El Gobierno rinde homenaje a Miquel Àngel Marín, el hombre que 'salvó' el Prado
El Consejo de Ministro del pasado día 22 de enero de 2010 aprobó un real decreto por el que se concede la Orden de las Artes y las Letras de España a los representantes de los nueve museos del Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte Españoles, que evitó la destrucción de las obras del Museo del Prado en 1939. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, entregó el 25 de enero en Madrid las distinciones, en un acto que salda una deuda histórica con ese comité internacional, pero que vuelve a dejar en el olvido la figura del diplomático catalán Miquel Àngel Marín, que fue uno de los artífices del llamado Acuerdo de Figueres, que permitió salvar las mejores obras del Prado.
La odisea de un tesoro. El camión que llevaba 'La familia de Carlos IV', de Goya, a punto de salir hacia Valencia para iniciar un periplo que acabó con las obras del Prado en Ginebra / ARCHIVO
El gobierno de la República, temeroso de que los bombardeos de la aviación franquista dañasen los tesoros de la pinacoteca madrileña, mandó evacuar las obras más importantes en noviembre de 1936 a Valencia. Más tarde, cuando la guerra avanzaba, las trasladó a Catalunya y las escondió en tres depósitos cercanos a la frontera (el castillo de Peralada, el castillo de Sant Ferran de Figueres y la mina Canta de La Vajol). Uno de los primeros en movilizarse fue el pintor Josep Maria Sert, que pese a estar del lado franquista era una personalidad respetada y además gran amigo de Joseph Avenol, secretario general de la Sociedad de Naciones, quien había estado varias veces invitado en su residencia veraniega del Mas Juny, en la Costa Brava. Ellos impulsaron la creación de un comité internacional con los responsables de los más importantes museos del mundo, constituido a finales de enero de 1939. En total 11 miembros, presididos por David Weil, presidente a su vez del Conseil des Musées Nationaux, y con Jacques Jaujard, como secretario, y con presencia de los grandes museos (Louvre, Metropolitan, Tate, Rijksmuseum...). El objetivo era negociar un acuerdo con el gobierno de la República para trasladar las obras desde los depósitos en el Alt Empordà hasta un lugar seguro y neutral como Ginebra.
Y ahí aparece Miquel Àngel Marín, director de la Sección Política y Diplomática del Ministerio del Estado y asesor del ministro Julio Álvarez del Vayo, quien lo requiere en Figueres como experto jurídico para redactar el acuerdo. El 3 de febrero de 1939, cuando estaba ya a punto de caer Girona en manos de los nacionales, se firmó el acuerdo de Figueres por el que el gobierno de la República accedía a trasladar las obras a Ginebra y aceptaba que una vez finalizada la guerra fueran devueltas al gobierno que hubiera. El profesor Arturo Colorado, director del congreso internacional Patrimonio, guerra civil y posguerra, que se inició ayer en Madrid, y comisario de la exposición Arte salvado, inaugurada también ayer frente al Museo del Prado, es prácticamente el único que ha reconocido el papel de Marín. En su obra Éxodo y exilio del arte, Colorado llega a la conclusión de que las nueve cláusulas del acuerdo redactadas en francés fueron escritas por los representantes del comité internacional, pero los añadidos a mano y un post scriptum a máquina con otra cláusula fueron redactados y escritos por Marín.
Tras un consejo de ministros celebrado en el castillo de Sant Ferran de Figueres, entre cinco y siete de la tarde se celebró la definitiva reunión entre miembros del comité internacional y del gobierno republicano. Durante todo el día los savoyas italianos habían bombardeado Figueres y habían conseguido destruir la central de energía de la ciudad. En un artículo publicado en la revista Historia y Vida, en 1988, Miquel À. Marín lo explicaba así: "El redactado tuve que hacerlo fuera del despacho, en la plaza del castillo, a la luz de los reflectores de un Opel y de una lámpara de tracción manual que hacía funcionar mi amigo y compañero en el ministerio Vicente Herrero Ayllón, al mismo tiempo que corregía mi francés". A las siete de la tarde, se estamparon sobre el documento las firmas del ministro Álvarez del Vayo y del delegado del comité internacional, Jacques Jaujard. En calidad de testigos firmaron Miquel À. Marín, Timoteo Pérez Rubio (presidente de la Junta del Tesoro Artístico) y Neil Mac Laren (delegado de la National Gallery de Londres).
Marín marchó al exilio como el resto del gobierno y se llevó sus recuerdos. Sólo tras volver, al jubilarse, accedió a explicarlo. "De la misma forma que se firmó ese acuerdo habría sido muy beneficioso un pacto durante la retirada, se habrían evitado muchas muertes de última hora", añadía en 1998, con su tono pausado y humilde, aunque algo dolido de que la democracia no le hubiese reconocido sus méritos.
Entre el 4 y el 9 de febrero de 1939 cruzaron la frontera por El Pertús un total de 71 camiones que transportaban los tesoros del Museo del Prado. Las grandes obras de Velázquez, Goya, Murillo, Ribera o el Greco atravesaron los Pirineos mezcladas entre miles de refugiados republicanos que huían en desbandada ante los bombardeos de la aviación franquista y la presión de las tropas nacionales que les pisaban los talones. Quienes custodiaban los camiones tuvieron que enfrentarse en más de una ocasión fusil en mano con los refugiados que pedían un lugar en los vehículos y no entendían que tuviesen prioridad unos extraños bultos. El 12 de febrero fueron cargadas 1.845 piezas (pinturas, tapices, esculturas) en un tren especial en Perpiñán con destino a Ginebra. Allí llegó ese cargamento y no fue hasta el 7 de septiembre cuando regresó de nuevo a Madrid, una vez concluida la Guerra Civil, tal como se había pactado. Se cumplía la voluntad expresada en frase solemne por el presidente de la República Manuel Azaña: "El Museo del Prado es más importante para España que la República y la Monarquía juntas".
PERFIL DE UN DIPLOMÁTICO DISCRETO: De asesor de la República a jefe de misión de la ONU
Miquel Àngel Marín (1906-2001) había nacido en Benabarre, en la Franja, pero se consideró siempre un "figuerense" –y así quiso que constara en su esquela– porque muy pronto su familia se fue a la capital del Alt Empordà. En Figueres estudió el bachillerato y fue amigo de Ramon Canet, Alexandre Deulofeu, Joan Xirau, Jaume Miravitlles y Salvador Dalí.
Estudió Derecho en la Universitat de Barcelona, fue uno de los principales dirigentes de la Federación Universitaria Escolar (FUE) y profesor en la Universitat Autònoma, antes del 36. Durante la contienda ocupó cargos en la Conselleria de Justícia, en el Ministerio de Estado y en la embajada española en la Sociedad de Naciones. Tras participar en el acuerdo de Figueres, marchó al exilio. En Francia intervino en otro acuerdo fundamental entre la Francia de Pétain y el México de Cárdenas para permitir que muchos refugiados españoles viajasen hacia América. Él también lo hizo y allí se convirtió en gerente de la editorial Minerva, que publicó obras de exiliados españoles. Luego lo fichó la ONU y se fue a Nueva York. Intervino en misiones tan delicadas como el conflicto de Cachemira, las elecciones de Ruanda en 1961 o la crisis de los misiles en Cuba. Cuando dejó La Habana, se olvidó su pijama y unos días después lo recibió con una caja de puros de Fidel Castro. Llegó a ser director de la división política de la ONU y jefe de la misión en Jerusalén (1967-1971). Ya jubilado, regresó a Catalunya, donde fue miembro de la Comissió Jurídica Assessora de la Generalitat y profesor en la Pompeu Fabra.
Josep Playà Masep, El Gobierno rinde homenaje a Miquel Àngel Marín, el hombre que 'salvó' el Prado, La Vanguardia, 26 de enero de 2010
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