El 'paso a dos' de Degas en la Royal Academy

Estudio del cuadro Bailarina (1880-1885). Abajo, Bailarinas, de 1899. Ambas expuestas en la Royal Academy.- EFESi usted cree que la principal aportación del pintor impresionista francés Edgar Degas (1834-1917) al mundo es lo bien que quedan sus bailarinas en las tapas de las cajas de bombones, debería darse una vuelta por la Royal Academy de Londres, que desde el 17 de septiembre y hasta el 11 de diciembre presenta la exposición Degas y el Ballet.
 
Las bailarinas que predominan en la exposición quizás le confirmen su impresión sobre su funcional uso como envoltorio cursi del chocolate, pero si presta atención a la estructura de la exposición, a las explicaciones que le ponen a mano los organizadores y a las 85 pinturas, esculturas, pasteles, dibujos, grabados y fotografías de Degas que se exponen, descubrirá a "un pintor moderno, un artista radical que reflexionó profundamente acerca de los problemas visuales y que estaba absolutamente al corriente de los desarrollos tecnológicos de su tiempo", según el historiador Richard Kendall, que ha comisariado la exposición junto a Jill de Vonyar.

La muestra londinense, que no viajará a otras capitales porque muchas de las obras solo han sido prestadas durante un periodo de tres meses porque su exposición en intervalos más largos podría deteriorarlas, pretende por encima de todo demostrar la habilidad de Degas para plasmar el movimiento. Interesadísimo en la nueva expresión artística de su tiempo que representaba la fotografía, Degas la utilizó sobre todo como materia de estudio y para elaborar sus pinturas. Con ellas, el pintor francés lograba plasmar lo que los fotógrafos de su tiempo no conseguían debido a las limitaciones tecnológicas del momento: el movimiento.

La exposición muestra algunas tarjetas de visita de bailarinas de la época, muy de moda en la segunda mitad del siglo XIX. El examen detallado de esas tarjetas permite observar los trucos del fotógrafo, como los cables utilizados para sujetar en el aire el brazo de la danzarina, incapaz de mantenerlo en suspensión durante los largos minutos de pose que exigían las máquinas fotográficas del momento. Degas superaba con la pintura la realidad fotográfica plasmando el movimiento no solo de las bailarinas en el escenario o entre bastidores, sino mientras se dejaban retratar en el estudio del fotógrafo.

Es el caso, sobre todo, de Bailarina posando para el fotógrafo, la luminosa obra pintada por Degas en 1875 que se exhibe en Londres por gentileza del Museo Pushkin, en la que la bailarina posa en el estudio mientras por los enormes ventanales se cuela al fondo el azul radiante de una mañana parisiense.

Más allá de admirar la obra de Degas, la exposición ofrece al visitante muchos otros ángulos. No falta la anécdota sociológica: hay docenas de bailarinas pero ningún bailarín. La explicación no encierra lecturas machistas o sexuales, o al menos no imputables al pintor: en la época de Degas apenas había bailarines hombres en los escenarios. "Era considerado de muy bajo nivel que un hombre bailara y los hombres que iban al ballet lo que querían era ver mujeres en el escenario. Eso no cambió hasta la llegada de Nijinski, bien entrado ya el siglo XX", explica Charles Saumarez, máximo ejecutivo de la Royal Academy.

Pero, sobre todo, la exhibición hace hincapié en la relación de Degas con la tecnología y el estudio del dinamismo. Como ha recordado Ann Dumas, co-comisaria de la exposición, el propio artista solía decir: "Me llaman el pintor de las bailarinas. No comprenden que, para mí, la bailarina es un pretexto para pintar hermosas telas y representar el movimiento". "La referencia a las hermosas telas refuerza el cliché de Degas y las cajas de bombones, pero la representación del movimiento nos acerca al corazón del asunto. Para Degas, la figura dinámica era el reto más absorbente y en la danza encontró el tema ideal", explica Dumas.

La exposición se complementa con montajes y con esculturas de contemporáneos de Degas estudiosos del movimiento, como Eadweard Muybridge, Etienne-Jules Marey o Paul Richer.

Una de las piezas centrales de la muestra es la pieza de bronce Pequeña bailarina de 14 años de edad, de 1880-1881. Una versión inicial de cera con tutú y peluca fue exhibida en París en medio de un gran escándalo por ser considerada de mal gusto y hasta comparada con un muñeco de vudú. El valor añadido que tiene en esta muestra es que la escultura se presenta acompañada de una larga serie de bocetos y pinturas que demuestran cómo Degas pintó a la modelo desde todos los ángulos a su alrededor para representar mejor la idea de movimiento.

Walter Oppenheimer, Londres: El 'paso a dos' de Degas en la Royal Academy, EL PAÍS, 15 de septiembre de 2011