Antonio del Castillo: De trazo seguro

Tal vez sea el exceso de facilidad para el dibujo de nuestros pintores lo que ha hecho que sea olvidado como técnica irrelevante, marginal. La actual muestra se inscribe en la línea de trabajo de la Fundación Marcelino Botín dedicada a solventar este error, a recuperar y valorar la importancia del dibujo en el arte español por medio de investigaciones rigurosas que se concreten en la publicación de un catálogo razonado complementado con la celebración de una exposición. El dibujo tiene valor como herramienta de trabajo que muchas veces refleja el momento verdaderamente creativo, los secretos del proceso que conduce a la obra clave, también como lugar en el que se concreta la grafía, la dicción más íntima o espontánea: la esencia, la impronta, la personalidad del autor. Por otro lado, el dibujo señorea un espacio propio como técnica específica con finalidad en ella misma.

Detalle de 'Escena campesina con pastor de espaldas', cedido por el Museo del Prado

Hispanistas extranjeros. Es curioso que el abandono, la falta de interés historiográfico por nuestro dibujo haya sido suplido por los trabajos de algunos hispanistas extranjeros, como ocurre en este caso con Antonio del Castillo (Córdoba, 1616-1668) al que le dedicó su tesis doctoral la norteamericana Priscilla Müller que realizó un primer catálogo razonado en 1963. La investigación actual y el comisariado de la exposición son responsabilidad de Benito Navarrete y Fuensanta García de la Torre, que han estudiado obras procedentes del Museo del Prado, la Real Academia de Bellas Artes, el Museo de Bellas Artes de Córdoba, la Galleria degli Uffizi de Florencia, el Museo del Louvre de París, la Kunsthalle de Hamburgo, el British Museum de Londres, el Museo Pushkin de Moscú, o el Museo Getty de Los Ángeles. Antonio del Castillo fue un autor prolífico, orgulloso de su capacidad como dibujante, de su destreza y de su inventiva, fue un referente, un admirado profesional en un momento de especial intensidad artística en Sevilla, Granada y Córdoba. Para Benito Navarrete, el dibujante más importante de todo el barroco español.

La exposición, dado que la mayoría de los dibujos están sin fechar, se ha organizado por temas: ángeles, vida de Cristo, apóstoles y santos, escenas narrativas y de martirio, y paisajes y escenas campesinas. Hay muchas composiciones reseñables, como el David con la cabeza de Goliat», pero lo más destacable es el tratamiento del paisaje, la composición de escenas rurales con zonas umbrías en el primer término y personajes dedicados a las labores de su vida cotidiana, que se integran en un delicado trabajo de perspectiva, de contextualización. En estos dibujos, realizados con la particular dicción y la soltura propios de la pluma de caña, se cruza el conocimiento del arte europeo, de las estampas de Hendrich Goltzius, Jacob de Gheyn II, Abraham Bloemaert, con los estudios del natural reseñados por sus biógrafos y con una eficaz retentiva.

El lápiz, los toques de albayalde sólido, la sanguina, son tratados a base de líneas. Rara vez emplea la aguada y el pincel. En general, utiliza pluma de caña con trazos increíblemente gruesos, y con rayados repetitivos, cruzados, que recuerdan la técnica del grabado, como ocurre en el San Andrés de la Hispanic Society de Nueva York. En la misma figura, utiliza la tinta diluida para las zonas de sombreado menos intenso y, sobre todo, para construir con sutileza las planos de las lejanías. Hay algunos dibujos sorprendentemente modernos, como Estudio de cabeza de anciano con turbante, en el que una misma dirección sirve de pauta para todo el dibujo que es atravesado por un rayado que diluye las formas.

Influencia de Góngora. Hay una gran agilidad en el trazo, una fluidez característica facilitada por la dulzura de la pluma de caña, técnica que aprende de Francisco de Herrera el Viejo. Esta rapidez en el trazo hace que pierda el interés por el claroscuro general de las figuras, que quedan estructuradas por puntos de intensidad que marcan las zonas clave del dibujo. En cambio, en las escenas al aire libre, como Pastores con rebaño en primer término o el excelente dibujo Campesinos con unos cerdos, hay una ordenación general del claroscuro, de las zonas umbrías proyectadas por los árboles y de la palidez que diluye las formas en la distancia. Construye de manera personal la maleza, las grandes hojas, los troncos partidos, las ramas reverdecidas.

Exceptuando los trabajos dedicados a estudios arquitectónicos, toda la obra dibujada de Antonio del Castillo tiene un carácter suelto, fluido, de apunte rápido y trazo seguro. Es determinante, en la parte más personal, la influencia de Góngora, los placeres de la vida retirada, la vuelta a la naturaleza, el entusiasmo por la vida del campo. Fue un artista integral, culto, poeta, intelectual, que tuvo un gran reconocimiento profesional en vida y una amplia línea de seguidores que se han basado en su obra hasta bien entrado en siglo XIX.

Gabriel Rodríguez, De trazo seguro, ABCD Las Artes y Las Letras, nº 853, 7 de junio de 2008