Sombras del Museo del Prado
La ampliación de la principal pinacoteca española ha propiciado una desigual ordenación de la colección
La ampliación del museo no se limita a las nuevas salas y al Claustro de los Jerónimos, sino que ha propiciado una reordenación de la colección cuya conclusión está prevista para el año próximo. Una parte de esa reordenación resulta cuando menos intrigante. Me refiero a las obras alojadas en la planta baja.
Entrando en esa planta desde el extenso hall de la ampliación, el visitante encuentra la pintura española de los siglos XII al XVI y pasa de inmediato a obras italianas de los siglos XV y XVI, expuestas en las salas más cercanas a la fachada del museo, mientras que las interiores alojan pintura flamenca y alemana de la misma
Hay algo más. Entre las obras del siglo XIX están los cuadros de historia, como La rendición de Bailén (Casado del Alisal), El testamento de Isabel la Católica (Rosales) o Los fusilamientos de Torrijos (Gisbert). Con cuadros como ésos se inauguraron las nuevas salas de la ampliación del museo y fueron al parecer un potente atractivo para el público que visitó aquella muestra. Tal vez por eso se han incluido ahora entre los cuadros expuestos. Sea o no por esa razón, lo cierto es que están ahí y que en una sala contigua se han colocado Los fusilamientos del tres de mayo y La carga de los mamelucos de Goya así como sus pinturas negras, separándolas del resto de su obra alojada en la planta primera.
Sólo parece haber dos razones para esta peculiar ordenación. Una podría ser el numeroso público que visitó la muestra inaugural de la ampliación del Prado donde se colgaron estos y otros cuadros de historia. La otra, un cierto afán de revivir glorias patrias. Si son ésas las razones, poca consistencia tienen. La primera no se sostiene porque el número de visitas no debe ser criterio de selección de obras de un museo. Carece de sentido que a un centro de estudios se le exija calidad y al museo cantidad, como si de un superventas se tratara. La segunda razón es aún más discutible, porque desprende cierto aroma nacionalista. Las obras de Goya sobre los sucesos del 2 y el 3 de mayo desbordan las fronteras de este país: señalan un umbral de las tensiones europeas del siglo XIX y parte del XX. Integrarlos con los cuadros de historia ya referidos es reducirlas a anécdotas en lo histórico y lo artístico. Esperemos que la sensibilidad del espectador separe lo que esta ordenación ha unido con tan poca fortuna.
Juan Bosco Díaz-Urmeneta: Sombras del Museo del Prado, El Día de Córdoba, 29 de agosto de 2011