El mercado negro de la arqueología

El mercado negro de la arqueología ABC habla con los dos arqueólogos italianos que descubrieron que parte de la colección Várez Fisa adquirida por España provenía de las arcas de uno de los principales mercaderes ilegales del mundo, Giacomo Medic

Una de las tres salas de la oficina de Medici en Ginebra.

El «rey del expolio» en Italia

Foto trofeo de Medici, en el Metropolitan de Nueva York, junto al Vaso de Eufronios, que el museo norteamericano tuvo que devolver

El padre de Giacomo Medici era un vendedor ambulante de restos arqueológicos, por lo que este empresario romano conocía desde pequeño el «arte» del mercado negro. Se conocen pocos aspectos personales de la vida de Medici, pero, según los arqueólogos italianos que lo conocieron, aseguraban que Medici era un hombre reservado que pocos podían decir haber visto en persona, ya que mandaba siempre a alguno de sus hombres de confianza a canjear los acuerdos de venta.

Medici se presentaba como un experto de arte, e incluso cuando el equipo de Daniela Rizzo y Maurizio Pellegrini contradijeron la procedencia de sus obras, el mercader rebatió cualquier teoría contraria a la suya.

Medici ha sido condenado en primer grado a una pena de diez años de cárcel y 10 millones de euros de multa por daños al Estado italiano. En segundo grado, la sentencia se redujo a ocho años, «pero sabemos que en apelación quedará libre, porque tiene más de 70 años», explicaban los arqueólogos italianos con una expresión de pesar en su rostro, ya que hasta ahora Medici no ha pisado la cárcel.

El problema es que Giacomo Medici no es el único. «Estas personas destruyen obras de arte y hacen perder documentación valiosa para las investigaciones, y estamos muy cerca de dar con alguno más», comentaron sonrientes los dos arqueólogos italianos, conscientes de que su trabajo a veces no recibe el apoyo que se merece.

Verónica Becerril, Roma: El «rey del expolio» en Italia, ABC, 12 de julio de 2010
Según cuentan a ABC los dos arqueólogos italianos, Daniela Rizzo y Maurizio Pellegrini, que descubrieron cómo 25 de las 180 obras de la colección Várez Fisa provenían de las arcas de uno de los principales mercaderes ilegales del mundo, Giacomo Medici, el mercado negro de la arqueología ha refinado su sistema de tal modo que museos como el Arqueológico Nacional de Madrid desconocen la procedencia ilegal de parte de sus obras. «Estamos convencidos de la buena fe del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, no como ha pasado con otros museos, que eran conscientes de las piezas que adquirían, porque en la documentación de Medici se lee con qué museos tenía relación y el español no aparece en ningún caso», afirmaron los dos arqueólogos responsables de la Oficina de Confiscación y Excavaciones Clandestinas italiana. Tanto Rizzo como Pellegrini reiteraron su pesar al descubrir la procedencia ilegal de ánforas, letkythos, cráteras, hidrias, kylix, y oinochoes de la colección española, y explicaron a este periódico cómo se produjo el descubrimiento y cómo consiguió engañar Medici al museo.

Medici era famoso entre los arqueólogos por disponer de dinero en efectivo. Según las investigaciones realizadas por el fiscal de Roma Paolo Giorgio Ferri, el mercader tenía a hombres de confianza en el interior de algunas excavaciones. Cuando se encontraba alguna pieza de notable valor, los arqueólogos llamaban directamente a Medici, enviándole una foto de la obra encontrada, o llevándole a la excavación en cuestión. Una vez Medici se cercioraba de la importancia de la pieza, pagaba en metálico, sin que nadie viniera a saber de la existencia de esa obra.

Daniela Rizzo y Maurizio Pellegrini conocieron en 1995 al juez Paolo Giorgio Ferri, que estaba investigando el caso de Giacomo Medici. Junto a él entraron a confiscar las naves industriales en las que el mercader italiano almacenaba las piezas de arte expoliadas en excavaciones. «Nosotros nos quedamos impresionados al entrar en las tres naves propiedad de Medici en Ginebra. Una estaba destinada a recibir a los compradores, otra era una oficina, y la última un almacén. En total, tenía más de 4.000 piezas. Nos encontramos una vajilla completa de veinte platos, una decoración funeraria completa, e incluso tres capiteles robados, dos en Ostia Antigua y uno en el parque público romano de Villa Celimontana», explicaron los arqueólogos.

Viajaban en cajas de fruta

Junto a las piezas, los investigadores encontraron numerosas imágenes y documentación. «Con todo ello nos pusimos a investigar mientras el juez solicitaba a las casas de subastas la documentación relacionada con Medici», comentó Pellegrini mientras mostraba a este periódico algunas de las imágenes de la «casa» del mercader ilegal. Rizzo y Pellegrini descubrieron entre las imágenes algunas piezas llenas de tierra, señal de que las obras habían pasado directamente de la «tierra» a las manos de Medici, que a su vez las enviaba a restaurar para poder redoblar el valor de la pieza. Las piezas compradas por Medici viajaban directamente a su depósito en Ginebra. «Para llevarlas —narraban los expertos italianos— las transportaban en cajas de fruta; lo sabemos porque encontramos algunas en el depósito, donde también había maletas con restos de obras únicas».

Para conseguir introducir estas piezas en un museo, Medici utilizaba las casas de subastas, en particular Sotheby's, que, según el juez que se ocupó del caso, estaba al corriente de la actividad ilegal del propio Medici. «Nada más descubrirse el caso, museos como el Getty han devuelto a regañadientes algunas piezas», explicaron Rizzo y Pellegrini señalando que la batalla legal con los museos que sabían de la ilegalidad de las compras «es más moral que judicial».

El descubrimiento del museo español fue por casualidad. Rizzo había adquirido el catálogo de la exposición Várez Fisa y, mientras lo miraba, se empezó a dar cuenta de que algunas de esas obras las había visto antes. «Cuando mis dudas se transformaron en certeza, no me lo podía creer», comentó Rizzo. «Es impresionante ver cómo Medici y otros mercaderes han conseguido engañar y vender sus obras, por eso hay que mentalizar a los museos de la necesidad de controlar todas las obras que compran, porque este tipo de personas ponen en riesgo la reputación de museos tan importantes como el de Madrid, porque son personas a las que les da igual todo y sólo buscan la ganancia económica», sentenció Rizzo.

Ahora España tendrá que tomar una decisión en relación al caso, ya que, por ley, debería devolver las piezas expoliadas. En tanto, en el museo Etrusco de Villa Giulia, donde trabajan Rizzo y Pellegrini, se exponen algunas de las obras de arte recuperadas de museos de todo el mundo, entre ella el famoso Vaso de Eufronio con el que Medici posaba sonriente en Nueva York, como si fuera un trofeo de guerra.

Verónica Becerril, Roma: El mercado negro de la arqueología, ABC, 12 de julio de 2010