblo. "Estos días trabajo mucho y deprisa; al hacerlo así trato de expresar el paso desesperadamente rápido de las cosas en la vida moderna", afirmaba en una carta. Ese ritmo frenético se traduce a veces en una ejecución pictórica impulsiva, arrebatada, pero también hay en la obra de este periodo composiciones de gran serenidad. Desde el punto de vista estilístico, la etapa de Auvers no supone una ruptura con el periodo anterior, pero su estilo se encuentra en plena evolución. En este periodo, Van Gogh atiende menos a los detalles naturalistas, su trazo se multiplica y se retuerce, produciendo arabescos en los árboles y las casas, oleajes en los trigales, movimientos y ritmos curvilíneos de una enorme vitalidad dinámica. Trascendental en este modo de actuar había sido esa exposición improvisada de París, que mencionamos antes; Vincent tuvo por primera vez en su carrera una impresión directa de su obra. Esa perspectiva bastó para imprimir a su creación en Auvers el valor de una recapitulación, de un epílogo al conjunto de su carrera... Entusiasmado con las viejas casas pintorescas con tejado de paja, cada vez más raras, así como con los chalets modernos y las casas de campo burguesas, el contraste entre lo viejo y lo nuevo fue una de las claves de las vistas de Auvers que pintó Van Gogh.

Fuente: Los últimos días de Van Gogh, en el Thyssen, EL MUNDO, domingo, 13 de mayo de 2007