Eduardo Chillida, una aproximación a 1980-2000
El Caixaforum de Palma de Mallorca acoge a partir del día 29 de diciembre de 2007 la exposición 'Chillida 1980-2000', que muestra los últimos veinte años de la obra de Eduardo Chillida (1924-2002), gracias a la colaboración entre la Fundación La Caixa y el Museo Chillida-Leku, encargado de preservar el legado del artista. La muestra, que se inaugurará oficialmente en la tarde del día 28, permanecerá abierta al público hasta el 24 de febrero. A la inauguración de la muestra acudirán el director general de la Fundación "La Caixa", Josep F. de Conrado i Villalonga; y el director ejecutivo territorial de La Caixa, Robert Leporace, entre otras autoridades.
Según recuerdan fuentes de la organización, en 1980, Chillida era un artista internacionalmente conocido. Su obra se había presentado en los grandes museos de Europa y Estados Unidos, y sus intervenciones en espacios públicos habían contribuido de manera muy importante a la renovación de la escultura monumental. Su universo se caracterizaba por sus agudos contrastes: formas rotundas de piedra y metal, y collages que desplegaban todas las dimensiones del espacio, esculturas que evocaban las herramientas del campo y lo intangible representado por piezas de alabastro como olas del mar.
A partir de 1980, Chillida incorporó a su trabajo nuevas formas y materiales -mesas, estelas, hormigón, terracotas...-, profundizó la dimensión arquitectónica de su escultura y estudió la relación de la forma y el paisaje en una serie de intervenciones en calles, plazas y parques en Alemania, España, Suiza, Finlandia y Japón. El resultado es un conjunto extraordinario de esculturas, relieves, dibujos y obra gráfica, testimonio de uno de los períodos más prolíficos y creativos del artista.
Uno de los conceptos básicos de esta época es la idea de habitar. La obra se inscribe en el paisaje natural o urbano y contribuye a crear un orden nuevo. La percepción, la reflexión y el pensamiento, se imponen al trabajo físico, la espontaneidad y la inmediatez. Sin renunciar a los formatos monumentales, Chillida concede cada vez más importancia al proceso y desarrolla minuciosamente sus proyectos mediante bocetos y estudios. Destacan especialmente las lurras, realizadas a base de tierra cocida, que sugieren espacios interiores, signos indescifrables que nos remiten a nuestros orígenes; y las gravitaciones, obras en papel en las que Chillida prescinde de la cola para introducir el espacio en el collage. Las formas se hacen cada vez más compactas, con cavidades preservadas de la violencia del mundo exterior. Se elevan del suelo y se presentan ante la mirada del espectador como signos de interrogación metafísicos. A partir de un proceso de introspección y depuración extremas, la obra de Chillida se convierte en un símbolo de pertenencia en la tierra y de apertura al mundo.
Fuentes:
Obra 'óxido' de terracota de Eduardo Chillida. (Foto: E. M.)
Según recuerdan fuentes de la organización, en 1980, Chillida era un artista internacionalmente conocido. Su obra se había presentado en los grandes museos de Europa y Estados Unidos, y sus intervenciones en espacios públicos habían contribuido de manera muy importante a la renovación de la escultura monumental. Su universo se caracterizaba por sus agudos contrastes: formas rotundas de piedra y metal, y collages que desplegaban todas las dimensiones del espacio, esculturas que evocaban las herramientas del campo y lo intangible representado por piezas de alabastro como olas del mar.
A partir de 1980, Chillida incorporó a su trabajo nuevas formas y materiales -mesas, estelas, hormigón, terracotas...-, profundizó la dimensión arquitectónica de su escultura y estudió la relación de la forma y el paisaje en una serie de intervenciones en calles, plazas y parques en Alemania, España, Suiza, Finlandia y Japón. El resultado es un conjunto extraordinario de esculturas, relieves, dibujos y obra gráfica, testimonio de uno de los períodos más prolíficos y creativos del artista.
Uno de los conceptos básicos de esta época es la idea de habitar. La obra se inscribe en el paisaje natural o urbano y contribuye a crear un orden nuevo. La percepción, la reflexión y el pensamiento, se imponen al trabajo físico, la espontaneidad y la inmediatez. Sin renunciar a los formatos monumentales, Chillida concede cada vez más importancia al proceso y desarrolla minuciosamente sus proyectos mediante bocetos y estudios. Destacan especialmente las lurras, realizadas a base de tierra cocida, que sugieren espacios interiores, signos indescifrables que nos remiten a nuestros orígenes; y las gravitaciones, obras en papel en las que Chillida prescinde de la cola para introducir el espacio en el collage. Las formas se hacen cada vez más compactas, con cavidades preservadas de la violencia del mundo exterior. Se elevan del suelo y se presentan ante la mirada del espectador como signos de interrogación metafísicos. A partir de un proceso de introspección y depuración extremas, la obra de Chillida se convierte en un símbolo de pertenencia en la tierra y de apertura al mundo.
Fuentes:
- Chillida. 1980-2000, Fundación La Caixa, diciembre de 2007
- El último Chillida, El Mundo, martes, 25 de diciembre de 2007 (EFE - Palma)