El Prado da la puntilla a El Coloso

El Coloso, ese gigante comúnmente aceptado como la premonición goyesca de la Guerra de Independencia, ha sido obviado de la muestra «Goya en tiempos de Guerra», comisariada por Manuela Mena, que hoy se presenta en el Museo del Prado y que describe magníficamente, según los expertos consultados, una etapa en la producción del pintor, entre 1794 y 1819. La obra ya arrastraba cierta polémica desde su exclusión de «El capricho y la invención», exposición de 1997 sobre el Goya íntimo, también comisariada por Mena. La polémica arreció también en mayo de 2002, cuando Nigel Glendinning publicó un ensayo que defendía la autenticidad tanto de El Coloso como de La lechera de Burdeos, la otra obra que Mena y Juliet Wilson-Bareau impugnan.

De nada servirá la actitud desafiante de la imagen colosal, de la que huyen despavoridos los pobladores de la pesadilla, ni el hecho de aparecer hasta en dos inventarios de obras del pintor, el de 1812 y 1874. En palabras del director de nuestro primer museo, que ayer atendía la consulta de ABC, «durante los últimos años ha avanzado mucho el conocimiento de la obra de Goya y las dudas sobre la atribución de El Coloso son ampliamente aceptadas por el personal científico del museo».

Ante la pregunta de cuándo se producirá su descatalogación y con qué argumentos, Zugaza se remite a la publicación, «en muy pocos meses, de un estudio que hoy se está ultimando y que daremos a conocer primero a la comunidad científica, a la que respetamos por encima de todo, a través del Boletín del Museo del Prado

Ideas bajo la exposición

Aún así, no son pocos quienes piensan que la idea que subyace a la muestra conmemorativa del Bicentenario del Dos de Mayo es más consagrar una visión de las obras indudables del pintor en la época que abarca la exposición -una suerte de catálogo razonado parcial- que el trasunto de la guerra. De hecho, no falta quien opina, dentro y fuera del Prado, que los problemas de atribución deberían haberse aireado en otro tipo de exhibición. Pero lo cierto es que, entre los textos del catálogo, figuran varios que nada tienen que ver con la Guerra ni con Goya.

Tal es el caso del de José Luis Díez, centrado en pintores no expuestos de la corte de Fernando VII. Y sobre todo, el de José Manuel de la Mano, que pone en valor a ciertos pintores de la época, tampoco expuestos, muy presentes en colecciones particulares. En el suyo, titulado «Aprende a ver. Hacia un mejor entendimiento del inventario de 1812», Juliet Wilson-Bareau se centra en los problemas de atribución de algunas obras pero evita, paradójicamente, siquiera citar El Coloso. Vuelve a exponer su teoría del «ojo» del experto frente a otras herramientas de la historiografía y lo compara con el «ojo clínico» y «la visión holística» del osteópata. Tanto Mena como Janis Tomlinson sí abordan el eje central de la muestra en sus textos. Los expertos consultados valoran muchísimo la catalogación de las piezas y la elección escrupulosa de las más relevantes ediciones de estampas y pruebas de estado, así como la acertada disposición y calidad indiscutible de las obras, algunas de las cuales apenas han sido vistas en nuestro país. Para comprender la ambivalencia de la muestra también hay que tener muy en cuenta la opinión de su comisaria, que niega que la guerra sea en realidad el asunto a tratar, ya que lo es el propio artista.

En su texto también anuncia que la rigurosa atribución de las obras de la muestra permitirá, «en un futuro, descartar con mayor seguridad lo que le fue atribuido erróneamente o por intereses comerciales». En la muestra tampoco están presentes las Pinturas Negras, cuya factura es posterior a 1819.

Jesús García Calero (Madri), El Prado da la puntilla a El Coloso, ABC, 11 de abril de 2008