Esplendor negado
A veces, las únicas explicaciones razonables para la realidad se hallan en las dimensiones de lo metafórico. Por eso resulta tan apropiado usar como título «la ciudad del espejismo» para la exposición dedicada a la arquitectura moderna en Bagdad diseñada entre las décadas de los años cincuenta y los ochenta, recientemente inaugurada en la sede del Colegio de Arquitectos de Cataluña. Aproximarse a la Historia de Bagdad supone sentirla como presencia tangible, físicamente contemporánea, de esas ciudades míticas borradas de la faz de la tierra, devastadas por su propia maldición, alegorías de la sombra humana.
Maqueta de la gran mezquita de Bagdad que diseñó Ricardo Bofill para Sadam Husein. Foto: EL PERIÓDICO [18-2-2008]
Capital de la paz. La capital en la que a lo largo de la Historia se han alternado períodos de gran prosperidad y esplendor con los conflictos más sangrientos fue fundada con el nombre de Madinat al-Salam, «Ciudad de la Paz», para enfrentarse a un destino de persistente destrucción y reconstrucción, de dolorosa incertidumbre sobre su realidad.
La experiencia de Bagdad es la de la superposición de las imágenes de la ciudad real con las de esa urbe imaginada, espejismo que contiene los elementos tradicionales y simbólicos que definen su identidad. Y esa identidad es la de la urbe cuyo refinamiento y suntuosidad eran reflejo de una exquisita cultura, que le hizo ser, entre los siglos IX y XIII, el mayor centro intelectual del mundo y, a mediados del XX, un avanzado vergel de progreso en Oriente Medio. Esta muestra de proyectos construidos y no construidos, planeados durante los mandatos de Faisal II y Sadam Hussein, constituye un cauce de profundo valor para dar inicio a un estudio completo sobre la influencia occidental en Bagdad. Permite no sólo descubrir un fragmento muy desconocido de la Historia de la arquitectura durante el siglo XX -apenas investigada por especialistas occidentales, mientras que los escritos en árabe realizados por expertos iraquíes han sido escasamente traducidos-, sino contribuir también a tirar por tierra el desconocimiento y las concepciones tergiversadas acerca de su identidad cultural, haciendo posible comprender otra historia y reconocer la fuerza de esa metrópoli.
Universidad de Bagdad, Gropius
En transformación. La modernidad arquitectónica penetró en Bagdad a partir de 1955, cuando la Oficina de Desarrollo Iraquí decidió emprender su transformación en una gran urbe y convocó a arquitectos occidentales para solicitarles el diseño de diferentes proyectos de planificación así como equipamientos culturales y cívicos. Frank Lloyd, Wright, Le Corbusier, Walter Gropius, Alvar Aalto, Josep Lluís Sert, Willem M. Dudok o Constantinos A. Doxiadis desarrollaron proyectos que corrieron distinta suerte: algunos, materializándose bajo la supervisión de sus autores o de manera póstuma; otros, no llegando nunca a ser construidos a causa de los diferentes avatares políticos que sacudieron Irak durante los años sesenta y setenta; unos terceros, bombardeados en los sucesivos conflictos y ocupaciones de las últimas décadas. Edificios que supusieron una influencia decisiva sobre los arquitectos locales para trazar las líneas de un lenguaje propio. La subida al poder de Sadam Hussein y su deseo de transformar Bagdad en la capital de los Países No Alineados a comienzos de los ochenta supuso reconcebir de nuevo la ciudad, convocando para ello a algunos de los principales representantes de la posmodernidad, como Ricardo Bofill y Robert Venturi.
La exposición desvela edificios como la Embajada de Estados Unidos de Sert (1955-59), las instalaciones deportivas Sadam Hussein, diseñadas por Le Corbusier (1955, concluido en 1983), la sede de la Oficina de Desarrollo y Ministerio de Planificación (1958), de Gio Ponti, el Campus de la Universidad de Bagdad (1957), de Gropius, y los proyectos de Venturi y Bofill para la Gran Mezquita Nacional de Bagdad, que aspiraba a ser la mayor del mundo musulmán.
Una cuestión crucial sobre Ciudad del Espejismo es la decisiva intervención del azar en su gestación. Una serie de situaciones no buscadas suscitaron en Pedro Azara, su comisario, la curiosidad que le conduciría a hallar un legado arquitectónico que dibuja el otro rostro de un país, contando con el importante apoyo de Ignacio Rupérez, embajador de España en Bagdad. Ese hilo de casualidades, que nunca suceden fortuítamente y terminan culminando en un trabajo valioso -como lo es esta exposición-, surgen como por algún designio en un momento de profunda crisis para los significados de la arquitectura, marcado por los vecinos Emiratos Árabes, los petrodólares y la falta de escrúpulos de conocidos arquitectos.
El valor del petróleo. Si las situaciones por las que emergen ambas motivaciones de desarrollo urbano y arquitectónico en cada uno de sus momentos tendrían como punto de origen común la prosperidad económica brindada por el petróleo, la esencia y la resultados no podrían estar en una oposición más diametral. El compromiso que movió a los arquitectos, tanto occidentales como iraquíes en el período que aborda la exposición, se opone a la megalomanía y carencia de todo conocimiento y sensibilidad con la que se está construyendo y dando imagen a ciudades como Dubai o Abu Dhabi. El sueño moderno de Bagdad, desde sus escombros, nos lega el mensaje de que la visión que tuvieron aquellos maestros estaba ante todo sustentada por un sentir respetuoso en el cual subyacía una intención de comprender el lugar, la intensidad de su Historia y la esencia transhistórica de su sueño urbano. Una lección de actitud contrapuesta a los delirios y la prepotencia de las estrellas del mundo actual.
«El 8 de abril de 2003, mientras las explosiones se intensificaban, veía desde el tejado de mi casa el fuego y el humo ascendiendo por todas partes, el sonido de los pesados vehículos militares acercándose a la ciudad, y todas las imágenes pasadas y presentes de Bagdad me vinieron a la cabeza; me di cuenta de que si sobrevivía sería testigo de la formación de una imagen de la ciudad completamente nueva», escribe la arquitecta Ghada Al Siliq, evocando su vivencia del último episodio sangriento de la Historia de Bagdad: la invasión norteamericana apoyada en el argumento de las armas de destrucción masiva que supuso no sólo la muerte de miles de personas, sino también la destrucción definitiva de una parte fundamental del inmenso patrimonio cultural iraquí, perteneciente a su vez a la humanidad.
Impotencia. Más allá de su importancia como investigación documental, el más profundo valor de Ciudad del espejismo es su capacidad para incitarnos a pensar y sentir la idea de la impotencia de la arquitectura; en su destrucción como metáfora del dolor por la pérdida absolutamente irreparable de la vida y de la memoria; en poder conmovernos ante la masacre sufrida y la incertidumbre que se cierne sobre Bagdad; comprender estas palabras de Al Siliq: «La imagen del Bagdad de los últimos años está más allá de cualquier expectativa. Más allá de lo que las palabras escritas puedan describir. Y la imagen del futuro es todavía vaga e indefinible».
Maqueta de la gran mezquita de Bagdad que diseñó Ricardo Bofill para Sadam Husein. Foto: EL PERIÓDICO [18-2-2008]
Capital de la paz. La capital en la que a lo largo de la Historia se han alternado períodos de gran prosperidad y esplendor con los conflictos más sangrientos fue fundada con el nombre de Madinat al-Salam, «Ciudad de la Paz», para enfrentarse a un destino de persistente destrucción y reconstrucción, de dolorosa incertidumbre sobre su realidad.
La experiencia de Bagdad es la de la superposición de las imágenes de la ciudad real con las de esa urbe imaginada, espejismo que contiene los elementos tradicionales y simbólicos que definen su identidad. Y esa identidad es la de la urbe cuyo refinamiento y suntuosidad eran reflejo de una exquisita cultura, que le hizo ser, entre los siglos IX y XIII, el mayor centro intelectual del mundo y, a mediados del XX, un avanzado vergel de progreso en Oriente Medio. Esta muestra de proyectos construidos y no construidos, planeados durante los mandatos de Faisal II y Sadam Hussein, constituye un cauce de profundo valor para dar inicio a un estudio completo sobre la influencia occidental en Bagdad. Permite no sólo descubrir un fragmento muy desconocido de la Historia de la arquitectura durante el siglo XX -apenas investigada por especialistas occidentales, mientras que los escritos en árabe realizados por expertos iraquíes han sido escasamente traducidos-, sino contribuir también a tirar por tierra el desconocimiento y las concepciones tergiversadas acerca de su identidad cultural, haciendo posible comprender otra historia y reconocer la fuerza de esa metrópoli.
Universidad de Bagdad, Gropius
En transformación. La modernidad arquitectónica penetró en Bagdad a partir de 1955, cuando la Oficina de Desarrollo Iraquí decidió emprender su transformación en una gran urbe y convocó a arquitectos occidentales para solicitarles el diseño de diferentes proyectos de planificación así como equipamientos culturales y cívicos. Frank Lloyd, Wright, Le Corbusier, Walter Gropius, Alvar Aalto, Josep Lluís Sert, Willem M. Dudok o Constantinos A. Doxiadis desarrollaron proyectos que corrieron distinta suerte: algunos, materializándose bajo la supervisión de sus autores o de manera póstuma; otros, no llegando nunca a ser construidos a causa de los diferentes avatares políticos que sacudieron Irak durante los años sesenta y setenta; unos terceros, bombardeados en los sucesivos conflictos y ocupaciones de las últimas décadas. Edificios que supusieron una influencia decisiva sobre los arquitectos locales para trazar las líneas de un lenguaje propio. La subida al poder de Sadam Hussein y su deseo de transformar Bagdad en la capital de los Países No Alineados a comienzos de los ochenta supuso reconcebir de nuevo la ciudad, convocando para ello a algunos de los principales representantes de la posmodernidad, como Ricardo Bofill y Robert Venturi.
La exposición desvela edificios como la Embajada de Estados Unidos de Sert (1955-59), las instalaciones deportivas Sadam Hussein, diseñadas por Le Corbusier (1955, concluido en 1983), la sede de la Oficina de Desarrollo y Ministerio de Planificación (1958), de Gio Ponti, el Campus de la Universidad de Bagdad (1957), de Gropius, y los proyectos de Venturi y Bofill para la Gran Mezquita Nacional de Bagdad, que aspiraba a ser la mayor del mundo musulmán.
Una cuestión crucial sobre Ciudad del Espejismo es la decisiva intervención del azar en su gestación. Una serie de situaciones no buscadas suscitaron en Pedro Azara, su comisario, la curiosidad que le conduciría a hallar un legado arquitectónico que dibuja el otro rostro de un país, contando con el importante apoyo de Ignacio Rupérez, embajador de España en Bagdad. Ese hilo de casualidades, que nunca suceden fortuítamente y terminan culminando en un trabajo valioso -como lo es esta exposición-, surgen como por algún designio en un momento de profunda crisis para los significados de la arquitectura, marcado por los vecinos Emiratos Árabes, los petrodólares y la falta de escrúpulos de conocidos arquitectos.
El valor del petróleo. Si las situaciones por las que emergen ambas motivaciones de desarrollo urbano y arquitectónico en cada uno de sus momentos tendrían como punto de origen común la prosperidad económica brindada por el petróleo, la esencia y la resultados no podrían estar en una oposición más diametral. El compromiso que movió a los arquitectos, tanto occidentales como iraquíes en el período que aborda la exposición, se opone a la megalomanía y carencia de todo conocimiento y sensibilidad con la que se está construyendo y dando imagen a ciudades como Dubai o Abu Dhabi. El sueño moderno de Bagdad, desde sus escombros, nos lega el mensaje de que la visión que tuvieron aquellos maestros estaba ante todo sustentada por un sentir respetuoso en el cual subyacía una intención de comprender el lugar, la intensidad de su Historia y la esencia transhistórica de su sueño urbano. Una lección de actitud contrapuesta a los delirios y la prepotencia de las estrellas del mundo actual.
«El 8 de abril de 2003, mientras las explosiones se intensificaban, veía desde el tejado de mi casa el fuego y el humo ascendiendo por todas partes, el sonido de los pesados vehículos militares acercándose a la ciudad, y todas las imágenes pasadas y presentes de Bagdad me vinieron a la cabeza; me di cuenta de que si sobrevivía sería testigo de la formación de una imagen de la ciudad completamente nueva», escribe la arquitecta Ghada Al Siliq, evocando su vivencia del último episodio sangriento de la Historia de Bagdad: la invasión norteamericana apoyada en el argumento de las armas de destrucción masiva que supuso no sólo la muerte de miles de personas, sino también la destrucción definitiva de una parte fundamental del inmenso patrimonio cultural iraquí, perteneciente a su vez a la humanidad.
Impotencia. Más allá de su importancia como investigación documental, el más profundo valor de Ciudad del espejismo es su capacidad para incitarnos a pensar y sentir la idea de la impotencia de la arquitectura; en su destrucción como metáfora del dolor por la pérdida absolutamente irreparable de la vida y de la memoria; en poder conmovernos ante la masacre sufrida y la incertidumbre que se cierne sobre Bagdad; comprender estas palabras de Al Siliq: «La imagen del Bagdad de los últimos años está más allá de cualquier expectativa. Más allá de lo que las palabras escritas puedan describir. Y la imagen del futuro es todavía vaga e indefinible».
Fredy Massad, Esplendor negado, ABCD Las Artes y Las Letras, nº 861, 2 de agosto de 2008