Ferrer i Guardia y el movimiento dadá

Man Ray estudió en la Modern School de Nueva York, fundada por anarquistas para perpetuar el recuerdo y legado del pedagogo Ferrer i Guàrdia | Como a Duchamp o Ray, vanguardias, guerras y revoluciones dispersaron a los alumnos de 'la Ferrer'

Una exposición en el MNAC barcelonés repasa los inicios del antimovimiento artístico dadá. Con motivo de esta inauguración, el suplemento Cultura/s dedica un monográfico al dadá y revela la influencia que las ideas del pedadogo Francesc Ferrer i Guardia, fusilado en el castillo de Montjuïc en 1909, ejerció sobre algunos fundadores de este movimiento.

La exposición Duchamp, Man Ray, Picabia, que mañana se inaugura en el MNAC de Barcelona, incide en la individualidad de cada uno de estos artistas y en la comunidad espiritual e ideológica establecida entre ellos. A pesar de que cada uno puede estar incluido en el grupo de los dadaístas y los surrealistas, ninguno hizo nunca gala de pertenecer a ningún grupo, ni de vincularse a ninguna corriente (a excepción de Picabia), puesto que, ante todo, su amistad se consolidó mucho antes de que lo hicieran el dadaísmo y el surrealismo.

La Modern School de Nueva York en una imagen de 1912


Dos europeos, –Picabia (1879-1953) y Duchamp (1887-1968)– y un norteamericano –Man Ray (1890- 1976)– coincidieron en Nueva York alrededor de 1915 y desde entonces ejercieron la independencia de espíritu, la subversión y la constante necesidad de inventar. Duchamp y Picabia huían de las autoridades militares que les obligaban a combatir en la Primera Guerra Mundial; se conocían desde 1911 a raíz del Salon d'Automne y desde aquel momento les unió una amistad intensa que compartía una semejante idea del arte y la arraigada costumbre de leer El único y su propiedad de Max Stirner y La voluntad de poder de Nietzsche, autores que les ofrecían el fundamento filosófico de sus respectivas obras y afirmaban su individualismo y su egoísmo recalcitrante y generoso.

Por las mismas fechas, Emmanuel Radnitsky, conocido como Man Ray, el más joven de los tres, tenía la costumbre de leer los mismos libros que sus amigos. Había ingresado en la Ferrer School o Modern School en 1912; era hijo de una familia modesta de emigrantes que se había instalado en Brooklyn siete años antes y había cursado estudios de dibujo y diseño industrial. Frecuentaba la Galería 291, situada en el mismo número de la Quinta Avenida, y su propietario, el fotógrafo Alfred Stieglitz, le recomendó matricularse en la Ferrer: una escuela adecuada al temperamento curioso e insatisfecho de Ray, donde podría encaminar su formación más allá de las tendencias estéticas, las técnicas artísticas y los soportes materiales.

La escuela ofrecía numerosos cursos de dibujo del natural, técnico, acuarela y artes gráficas, así como de literatura, filosofía y ciencias naturales. Man Ray se matriculó en la Ferrer y como recuerda en su Autobiografía, "todos los cursos eran gratuitos y algunos escritores y pintores célebres ejercían generosamente de profesores. De hecho, todo era libre, incluso el amor. Se desaprobaba la mayor parte de las convenciones impuestas por la sociedad. [...](...) Todo el interés artístico del centro Ferrer es el de instaurar la idea que cada estudiante es su propio maestro, que todos pueden aprender de todos e incluso del azar. [...](...) La búsqueda de placer, de la libertad y de la realización de la individualidad, son los únicos motivos de la raza humana, susceptibles de adquirir en nuestra sociedad, a través de la obra creativa".

El aprendizaje artístico de la escuela consistía en realizar en veinte minutos apuntes de un modelo del natural; la rapidez del gesto contrastaba con la quietud del modelo, ofreciéndole a este un movimiento gestual de eficaz expresividad. Cuando Ray pudo ver el Desnudo bajando la escalera de Marcel Duchamp en la Armory Show comprendería el propósito del artista, a quien vincularía con su maestro Robert Henri (maestro también de Edward Hooper), que instaba a sus alumnos a inspirarse en temas eminentemente urbanos, en el dinamismo y la vitalidad de la ciudad industrial; temas que permitían la pincelada rápida e impresionista (de ahí la fascinación de Henri por la danza de Isadora Duncan).

Alumnos de la Modern School de Detroit en 1914. Los que aparecen sentados en primera fila sostienen un retrato de Ferrer i Guàrdia

Para Ray, los cursos en la Ferrer fueron determinantes para toda su existencia, desde su maestro Robert Henri hasta Emma Goldman, que le mostraría las contradicciones del individualismo y de la lucha obrera, el camino de la desobediencia civil de Thoreau y los bosques solitarios de Walden; con el maestro Will Durant de quién aprendería que la civilización es una carga antropológica que necesita liberarse de su pesadez y actualizarse en la tradición crítica. Fue Durant quien introdujo a Ray en la lectura de Max Stirner y El único y su propiedad, de Nietzsche, Tolstoi y Walt Whitman. A su vez, Marcel Duchamp confesaría años más tarde que su obra 3 stoppages étalon estaba directamente inspirada en la obra de Stirner y en las leyes del azar.

La Ferrer School tenía un reconocimiento explícito entre los intelectuales y artistas de Nueva York; se había fundado en 1910, apenas un año después del fusilamiento de Francesc Ferrer i Guàrdia en el castillo de Montjuïc de Barcelona. Una escuela cuyo objetivo era la formación de la persona en sus facultades intelectuales, sociales y físicas; la única educación, según sus autoridades, capaz de proveer del espíritu crítico necesario en una civilización desconcertada y de despertar a la clase obrera su propia conciencia de clase.

La impulsora de tal empresa era Emma Goldman –líder del movimiento anarquista de Estados Unidos, defensora de la contracepción, la libertad y la autonomía de la mujer y de la infancia. Emma Goldman, desde Mother Earth, su publicación periódica, había denunciado el asesinato de Ferrer i Guàrdia perpetrado por el gobierno español y la iglesia católica y había solicitado a las multitudes anarquistas los fondos necesarios para fundar una asociación que perpetuara el recuerdo y el espíritu de Ferrer i Guàrdia.

Adolf Wolff, escultor, poeta y maestro de la escuela, preguntaba desde las páginas de la revista de la institución: "¿Qué es la Modern School? Es una especie de laboratorio de alquimia, donde se elabora la piedra filosofal de la educación. Es la gran experiencia pedagógica de la nueva sociedad... Incita a la investigación y a la crítica."

La Ferrer School defendía y practicaba las ideas pedagógicas del líder catalán –que había colaborado en varias ocasiones en Mother Earth– y estaba situada en un edificio de la calle 107, 63 Este, en pleno barrio de Harlem, en Nueva York. La Ferrer publicaba una revista con poesía, prosa, arte y artículos sobre educación y libertad. Entre sus maestros y colaboradores figuraban, entre otros, Jack London, John Reed, Alexander Berkman, Upton Sinclair, Hart Crane, Wallace Stevens, William Carlos Williams, Margaret Sanger, Isadora Duncan, Eugene O'Neill, los pintores Adolf Wolff y Robert Henri...

El director académico en aquellos primeros años era Will Durant (1885-1978), filósofo y pedagogo, autor de Una historia de la civilización, que comenzó a publicarse en 1935 y que ganaría el Premio Pulitzer en 1968 por el décimo volumen, Rousseau y la civilización. Su primera obra, La filosofía y el problema social (1917), incidía en la necesidad de actualizar la relación entre el pensamiento y la acción social, desde la situación real de la sociedad y los nuevos problemas que la modernidad provocaba con la transformación de las clases sociales.

La atención a la práctica artística era un elemento que distinguía a la Ferrer de cualquier otra escuela; lo que pretendían sus maestros era enseñar a saber, a descubrir y a conocer la identidad propia a través de la expresión formal: la única capaz de manifestarse libre de cualquier coerción, prejuicio o retórica. La práctica artística era, por la misma razón, el medio y la forma más adecuada para la expresión del yo más profundo e íntimo (sic) de la persona, la primera en sorprenderse de las formas artísticas que adaptaba su temperamento expresivo y estético.

Fue en el mismo centro de la Ferrer School donde Man Ray expuso sus primeras obras en diciembre de 1912 y gracias a su magisterio decidió dedicarse a la pintura y abreviar su excéntrico nombre original por aquel por el que sería conocido más tarde. En esa primera muestra de Man Ray figuraban óleos, tintas y lápiz sobre papel y acuarelas; los temas eran eminentemente urbanos, en los desnudos podía reconocerse la presencia compositiva de Cézanne y Matisse y una libre expresión ciertamente muy propia. Después de conocer a Picabia y a Duchamp, los tres amigos tenían la costumbre de tomar sus copas en el bar de la Ferrer, regentado por una gitana que los tenía fascinados a los tres.

En febrero de 1913, se inauguró la Armory Show, la primera exposición de arte europeo que se celebraba en Nueva York, en Lexington Avenue; la selección de los artistas era arbitraria, desde Delacroix hasta Picasso y desde Ingres a Matisse. Marcel Duchamp tenía expuestas cuatro obras, entre otras el Desnudo bajando la escalera, nº2 y Picabia, tres. Picasso y Braque apenas estaban representados.

El efecto que produjo la Armory en el ánimo del estudiante Ray fue deslumbrante y aleccionador. Veía allí expuestas sus abstracciones formalizadas. El descubrimiento del arte moderno le afirmaba en su posición como pintor y fotógrafo y se compraba la primera cámara fotográfica para la reproducción de sus propias telas. Desde 1915, publicó en la revista 291 del maestro Alfred Stieglitz, a la sazón casado con Georgia O'Keefe.

El Armory Show tuvo un profundo efecto en muchos literatos y artistas estadounidenses. William Carlos Williams recordaba en su autobiografía (1951) que "¡no fue hasta que reparé en el Desnudo bajando una escalera de Marcel Duchamp que me eché a reír debido al alivio que me provocó! Sentí que me quitaba un gran peso del espíritu, algo que agradecí infinitamente".

Armory Show supuso el reconocimiento (sobre todo) de Francis Picabia, que acudía a la Galería 291, frecuentada por artistas, editores, profesores y alumnos de la Ferrer; allí expuso dieciséis telas y colaboró en Camera Work y 291, las revistas que financiaba el fotógrafo.

Mientras tanto, Guillaume Apollinaire publicaba en París Les peintres cubistes, entre los que figuraban Picabia y Duchamp. En 1915 fue movilizado como chófer en guerre, logró escapar a Nueva York y, de nuevo, se encontró con Ray y Duchamp y volvió a exponer con Stieglitz y Marius de Zayas, que dirigía la Modern Gallery.

En 1916 se detuvo en Barcelona donde contactó con los franceses exiliados en la ciudad: Albert Gleizes, Olga Sacharoff, Marie Laurencin, Serge Charchounne, Jean Metzinger, Robert Delaunay, Arthur Cravan, etcétera. En Barcelona fundó la revista 391, como homenaje a Stieglitz y financiada por Josep Dalmau; el desinterés de los artistas catalanes por la vanguardia –ocupados con el noucentisme y las revueltas anarquistas– le obligó a trasladarla a Nueva York, a París y a Zurich, y en 1922 volviò para exponer cuarenta y cinco obras en la galería de Josep Dalmau, acompañado por André Breton, que dió un conferencia en el Ateneu Barcelonés.

Walter Arensberg –crítico del New York Post, filósofo, poeta, jugador de ajedrez y coleccionista de arte– en una de las suntuosas cenas en su apartamento de Manhattan, con artistas, galeristas, mecenas e intelectuales, reunió a Ray, Duchamp y Picabia, Marianne Moore, H.-P. Roché, Beatriz Wood y Mina Loy, Edgar Varèse, entre otros. A partir de este momento la colaboración entre los tres fue constantemente irregular y su aprendizaje mutuo; digno de la Ferrer School, puesto que todos aprendían de todos.

Así lo recuerda Ray en su Autobiografía: "Los pintores de la generación de entonces intentaban pintar más libremente. En cuanto a mí, me había esforzado, en los últimos años, en liberarme totalmente de la pintura y de todo lo que implicaba la pintura en el aspecto artístico. A su manera, Duchamp hacía lo mismo: daba a entender que dejaría la pintura cuando acabara el Grand Verre... si nunca lo acababa. Este trabajo le ocupó meses, años, su obra era totalmente invisible, puramente cerebral, y por tanto, tangible. Era el equivalente de mil obras hechas por otros. Al contrario de otros creadores, Duchamp no quiso obtener ningún prestigio de este genero de trabajo."

Unos días después de que Estados Unidos declarara la guerra a Alemania, Duchamp, Ray, Arensberg, Joseph Stella y Beatriz Wood deciden probar la audacia de los neoyorquinos creando The Society of Independents Artists. Por dos dólares cualquiera podía exponer sus obras, exhibidas en la Gran Estación Central: expusieron más de mil doscientos artistas, la mayoría desconocidos. Duchamp se presentó con Fountain, un urinario puesto del revés y firmado por R. Mutt; la pieza entusiasmó a Stieglitz que le hizo una fotografía y Arensberg declaró "las curvas espléndidas", "sus líneas conmovedoras", su forma "liberada de su destino funcional". Sin embargo, el urinario no fue aceptado, Duchamp dimitió y la Fuente desapareció; al menos quedaría la fotografía de Stieglitz.

En el programa figuraban diversas conferencias, una de Arthur Cravan que había luchado en Barcelona con el campeón del mundo de boxeo Jack Johnson. Cravan llegó con media hora de retraso, completamente borracho, gruñó a la asistencia, abrió una maleta y fue tirando por el suelo ropa interior sucia. Dos guardias lo maniataron y se lo llevaron mientras Arensberg afirmaba: "Qué estupenda lectura." Man Ray expuso The Rope Dancer (La equilibrista) que Stieglitz consideró una pieza cegadora.

La dispersión de los tres amigos se distribuyó por Argentina, Suiza y Nueva York; sin embargo, antes de separase, viajaron a Long Beach para rendir una visita a Isadora Duncan, con quien Picabia, según decía, había tenido una aventura. Se reencontraron unos años más tarde en París y allí rehicieron lo que nunca se había abandonado: una fulgurante amistad. Ahora sí, ahora todos habían abandonado Nueva York. Incluso la Ferrer School, que fue obligada a instalarse en Nueva Jersey y sus profesores y alumnos dispersos entre las guerras, las vanguardias y las revoluciones. Duchamp, Man Ray, Picabia, la exposición del MNAC, es prueba fehaciente de todo ello.

Antoni Marí, Ferrer i Guardia y el movimiento dadá, La Vanguardia, 25 de junio de 2008