El 'paso a dos' de Degas en la Royal Academy
Si usted cree que la principal aportación del pintor
impresionista francés Edgar Degas (1834-1917) al mundo es lo bien que
quedan sus bailarinas en las tapas de las cajas de bombones, debería
darse una vuelta por la Royal Academy de Londres, que desde el 17 de septiembre y
hasta el 11 de diciembre presenta la exposición Degas y el Ballet.
Las bailarinas que predominan en la exposición quizás le confirmen su
impresión sobre su funcional uso como envoltorio cursi del chocolate,
pero si presta atención a la estructura de la exposición, a las
explicaciones que le ponen a mano los organizadores y a las 85 pinturas,
esculturas, pasteles, dibujos, grabados y fotografías de Degas que se
exponen, descubrirá a "un pintor moderno, un artista radical que
reflexionó profundamente acerca de los problemas visuales y que estaba
absolutamente al corriente de los desarrollos tecnológicos de su
tiempo", según el historiador Richard Kendall, que ha comisariado la
exposición junto a Jill de Vonyar.
La muestra londinense, que no
viajará a otras capitales porque muchas de las obras solo han sido
prestadas durante un periodo de tres meses porque su exposición en
intervalos más largos podría deteriorarlas, pretende por encima de todo
demostrar la habilidad de Degas para plasmar el movimiento.
Interesadísimo en la nueva expresión artística de su tiempo que
representaba la fotografía, Degas la utilizó sobre todo como materia de
estudio y para elaborar sus pinturas. Con ellas, el pintor francés
lograba plasmar lo que los fotógrafos de su tiempo no conseguían debido a
las limitaciones tecnológicas del momento: el movimiento.
La exposición muestra algunas tarjetas de visita
de bailarinas de la época, muy de moda en la segunda mitad del siglo
XIX. El examen detallado de esas tarjetas permite observar los trucos
del fotógrafo, como los cables utilizados para sujetar en el aire el
brazo de la danzarina, incapaz de mantenerlo en suspensión durante los
largos minutos de pose que exigían las máquinas fotográficas del
momento. Degas superaba con la pintura la realidad fotográfica plasmando
el movimiento no solo de las bailarinas en el escenario o entre
bastidores, sino mientras se dejaban retratar en el estudio del
fotógrafo.
Es el caso, sobre todo, de Bailarina posando para el fotógrafo,
la luminosa obra pintada por Degas en 1875 que se exhibe en Londres por
gentileza del Museo Pushkin, en la que la bailarina posa en el estudio
mientras por los enormes ventanales se cuela al fondo el azul radiante
de una mañana parisiense.
Más allá de admirar la obra de Degas, la
exposición ofrece al visitante muchos otros ángulos. No falta la
anécdota sociológica: hay docenas de bailarinas pero ningún bailarín. La
explicación no encierra lecturas machistas o sexuales, o al menos no
imputables al pintor: en la época de Degas apenas había bailarines
hombres en los escenarios. "Era considerado de muy bajo nivel que un
hombre bailara y los hombres que iban al ballet lo que querían era ver
mujeres en el escenario. Eso no cambió hasta la llegada de Nijinski,
bien entrado ya el siglo XX", explica Charles Saumarez, máximo ejecutivo
de la Royal Academy.
Pero, sobre todo, la exhibición hace
hincapié en la relación de Degas con la tecnología y el estudio del
dinamismo. Como ha recordado Ann Dumas, co-comisaria de la exposición,
el propio artista solía decir: "Me llaman el pintor de las bailarinas.
No comprenden que, para mí, la bailarina es un pretexto para pintar
hermosas telas y representar el movimiento". "La referencia a las
hermosas telas refuerza el cliché de Degas y las cajas de bombones, pero
la representación del movimiento nos acerca al corazón del asunto. Para
Degas, la figura dinámica era el reto más absorbente y en la danza
encontró el tema ideal", explica Dumas.
La exposición se
complementa con montajes y con esculturas de contemporáneos de Degas
estudiosos del movimiento, como Eadweard Muybridge, Etienne-Jules Marey o
Paul Richer.
Una de las piezas centrales de la muestra es la pieza de bronce Pequeña bailarina de 14 años de edad,
de 1880-1881. Una versión inicial de cera con tutú y peluca fue
exhibida en París en medio de un gran escándalo por ser considerada de
mal gusto y hasta comparada con un muñeco de vudú. El valor añadido que
tiene en esta muestra es que la escultura se presenta acompañada de una
larga serie de bocetos y pinturas que demuestran cómo Degas pintó a la
modelo desde todos los ángulos a su alrededor para representar mejor la
idea de movimiento.
Walter Oppenheimer, Londres: El 'paso a dos' de Degas en la Royal Academy, EL PAÍS, 15 de septiembre de 2011