Kabul, memoria del saqueo

Memoria e identidad cultural son dos términos capaces de resistir en las peores condiciones históricas y, a veces, con valedores entregados. Es el caso de Omar Khan Massoudi, director del Museo Nacional de Kabul e invitado de excepción en la Feria Internacional de Arte de la ciudad holandesa de Maastricht (TEFAF). Responsable de la salvación de piezas esenciales de la historia afgana a manos de los talibanes, su defensa de la protección internacional de los patrimonios artísticos dejó ayer una profunda huella de dignidad entre los marchantes y coleccionistas más selectos del mundo.

Fachada del Museo de Kabul y Omar Khan Massoudi, su director

El contraste no podía ser mayor. Discreto hasta la humildad, Khan Massoudi, de 57 años, destacaba por ambas razones en un encuentro anual dedicado a la exhibición y venta de antigüedades, únicas y bellas, en un entorno lujoso y sereno. Sobre todo lo último, porque el trabajo de este licenciado en Geografía e Historia y antiguo profesor de secundaria, que ha dedicado el resto de su vida profesional al Museo Nacional de Kabul, no ha podido ser más agitado. Con el 70% de sus obras -en 1970 llegó a tener 100.000- destruidas o saqueadas "hacer inventario es hoy una labor prolija e indispensable para preservar nuestra identidad", asegura. Apoyándose en una lista de las fechas que han marcado al museo, repite, con más rabia que amargura, que tres décadas de conflictos son demasiadas para que las nuevas generaciones conozcan el pasado. "Muchos de los mayores tuvieron que huir. En cuanto a los jóvenes, casi ignoran su historia y es preciso preservarla para darles un futuro".

Desde la intervención soviética en 1979, que duró diez años y causó dos millones de muertos, la caída de los comunistas en 1992 y la guerra civil posterior, la entrada de los talibanes en Kabul en 1996 y su caída en 2001, todo han sido peligros para la colección del Museo Nacional. Algunos insuperables, como la destrucción de las imágenes a manos de un grupo especial del régimen talibán por considerarlas impías. Es el caso de los famosos budas greco-budistas del valle de Bamiyan (a 230 kilómetros de la capital afgana) y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. "Fue un periodo negro. Veníamos de tanta guerra anterior... Aunque nos opusimos a la violación de nuestros fondos, no pudimos evitar la pérdida de 2.500 objetos", dice Massoudi. A continuación, y sin mencionar el evidente riesgo que corrió junto a varios colaboradores, explica que escondieron durante años los tesoros de los yacimientos arqueológicos de Tepe Fullol, Ai Khanum, Tillya-tepe y Begram. "Hacia 1988, nada estaba seguro en Afganistán. De acuerdo con el Gobierno del entonces presidente Najibullah, trasladamos, a dos depósitos del centro de la ciudad, obras clave del legado afgano. Entre ellas, el denominado Tesoro de Bactria".

Dicho reino antiguo, situado entre las actuales repúblicas de Uzbekistán y Tayikistán, formó parte del imperio persa, fue conquistado por Alejandro Magno y recibió influencias griegas, chinas, persas e hindúes. El oro de Bactria salió de las sepulturas de un guerrero y cinco mujeres de unos treinta años, fechadas alrededor del segundo milenio antes de Cristo. Descubierto en 1978, la riqueza de sus adornos lo equipara a la tumba del faraón Tutankamon. "Guardamos el secreto del escondite durante años. Callamos incluso cuando se decía que había sido llevado a Rusia tras la invasión. Sólo se supo que aún existía años después, al anunciarlo en 2004 el actual presidente Karzai", recuerda el director afgano. El inventario subsiguiente devolvió 22.607 piezas al catálogo, que suma hoy 47.000. Entonces, varios países mostraron su deseo de exhibirlas y Kabul habló con el museo Guimet, de París. Dicho centro excava y exhibe arte afgano desde hace décadas y se acordó la cesión de unas 250 para una exposición itinerante.

Llevada a Francia e Italia, ahora pasa por la Iglesia Nueva de Amsterdam. El montaje, en el que han colaborado el fondo holandés Príncipe Claus, y la ONG Oxfam Novib, traduciendo al pastún y al dari (lenguas locales) los catálogos para uso escolar, resulta espectacular. A los ricos adornos funerarios de Bactria se suman figuras de marfil de diosas fluviales, capiteles corintios, joyas y máscaras teatrales de piedra caliza. También hay una diosa griega Afrodita con detalles hindúes, que evidencia el cruce de culturas que ha sido Afganistán. Una tierra en la ruta de la seda entre China e India, más cercana a Occidente de lo que parece, por culpa de su convulsa historia reciente como república islámica. Estados Unidos será la siguiente parada de la muestra.

La máscara de la cañería

La máscara de la cañería. Afganistán es más que guerras y destrucción. El país contiene un legado cultural impresionante, debido a su situación estratégica entre las rutas comerciales que comunicaban Occidente con Oriente. Todas las culturas que recorrieron aquellos caminos dejaron su marca en Afganistán, que se convirtió así en un crisol de civilizaciones en Asia Central. Prueba de aquel esplendor son los restos arqueológicos hallados en su territorio. El museo holandés Nieuwe Kerk (Ámsterdam) expone ahora una muestra con 250 piezas del patrimonio arqueológico afgano. Las piezas proceden de las cámaras acorazadas del Banco Central, situado en Kabul, donde fueron ‘redescubiertas’ en 2004. El conjunto fue trasladado en 2006 a Europa para su restauración y exposición. En la imagen, adorno de cañería con la forma de una máscara de teatro. Afganistán, Ai Khanum. Fuente del Oxo, siglo II d. C., Arcilla blanca. 21 x 40 x19 cm, Museo Nacional de Afganistán. Ai Khanum fue una ciudad fundada por los griegos tras la campaña de conquistas de Alejandro Magno y que llevó el Helenismo a la estepas (Siglos IV y II a. C.). National Museum of Afghanistan © Musée Guimet / Thierry Ollivier

Corona de más de 2.000 años

Corona de oro, con partes en imitación de turquesa. Hallada en la tumba VI, en Tillya-tepe, Afganistán. Data del segundo cuarto del siglo I a. C. 45.0 x 13.0 cm. Museo Nacional de Afganistán. Tillya-tepe es famosa por su tesoro de oro. Contiene joyería y otros objetos de arte procedentes de seis tumbas del siglo I d.C. que fueron excavadas en 1979 por un equipo soviético-afgano liderado por el arqueólogo ruso Sarianidi. Constituyen una mezcla espléndida de iconografía grecorromana, objetos indios y espejos chinos. National Museum of Afghanistan © musée Guimet/Thierry Ollivier

Diosa del río

Estatuilla que recrea una divinidad fluvial sobre una makara. Hallada en la cámara 10 del proyecto IIm en Begram, Afganistán. Siglo I a.C. Marfil. 45.6 cm. Museo Nacional de Afganistán. Begram es un emplazamiento del siglo I d.C., descubierto entre 1937 y 1939. Dos cámaras selladas fueron excavadas y revelaron mobiliario indio labrado en marfil, vidrio, vasijas y emblemas helenísticos en yeso. National Museum of Afghanistan © musée Guimet/Thierry Ollivier

Afrodita de oro

Ornamento de oro y turquesa bautizado como 'Afrodita de Bactria'. Hallado en la tumba VI en Tillya-Tepe, Afganistán. Segundo cuarto del siglo I a.C. 5.0 x 2.6 cm. Museo Nacional de Afganistán. National Museum of Afghanistan © musée Guimet/Thierry Ollivier

Isabel Ferrer (Maastricht), Kabul, memoria del saqueo, El País, 8 de marzo de 2008