Gentes y color

DON DE GENTES
(O EL ARTE EN HORA PUNTA)

Maider López
Valle Rivilla

Valle Rivilla: Escalinata para fondo turquesa, 2008. Mixta sobre tela. 28 x 52 cm.

Soy de los que piensan que en cada uno de nosotros existen tantos y distintos estados de calle como hay sin duda diferentes y plurales estados de ánimo, y en consecuencia de los que sostienen que hay o puede haber en cada artista tantos y tan variados estados de gente o estados de grupo como estados de intimidad o de soledad, o incluso de no quiero saber nada de nada ni de nadie, llevando esta teoría de los estados a su sensibilidad más extrema.

Maider López: Desde la playa 4, 2005. 1/5. Fotografía analógica 35 mm.
sobre papel Endura. RC brillo Kodak. 26,5 x 46 cm.

Tantos estados, en definitiva, de apetencia. De apetecernos lo uno o lo otro, o por decirlo a la altura y el cometido de estas líneas, de apetecernos y pedirnos el cuerpo en cada momento lo uno o los otros. Y entiéndase por lo primero el camino creativo que va hacia ese improbable espacio que llamamos el interior de uno mismo –y digo improbable porque algo así debía ser aquel concepto llamado alma que dejamos morir en el mismo pack en el que enterramos a dios y a otras viejas glorias y pértigas heredadas– y entiéndase por lo segundo la ruta que quizá se dirija hacia el mismo lugar, pero dando antes un rodeo exterior a través del encuentro o desencuentro con los demás. Con los otros.

Quehaceres y direcciones aparentemente contrapuestas, pero igual de recurrentes ambas no sólo en la grey artística, sino en esta especie humana que se define y autoretrata de mil formas distintas, pero que conforma a la larga una inmensa y global tribu de individuos que, antes que nada, acaban expresándose y manifestándose en su vertiente más terca como auténticos seres transitivos; o sea, que transitan, que indagan, que exploran, que aspiran a ensanchar, a conocer, a encontrar, a intercambiar, a comerciar, a amar, a compartir aquello que les impulsó a ponerse en camino.

Valle Rivilla: Espera para fondo gris, 2009. Mixta sobre tabla. 40 x 40 cm.

Puestas así las cosas, el libre albedrío del artista consistiría tan sólo en la facultad de poder elegir entre comenzar su introspección por la primera persona del singular, o hacerlo por el extremo contrario. Por el yo o por el ellos, y conscientes de que al hacerlo nos limitamos a escoger tan sólo un punto de partida, jamás de llegada. Porque el punto de encuentro de ambas, en caso de existir, anclaría irremediablemente obra adelante en aquel lírico y contundente Poesía eres tú que nos legaron los románticos, o en esa enorme y prosaica plaza pública y abierta a todos los vientos, las razas, las lenguas, las texturas y los colores que es el nosotros, primera persona del plural o cuarta y última del singular, según se mire, pues reúne en su bendita casa de acogida la compleja cosecha de las tres anteriores, y hasta podría conformar por sí misma esa hipotética cuarta pared del singular con la que completar esta alcoba a la que llamamos mundo. O al menos el pequeño mundo de relación al que cada uno pertenecemos. La celda, la célula, el entorno común, la gente alrededor, insisto…, nuestro pequeño mundo.

Un nosotros al que lanzarse o con el que enzarzarse ya sin remisión, sin red, sin paliativos, sin certidumbre previa alguna, sabiendo, eso sí, que bajo su advocación artística puede acontecer el hallazgo compartido, el coro unánime y el más sano y fructífero intercambio de líneas y matices, pero también el choque de trenes, la convulsión de los transbordos, la apilada asamblea de un campo de deportes, la playa atestada o el interminable y cíclico atasco al que tarde o temprano gustan abocarse los seres humanos.

Y frente a todo ello la grada, la silla del espectador, el ángulo y la perspectiva del testigo; el objetivo o el pincel desde el que ver o remover, hacer o deshacer, entrañar o desentrañar, sentir o resentir el magnífico espectáculo del ser gregario.

Valle Rivilla: La rebelión de los soñadores, 2008. Mixta sobre tabla. 70 x 40 cm.

O por decirlo de otra manera:

Maider López y Valle Revilla han accedido ahora a unir sus obras en el espacio común de una galería, de igual forma que procedieron antes a unir y reunir gente en el escenario de un formato artístico llamado fotografía, llamado pintura, llamado arte. Afrontaban al aceptar el reto los riesgos que conlleva toda unión consanguínea, pero quizá también la intuición de que su propuesta conjunta y exhibida en un mismo recinto podría convertirse ante los ojos y la percepción del futuro espectador en lo que el poeta y fotógrafo Duane Michals llamaba “un mismo camo de energía estética”.

Y así ha sucedido. Aunque jugaban con ventaja.

Porque en el casting previo al rodaje de sus obras habían elegido como protagonistas a esos seres que antes que cualquier otra manifestación hacen de su condición humana un permanente despliegue de imanes. Un ingente e indesmayable campo magnético donde sus sucesivas e incluso simultáneas capacidades de seducción, enredo, vértigo y fantasía se convierten a la larga en la causa final de sus alegrías, sus danzas, sus miserias y sus mayores desastres. Y es que a pesar de su pregonado amor a la soledad, su empecinada defensa del territorio propio e incluso la trágica facilidad con que propician ellos mismos tantas veces su periódico regreso a la intemperie, no cesan ni cesarán nunca de emitir nuevas ondas que rastreen al fondo de la acera pública o el pasillo privado, más allá del frío y la oscuridad, el abrigo final de un mano a mano. Poesía eres tú…

Y también esa cuarta persona del singular que somos todos, apilados, reunidos, adosados, amados u odiados, juntos al fin y al cabo. Imperfectos, contradictorios, insospechados siempre.

Maider López: Ataskoa aérea curva, 2005. 3/5. Fotografía digital sobre papel Endura RC brillo Kodak. 67 x 100 cm.

Como esas interminables colas de personas que atraviesan las telas de Valle Revilla y se pierden por los márgenes, sin desvelar el objeto de su afición o necesidad, o esa cámara de Maider López capaz de aguardar horas enteras frente a una fachada hasta que la vestimenta de un transeúnte al azar haga juego con ella y convierta de pronto el gris laborable de una pared sin más en una inaudita y extraña unidad cromática, existente hasta entonces sólo en la imaginación de la artista, pero finalmente real como la vida misma y recordándonos una vez más aquel emocionante Mañana pintaré hasta que llegue el color con que Van Gogh en sus Cartas a Theo volvió a darnos una lección estética tan sencilla como necesaria.

Seres que convergen, seres que coinciden, seres que comparten un mismo espacio, se tropiezan, discuten, se atropellan, empujan, se necesitan y aguardan
siempre hasta que llega el color. Esos seres que finalmente se aman, no lo olvidemos nunca, aunque en el camino se dejen tanta sangre. Ley de vida en común, espíritu de la colmena, aullido s de la manada, o el ying y el yang sin más de la ciudadanía en marcha y consciente de que, afortunadamente, los sagrados límites del yo siempre fueron muy vulnerables.

Voy por las calles de Manhattan, / recogiendo estas cosas…

Valle Revilla: Detrás del último viene otro, 2009. Mixta sobre tabla. 97 x 84 cm.

Así resumía el imprescindible Walt Whitman –oh captain, my captain– su poético zafarrancho por las calles y avenidas de la ciudad recogiendo pasos, parques, comercios, horarios y miradas; el grifo mal cerrado de la gente circulando en la rueda sin tregua de las horas punta del día. Voces y afanes tan distintos, hablando sin embargo un lenguaje al unísono que el poeta, como el artista, se limita a contemplar, sin omitir sus prisas, sus ruidos y sus sombras, pero buscando también unir en un mismo poema, fotografía o pintura, la masa y la argamasa con que celebrar la suma de latidos, la multiplicación de tactos, la dispersión que conduce al milagro final de una inesperada coincidencia cromática, un inmenso y sugerente campo de energía estética que a Whitman le lleva finalmente a exclamar…

Jubilosa voz del camino público, / tú me expresas mejor / de lo que yo mismo puedo expresarme…

Fernando Beltrán

Galería ArteSonado
Folleto de la Exposición del 12 de septiembre al 21 de octubre 2009. Calle del Rey, 9. La Granja de San Ildefonso, Madrid


Comisario: José María Parreño
Coordinación: Claudia Schaefer, José María Parreño.
Maqueta: Sergio Jiménez.
Edición y producción: galería arteSonado.
Impresión y encuadernación: VA Impresores S.A.
Con la colaboración de: Distrito 4 Contemporary Art Gallery.


Gracias a Valle Rivilla por permitirnos reproducir estos retazos de arte...