Arte desde Beijing
Cai Guo-Qiang, Dream, Villa Manin Centro d’Arte Contemporanea, Codroipo, Italy. 2008
China es actualmente paradigma y laboratorio extremo del comportamiento del sistema del arte y de los artistas mismos en un proceso que ha constituido, en poco más de veinte años, una escena influyente a escala internacional, un panorama interno de progresiva y constante pujanza –que no ha tenido miedo a abordar en sus prácticas muchos, por no decir todos, los tabúes y prohibiciones civiles y políticas– y un conglomerado económico cuyo balance arroja beneficios más que considerables, fabulosos, para muchos de sus protagonistas.
Un ejemplo. Hace unos días el Ullens Center for Contemporary Art (UCCA), de Beijing –considerado como una de las primeras instituciones sin ánimo de lucro establecidas en China, un gigantesco espacio de 8.000 metros cuadrados, que podía haber sido edificado en cualquier país y que pronto contará con un restaurante que por la noche será también discoteca– inauguraba su cuarta exposición, Our Future: The Guy & Miriam Ullens Foundation Collection. Cómo se organizó su presentación pública, la estructura interna de las diferentes ofertas que la componen, incluso lo que a juicio del crítico son sus debilidades, dibujan un esquema transparente de cómo se entiende el arte y su socialización en la ciudad que se prepara para abrir los Juegos Olímpicos.
Cerca de setenta críticos y periodistas europeos, y otros muchos más orientales, asistimos al acto de inauguración, que se desplegaba en distintos eventos, la visita a la muestra y a las exposiciones adjuntas. Hubo presentación de artistas jóvenes por mediación de otros mayores ya consagrados –así el fotógrafo Ji Zhou apadrinado por Wang Du (1956)–; apertura de proyectos específicos encargados por comisarios –como la Introspective Cavity, de Yin Xiuzhen (1963)–; iluminación de la gran lámpara diseñada por Ai Wei Wei (1957) –artista y arquitecto, colaborador con Herzog & De Meron en el Estadio Olímpico, suya es la trama del nido de pájaros– y, como colofón, una performance de He Yunchang (1967).
La propuesta de su director Jerôme Sans, responsable hasta 2006 del Palais de Tokio con Nicolas Bourriaud, y de sus colaboradores, repite los esquemas museográficos empleados en aquél –hasta el punto de que el tubo-tobogán de Wang Du allí expuesto es también aquí el medio de acceso a la sala principal–. Sans propone un gran espacio abierto que hospeda las casi cien obras expuestas sin que pueda colegirse de su agrupación otro criterio que el meramente acumulativo, ni encuentre el visitante un hilo distinto al de su pertenencia al presente, caracterizado, en su caso, por una preferencia por los grandes objetos sustitutos de las instalaciones, la salvaguarda de algunos nombres inamovibles y, sobre todo, la preferencia del objeto –dominante en la última feria de Basilea–, que aquí acoge todo tipo de quincallería monumental. No puedo asegurar que aquí se exponga el futuro del arte chino contemporáneo, siquiera que haya rastro indeleble de su historia reciente, pero de serlo es un futuro desenfrenado, invadido, rebosante, desvergonzado y con un desolado fondo de dolor inexpresado.
Paseo por The Factory 798
Sorprendentemente, aunque el pasado del arte contemporáneo chino apenas si suma las tres décadas de existencia, ya ofrece un relato histórico más o menos mitologizado y, desde luego, tiene sus lugares de culto. El Ullens está situado frente a la librería-café Timezone & Arts Books, en The Factory 798, un antiguo complejo industrial electrónico que aún conserva un centro de investigación, en el que, desde mediados de los años ochenta, los artistas emplazaron sus estudios y, una década después, el Instituto Central de Bellas Artes alquiló una vieja planta de la fábrica 798, que le da nombre. Hoy es un acogedor conjunto de galerías de arte, cafés y restaurantes y tiendas en las que cabe encontrar desde lo peor a lo más selecto que se produce en Beijing.
Así, para empezar por la excelencia, la Galería Continua –con sedes en San Gimignano, en la toscana italiana, en Le Moulin, en Francia, y aquí–ofrece una de sus rotundas muestras colectivas, Unmoved, “un concepto en constraste absoluto con la dinamicidad que China ha experimentado en los últimos años”, que reúne piezas excepcionales de Sun Yuan (1972) y Peng Yu (1974) –miembros integrantes del grupo original que gestó la Factory–, que actualmente parecen haber cambiado la ferocidad denunciante de aquellas obras –siameses alimentados con transfusiones de su sangre, para poner sobre el tapete las leyes malthusianas chinas–, por otras más sarcásticas –así, la extraordinria reunión de viejos, reconocibles como posibles representantes de los líderes ideológicos de las nacionalidades del mundo, moviéndose sincopadamente en sus sillas de ruedas– o perifrásticas –un gigantesco container de desechos de construcción que choca contra las paredes de la sala “dibujando” su destrucción–; junto a ellos, la italiana Sabrina Mezzaqui (1964), con dos vídeos tan delicados como sugerentes, los rusos Ilya y Emilia Kabakov (1933 y 1945) y otros.
El presente convulso
Por su parte, el espacio Long March, de evocativo nombre, reúne una selección de artistas chinos contemporáneos, de lectura conjunta e individual muy diferente a la caótica de Jerôme Sans. En ésta prima una lectura política de la transmisión de ideas y de la transformación de los lenguajes, con piezas memorables de Zhou Xiaohu (1960), con sus maquetas que rememoran cómicamente los actos propagandísticos del maoismo –una de las cuales integra la colección del CAAC de Sevilla– y un vídeo de sus uniformados personajes reflejándose en una sepulcral pirámide blanca. También los documentos-fotografías de Ma Hang, titulados Long March Critique-From Blood, que emparejan un auto represivo del siglo XIX con una representación especular de las autocríticas durante la Revolución Cultural. El presente y sus convulsiones sociales están más que presentes en las preocupaciones de los artistas que hoy exponen en Beijing. Wen Fang (1976) ha dispuesto en la Photo-Gallery –con otra sede en París– una ordenada sucesión de ladrillos de cemento estampados con los rostros de los trabajadores inmigrantes que han edificado el nuevo Pekín, y que tiene algo, a la vez, de juego de mahjong y de alineación militar.
Mao Tongqiang, 20 de septiembre de 2006
Un presente que se hace igualmente vigente en las exposiciones del segundo centro artístico de Beijing. Mao Tongqiang (1960), conocido por sus grandes lienzos con rostros femeninos de colores fosforescentes, ha instalado en China Art Archives & Warehouse, miles de pequeños aperos agrícolas, guadañas de mano, mazos, etc., en una ocupación del espacio que me recuerda la habitación de tierra (The Earth Room) de Walter de Maria, y que me parece un homenaje tanto a los campesinos que han sido expulsados de sus tierras como a aquellos que quieren abandonar sus campos y lo tienen completamente prohibido. Al fin y al cabo dóciles instrumentos anónimos.
Por su parte, Xiong Wenyun muestra en Three Shadows Photography Art Centre (el primero dedicado a la fotografía contemporánea en China, fundado por el artista Rong Rong) el resultado de diez años de trabajo recorriendo las aldeas del Tibet, en un conjunto de fotografías e instalaciones, bajo el título Moving Rainbow. Wenyun se sirve del color y del suceso, bien cuando recoge las imágenes de los toldos coloreados de los camiones como instalaciones naturales, bien cuando pinta piedras y otras objetos con colores luminosos, bien cuando alegra las humildes casas de los pueblos con sus telas teñidas y brillantes. Quizás su permanencia en una región tan castigada y que ha protagonizado la exigencia occidental y democrática al gobierno chino, sea una forma correcta de concluir este trayecto, una gota de agua en lo que está convirtiéndose en un agitado océano.
Mariano Navarro, Arte desde Beijing, El Mundo-El Cultural, 31 de julio de 2008
10 imprescindibles
1. Cai Guo-Qiang (Quanzhou City, 1957) ha participado en la Bienal de Venecia 2005, ha expuesto en el Metropolitan y en el MOMA de Nueva York o en la Tate Modern de Londres. Es director de las ceremonias de apertura y cierre de los Juegos.
2. Ai Weiwei (Beijing, 1957) es uno de los artistas chinos más influyentes. Ha participado en Venecia (1999), Sydney (2006) y en Documenta 12 (2007). Colaboró con Herzog & De Meuron en el estadio olímpico, aunque se ha desmarcado del proyecto convirtiéndose en una de las voces críticas.
3. Zhang Xiaogang (Kunming, 1958) forma parte del Realismo Cínico, con un lenguaje ácido e incisivo como respuesta a la opresiva política. Sotheby’s vendió el pasado octubre una de sus Family Series por más de un millón de dólares y está presente en la Colección Saatchi.
4. Yue Minjun (Daqing, 1962), líder del Realismo Cínico, su trabajo se caracteriza por la representación de seres clonados. Ha participado en las bienales de Guangju (Corea) y Shanghai (China) en 2004.
5. Zhang Dali (Harbin, 1963) trabaja en torno a la transformación sufrida por Beijing en la última década. En sus obras más conocidas pinta con spray cabezas en edificios a punto de ser derruídos. Está presente en la Colección Saatchi.
6. Liu Wei (Beijing, 1965) empezó a finales de los 90, trabajando con videoinstalaciones y dibujos generados por ordenador. Sus piezas se centran en el exceso, el caos y la ansiedad propios de la cultura urbana. Ha participado en la IX Bienal de Lyon (2007).
7. Zhang Huan (Wuhan, 1966) es uno de los más destacados performances chinos. En sus acciones se sirve del dolor como arma de crítica social. En Santiago de Compostela pudimos asistir a una de sus performances en 2001.
8. Li Wei (Hubei, 1970) es más conocido como artista en los circuitos internacionales que en la capital china. En Madrid le hemos podido ver, en 2006, en Espacio Mínimo.
10. Cao Fei (Guangzhou, 1978), es una de las apuestas más jóvenes. Ha participado en las bienales de Moscú, Estambul y Venecia y en colectivas importantes como la organizada en 2006 por la Serpentine Gallery de Londres.