Si es de Duchamp, ¿es arte?
"A la pregunta sobre si puede considerarse esta chimenea una obra de arte habría que responder con otra pregunta del mismo Duchamp: 'Pero ¿se pueden hacer obras que no sean de arte?". Para Juan Antonio Ramírez, catedrático de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid y autor de Duchamp. El amor y la muerte incluso (Siruela, 2000), "tratándose de un objeto diseñado por Duchamp, que además puede ser el último y que sería el único original en España, tiene interés. Le pueden hacer un pequeño altar y con la de duchampianos que hay en el mundo seguro que hay colas. Sería la reliquia del gran santo laico. Por descontado, yo sería de los primeros en poner la mano encima".
Imagen de Marcel Duchamp
El objeto en cuestión es una sencilla chimenea diseñada por Marcel Duchamp (Francia, 1887-1968), artista clave en el arte del siglo XX, que se ha localizado en un apartamento de Cadaqués después de que se le hubiera perdido la pista tras su muerte en 1968. Para Gloria Moure, que fue la comisaria de la primera retrospectiva de Duchamp en España, en 1984, ha sido una sorpresa relativa. "Cuando preparaba la exposición, Tenny Duchamp [esposa del artista] me pasó incluso una polaroid con una fotografía de la chimenea construida que aún debo guardar en algún sitio. Entonces no la consideramos interesante para incluirla en la exposición", recuerda. "Él hizo la chimenea no como una obra de arte sino como hacía también un toldo u otra cosa, pero efectivamente no deja de ser un diseño creado por él que es, además, un vestigio de su estancia en Cadaqués. Para mí no es obra, pero eso quien debe decidirlo es su hijastra, Jackie Mounier Matisse, que gestiona los derechos".
Para Ramírez, más que la heredera "será el mundo del arte quien dilucide si es o no una obra de arte". En su opinión, aunque parece que hay documentos que confirman que la chimenea estaba hecha cuando Duchamp falleció, ese hecho "no tendría mucha importancia". "Si se hizo después fue a partir de su diseño, por lo que el valor es el mismo".
Está claro que se ha puesto a trabajar el mito. "Es una historia romántica típica del siglo XXI, equivalente a aquello de encontrar el dedo incorrupto...", comenta Bartomeu Marí, director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. "Duchamp hizo del mito materia y en muchas de sus obras pasó de una anécdota a un objeto. En este sentido, podemos hablar de un objeto de Duchamp. Si hasta ahora no había existido como pieza, seguro que entre todos acabaremos convirtiéndolo en obra de arte".
La crítica e historiadora Victòria Combalía, que también sabía de la chimenea aunque no había llegado a verla en directo, considera que "si es la que él hizo construir en Cadaqués, no hay duda de que es un duchamp". Aunque añade que como esta chimenea de formas simples y austeras hay otras similares en el mismo Cadaqués. La también crítica Estrella de Diego es más cauta y considera que "aunque mantenga la duda sobre si la obra es auténtica o no, lo que está claro es que la historia es fantástica". "Hablar de original en relación al autor del Urinario es absurdo y sólo interesa al mercado o los museos", añade, "lo bonito es que parece una broma muy duchampiana que se encuentre esta obra que él hizo sin pretensiones y que ahora, si se confirma, seguro que acabará siendo un objeto de culto".
Respecto a lo que pasaría de suceder algo así, José Guirao, historiador y director de La Casa Encendida de Madrid, apunta que podría trasladarse, cosa que ve difícil. "O permanecer allí creando algún mecanismo para que sea visitable". También considera que "es la típica obra duchampiana y tiene valor porque la hizo él; si hubiera sido cualquier otro artista podría considerarse una anécdota, pero en su caso no hay duda de que es una obra".
De todos los consultados, Vicenç Altaió, escritor y actual responsable del Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona, es el único que no sólo la ha visto sino que está metido de lleno en la investigación sobre la pieza. "Duchamp nos enseñó que lo importante es el proceso y la investigación, la obra es lo más secundario", afirma. "Su trabajo es lo contrario de la idolatría y el fetichismo. Esta chimenea y el apartamento que ocupó era un lugar que todos queríamos ver, y en mi opinión tiene dos lecturas: una es de carácter cultural y simbólico como lugar de memoria; y otra que es el valor de mercado que pueda tener si lo tiene. Duchamp decía que una obra no lo es hasta que lo dice el artista".
En lo que todos coinciden es en que si es obra suya hay que conservarla. También que ahora Duchamp debe de estar riéndose de todo esto en su tumba.
Catalina Serra (Barcelona), Si es de Duchamp, ¿es arte?, El País, 12 de agosto de 2008