Los budas arrasados de Bamiyán ocultaban óleos milenarios

El 9 de marzo de 2001 los talibanes dejaron boquiabierto al mundo tras volar los budas gigantes del valle afgano de Bamiyán. Las dos estatuas, de 55 y 38 metros de altura respectivamente, no pudieron soportar las cargas explosivas y se derrumbaron. Hoy los expertos de la Unesco están terminando de recolectar y clasificar las miles de piedras que formaban los budas y siguen avanzando en las tareas de conservación de un valle que desde hace cinco años forma parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad en situación de riesgo.

Unos técnicos investigan las paredes de los restos de los Budas de Bumiyán, destruidas en 2001 por los talibanes afganos

Este crimen contra la humanidad ha tenido una inesperada consecuencia. A raíz de su declaración como Patrimonio de la Humanidad en peligro por parte de la Unesco, se ha sabido que las centenares de cuevas en las estaban excavadas las gigantescas estatuas estuvieron ocupadas por miles de monjes budistas en la época de máximo esplendor de Bamiyán. Ahora, gracias a la aplicación de las últimas tecnologías, se ha descubierto que esos monjes ya empleaban el óleo. Estas primeras pinturas al óleo conocidas, según ha manifiestado el equipo de científicos que han identificado la presencia de aceites secantes (los que se precisan en la técnica de pintura al óleo) que datan del siglo VII después de Cristo en los murales ocultos tras los budas. Se trata de escenas que representan a la divinidad sentado con las piernas cruzadas, vestido con ropajes rojos y rodeado de palmeras y criaturas mitológicas.

«Se trataba de pequeñas estancias que durante muchos años sólo servían de morada para los monjes, pero que con el paso de los años se convirtieron en hogares de los propios afganos», asegura Brendan Cassar, responsable de la Unesco en Kabul. En los últimos cinco años este organismo internacional ha vaciado las cuevas y se ha dedicado al estudio de las mismas. «Los talibanes acabaron con los relieves y con las pinturas visibles. Las destrozaban o las arrancaban y luego las llevaban a Peshawar, en la frontera paquistaní, para su venta. Lo que no pudieron hacer, sin embargo, es acabar con muchas de las representaciones de buda ocultas debido, entre otros factores, a la densa capa negruzca provocada por las hogueras de los miles de personas que pasaron por esas cuevas», destaca Cassar.

Un informe publicado por el «Journal of Analytical Atomic Spectrometry» revela que los científicos han usado el sincrotrón para el análisis de los materiales, y así han podido averiguar al detalle las sustancias y técnicas empleadas por los artistas de esa época.

Muestras de las pinturas al óleo halladas en Afganistán

La investigación se llevó a cabo en la Instalación Europea de Radiación Sincrotrónica de Grenoble, a la que España aporta un 4% de su presupuesto anual, lugar al que cada vez se recurre con más frecuencia para el análisis de obras de arte. El sincrotrón está equipado con una fuente de luz muy brillante que los científicos utilizan para ver la microestructura de los materiales, como un poderoso microscopio en el que el haz de luz del acelerador de electrones desvela la estructura íntima de la materia. En el caso de Bamiyán, el óleo proviene «probablemente de nueces y semillas de amapola» y, según Yoko Taniguchi -del National Research Institute for Cultural Properties de Tokio, director de la investigación, en la que también han participado científicos del Centre of Research and Restoration of the French Museums (CNRS) de Francia, el Getty Conservation Institute de EE UU y el European Synchroton Radiation Facility (ESRF), centro especializado en técnicas de rayos X ubicado en Grenoble (Francia)-, se trata sin duda del «ejemplo más claro de las primeras pinturas al óleo del mundo. Romanos y egipcios conocían la técnica, que sólo aplicaban a los cosméticos y a la medicina». La historia del arte suele atribuir a los pintores flamencos del siglo XV, en particular a Van Eyck, la invención de la técnica al óleo, pero gracias a estas investigaciones deberemos aceptar que son obra de artistas que viajaban a lo largo de la Ruta de la Seda siglos anteriores a lo que se creía.

Los gigantes de Bamiyán, por tanto, no estaban solos. Los peregrinos que viajaron a este antiguo reino Gandhara hablan de «unas estatuas pintadas con ropajes rojos, con ornamentos preciosos y los rostros tapados por enormes máscaras». Junto a ellos, los monjes decoraron sus estancias con «imágenes de budas sentados entre criaturas míticas», como las ahora analizadas.

Bamiyán se encuentra a menos de 300 kilómetros al oeste de Kabul, pero se tarda diez horas en llegar a través por pistas de montaña que surcan valles y bordean ríos. Este antiguo punto clave en la Ruta de la Seda es hoy un bazar insulso de chabolas de metal y madera, que se ha levantado con el paso de los años apartado de la Bamiyán antigua, la ciudad de adobe que descansaba a los pies de los budas, tan muerta y destruida como las estatuas.