Apagón en el guateque del 'pop art'
Con la muerte de Richard Hamilton en Londres desaparece uno de los últimos grandes del arte. Viejo compañero de ruta junto a Andy Warhol en las filas del 'pop art', su legado se resumirá en la retrospectiva en la que trabajó hasta poco antes de morir y que recorrerá entre 2013 y 2014 Los Ángeles, Filadelfia, Londres y el Reina Sofía de Madrid.
Nacido en Londres en 1922, Richard Hamilton es una figura crucial del arte del siglo XX, en el segmento en el que esta centuria más ha incidido en la actualidad; esto es: en el pop art, sobre el cual todavía hay hoy discusiones académicas acerca de si es un invento británico o estadounidense, lo cual nos deja indiferentes. Todo el mundo, en cualquier caso, conoce la emblemática obra de Richard Hamilton titulada Pero ¿qué hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos? (1956, collage 26x25 centímetros) donde en un apartamento de aspecto moderno observamos, tras unos amplios ventanales en el fondo que nos muestran una visión nocturna de la ciudad, un interior con un mobiliario más o menos exótico, en el que lo sorprendente es la presencia de un joven atlético que porta en su brazo derecho unas pesas, con el rótulo de Pop mientras en un sofá transversal una joven rubia también desnuda e igualmente bien dotada se mesa el cabello mirando hacia otra parte. Todo el ambiente está amenizado por un aparato reproductor de sonido que indudablemente alegraba el atardecer a estos jóvenes.
Es más que improbable que la realidad social británica todavía de posguerra se constituyera, en el ecuador de la década de 1950, en el modelo de desarrollo del capitalismo industrial, pero la imagen de Hamilton, hecha con collages fotográficos y con un dibujo sintético, no se puede negar que estaba en la vanguardia de lo que posteriormente divulgó el pop art americano a partir de la siguiente década de los años sesenta.
¿Cómo entonces este joven británico, cuyos estudios sobre arte se habían prolongado hasta 1951 por causa de la II Guerra Mundial, pudo convertirse en el heraldo de lo que ha constituido desde entonces hasta ahora la tendencia artística dominante, técnica y simbólicamente? La clave, sin duda, se debe, por un lado, al descubrimiento temprano de la obra de Marcel Duchamp y, por otro, a la lectura del libro Sobre el crecimiento de la forma, de D' Arcy Thompson, una combinación extraordinaria que pone en evidencia la dimensión conceptual y analítica del arte contemporáneo. La biografía artística de Richard Hamilton discurrió en los canales normales de una sociedad británica todavía provinciana pero que, entre 1952 y 1957, genera núcleos de incorformismo y experimentación, como el histórico de Independent Group, a través del cual se difunden las viñetas de los cómics y las nuevas estrategias de la publicidad de masas, junto a otros movimientos culturales que también revolucionan discretamente el hasta entonces conservador mundo teatral y cinematográfico de Gran Bretaña.
Después de unos inicios tan fulgurantes y espectaculares, la obra de Hamilton se sumergió en una investigación coherente, aunque más discreta, en la que este artista siguió explorando el mundo de los interiores domésticos y en general de la rápida transformación urbana de la civilización occidental. Es muy característica la serie significativamente titulada Interiores (1964-1979), en la que sigue con incorporaciones entremezcladas de elementos extraídos de la vía cotidiana y de la historia del arte. También tuvo un papel muy sobresaliente su intervención en una exposición que ha entrado en los hitos de lo que se puede considerar la vanguardia internacional de la segunda mitad del siglo XX: This is tomorrow tuvo lugar en 1956 en la Whitechapel Art Gallery, de Londres, en un barrio urbano marginal que desde entonces se ha convertido en un templo para la captación de las novedades artísticas.
Como suele ocurrir con el arte y los artistas de nuestra época, cuyo acelerado consumo hace que, al margen de su calidad, tengan una duración extraordinariamente limitada, Richard Hamilton después de la década efervescente del pop art de los sixties entró en un crepúsculo de invisibilidad, algo parecido al de las reliquias de los santos en las profundas capillas de cualquier iglesia; es decir: nadie que se preciara de conocer el arte de nuestra época dejaba de mirar al infinito con profundo respeto cuando se pronunciaba su nombre, pero con un aire ya un poco arqueológico. Sin embargo, no solo el talento, sino la extraordinaria vitalidad de este artista británico, al que era difícil jubilar, como le suele ocurrir a todos los grandes, hizo que Richard Hamilton se resituara constantemente en la batalla hasta, como quien dice, morir con las botas puestas. Un ejemplo muy a mano lo tenemos en el Museo del Prado, donde hace poco hizo una exposición en la que, en cierta manera, atravesó lo esencial del arte español enlazando Velázquez, Goya y Picasso con una reflexión sobre lo que había sido el desarrollo del arte moderno.
Francisco Calvo Serraller, Madrid: Apagón en el guateque del 'pop art', EL PAÍS, 14 de septiembre de 2011