El último secreto de la Catedral

Tras las rejas de la puerta de la izquierda se conde la capilla del Conde de Rebolledo. / J.G.
Tras las rejas de la puerta de la izquierda se conde la capilla 
del Conde de Rebolledo. / J.G.
La Pulchra Leonina lleva siglos en pie y aún sigue guardando celosamente algunos secretos. Quizás el último sea la capilla que desde 1667 honra la memoria del Conde de Rebolledo y que nunca ha estado abierta al público.

No está en ningún lugar recóndito de la Catedral, sino que frente a ella pasean decenas de visitantes cada día, ignorantes de que tras sus rejas aguarda una de las capillas más hermosas de la seo. Está en el claustro, entre lo que era la antigua capilla de San Nicolás, hoy reconvertido el espacio en parte del Museo, y la escalera plateresca de Juan de Badajoz.

Allí permanece oculta a los ojos de los visitantes. Y su interior está plagado de belleza. No sólo acoge el sepulcro de quien fuera un insigne hombre de armas y caballero de las órdenes de Santiago y Amaranta. También un retablo barroco con una imagen de la Inmaculada así como sepulturas de descendientes de la familia.


Durante tres años, los que van desde 1667 a 1669, los más afamados constructores de la época llevaron a cabo el encargo encomendado por Bernardino de Rebolledo y Villamizar, poeta y diplomático nacido en el barrio del Mercado. Los maestros Juan de la Vega, Juan de Rucabado y Pedro del Hoy son los maestros que asumen el reto y reciben a cambio 39.000 reales de la época, como recoge en su informe Fernando Llamazares.

No eran unos arquitectos más, sino los más renombrados de la ciudad y autores de uno de los emblemas de León: la Plaza Mayor. El Cabildo, que entonces al igual que hoy es quien decide todo lo que atañe a la Catedral, puso doce condiciones para levantar la capilla. Tenía que usarse piedra de Boñar, la misma con la que está construida la Pulchra y los elementos no podían romper el espacio estético claustral.

Los maestros siguieron al pie de la letra los mandatos del cabildo y reservaron la parte más suntuosa para el sepulcro. Un conjunto escultórico de alabastro representa al conde de Rebolledo, investido con los hábitos de la orden de Santiago, en la postura de orante.

Bernardino de Rebolledo fue generoso con el monumento que quería erigirse en la Catedral y no ahorró en gastos. Para la capilla encargó candeleros, lámparas, bandejas, cáliz, atril y sacras de plata. Con destino a la imagen de la virgen que preside el recinto, una corona imperial también de plata. Pero ninguno de estos valiosos ornamentos se conserva. Sólo se tiene constancia de ellos por los documentos de la época.
¿Capilla o almacén?
 
Pero el arte y la belleza que posee la última capilla que se construyó en la Catedral sólo se puede intuir. Como no se abre al público, los responsables del Museo han convertido el recinto que atesora los restos del conde de Rebolledo en un improvisado almacén. Apenas se vislumbra la figura orante de quien fuera uno de los más afamados traductores de libros de la época. Sobre su sepulcro se apoya la madera del reloj que hace años se retiró de la torre para dar paso al que construyó la casa Rolex.

Y no es el único elemento almacenado en la capilla. El trono que cada año sale en la procesión del Corpus también se amontona junto a piedras procedentes de la catedral que se han caído, un maletín de herramientas y hasta un púlpito de madera, construido expresamente para la Catedral en el siglo XIX, y que ante la duda de dónde instalarlo una vez que cayó en desuso, alguien optó por arrinconarlo junto a los restos del Conde de Rebolledo y sus descendientes.

Miembros del Cabildo apuestan por retirar todos los elementos almacenados en la capilla y depositarlos en alguna de las estancias vacías que quedan en el cercano seminario. Una vez despejada, se optaría por restaurar la última capilla construida en la Catedral para mostrarla a los visitantes.
Carmen Moreno, León: El último secreto de la Catedral, EL MUNDO, 14 de agosto de 2011