Reabierto el palacio arzobispal de Alcalá tras cinco años de rehabilitación
La reforma del edificio en el que nació Catalina de Aragón ha costado 1.900.000 euros
Alcalá de Henares ha sido, desde su reconquista al islam en 1118, sede y residencia de los prelados de la diócesis episcopal allí creada, dependiente de la mitra toledana. El palacio arzobispal, hoy recién restaurado, fue escenario de eventos de importancia histórica a lo largo de sus siete siglos de existencia. A las diez y media de la mañana han inaugurado la rehabilitación integral de este edificio el vicepresidente regional y consejero de Cultura, Ignacio González, el alcalde, Bartolomé González, y el obispo de la diócesis, Juan Antonio Reig. La comunidad de Madrid ha gastado 1.900.000 euros en una actuación que se inició en 2006. Además, también han inaugurado la torre de la catedral magistral, que será visitable por el público a partir del verano tras unas obras han costado 144.00 euros. Su vista, a 45 metros de altura, proporciona una vista excepcional de la ciudad complutense.
Alcalá de Henares ha sido, desde su reconquista al islam en 1118, sede y residencia de los prelados de la diócesis episcopal allí creada, dependiente de la mitra toledana. El palacio arzobispal, hoy recién restaurado, fue escenario de eventos de importancia histórica a lo largo de sus siete siglos de existencia. A las diez y media de la mañana han inaugurado la rehabilitación integral de este edificio el vicepresidente regional y consejero de Cultura, Ignacio González, el alcalde, Bartolomé González, y el obispo de la diócesis, Juan Antonio Reig. La comunidad de Madrid ha gastado 1.900.000 euros en una actuación que se inició en 2006. Además, también han inaugurado la torre de la catedral magistral, que será visitable por el público a partir del verano tras unas obras han costado 144.00 euros. Su vista, a 45 metros de altura, proporciona una vista excepcional de la ciudad complutense.
Tras recorrer las renovadas estancias del palacio, González ha destacado los trabajos realizados en el edificio, "la recuperación de esta fachada, el salón de concilios, las cubiertas, distintas salas, el patio de armas y esa magnífica sala de conferencia y biblioteca". Construido en el siglo XIII como fortaleza adosada a la muralla alcalaína próxima a la puerta y el torreón de Madrid, bajo el mandato de Rodrigo Ximénez de Rada, célebre organizador en 1212 de la victoria en la batalla de Las Navas de Tolosa contra los almohades, fue el arzobispo Pedro Tenorio, su sucesor, quien en el siguiente siglo lo reedificó en forma de castillo señorial, con un torreón de gran belleza unido a una nave palaciega que albergó un salón de Concilios y otro llamado Ochavado.
Un incendio en 1939
Por sus estancias pasaron Pontífices como Urbano II y Clemente VII, así como embajadores de todo el orbe conocido y jerarcas y capítulos de órdenes religiosas y militares. Fue también residencia temporal de monarcas castellanos y aragoneses. Se asegura que una de las audiencias de los reyes católicos con Colón tuvo lugar en este lar fortificado. En su recinto nació en 1485 Catalina de Aragón, hija menor de los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Catalina llegaría a ser esposa de Enrique VIII en 1509. Vivaz e inteligente, dio cinco hijos a Enrique, mas éste, cabeza de la recién estrenada dinastía Tudor, al morir en la infancia dos hijos varones de ambos, repudió a Catalina por creer que quedaría en entredicho su sucesión masculina.
Solicitó el divorcio al Papa pero Clemente VII, por presiones del emperador Carlos V, rey de España y sobrino de Catalina, se lo denegó. Aquella negativa pontificia desencadenó un cisma de enorme trascendencia: un sínodo de obispos ingleses, proclives a Enrique y en abierta oposición al Papa, autorizó en 1533 el divorcio y Enrique VIII, tras casarse con Ana Bolena, dama de honor de Catalina, se erigió en fundador de la Iglesia de Inglaterra, rebelde al designio de Roma. No obstante, María, hija de la reina castellana y de Enrique, reinaría en 1553 en Inglaterra con el nombre de María I Tudor, quien posteriormente contraería nupcias con Felipe II de España. Catalina de Aragón, recluida en varios castillos, murió en 1536 y fue enterrada como Princesa de Gales en Peterborough, ciudad inglesa hoy hermanada con Alcalá de Henares.
Entre las postrimerías del siglo XV y en el siglo XVI, la fortaleza señorial alcalaína, residencia arzobispal, fue transformada en palacio renacentista, bajo el impulso sucesivo de los arzobispos Cisneros, Fonseca y Tavera. Dos siglos después, el conjunto fue reformado y, mediado el siglo XIX, sería restaurado en clave neogótica y neo-mudéjar por Manuel Laredo.
En agosto de 1939, finalizada la Guerra Civil, el palacio arzobispal, que había albergado el Archivo General de la Nación, sufrió un devastador incendio de origen desconocido en el que perdió sus extraordinarios artesonados de maderas nobles, además de dos patios columnados con basas áticas y arcos de medio punto, en la planta baja, así como dinteles escarzenos en la planta primera, y una excelsa escalera, en clave serliana, con tempo maestoso, profusa decoración y medallones al modo romano antiguo, asentada sobre un potente almohadillado de sillares aparejados en hiladas iguales: todo ello fue ideado por el gran arquitecto renacentista Alonso de Covarrubias entre 1534 y 1545, por encargo del cardenal Tavera.
El alarife toledano concibió igualmente la fachada palaciega, la única estructura original del siglo XVI que quedó indemne tras el incendio de 1939 y que hoy cabe contemplar, con una galería cimera, una suerte de mirador con arquerías en su ático, jalonada por un sistema de vanos de gran sencillez y cadencioso ritmo. Sobre esta fachada, el cardenal Luis Antonio de Borbón y Farnesio estampó en torno a 1730 su escudo de armas, con certeza el emblema heráldico más grande de España, con seis metros de altura por otro tanto de anchura.
Un incendio en 1939
Por sus estancias pasaron Pontífices como Urbano II y Clemente VII, así como embajadores de todo el orbe conocido y jerarcas y capítulos de órdenes religiosas y militares. Fue también residencia temporal de monarcas castellanos y aragoneses. Se asegura que una de las audiencias de los reyes católicos con Colón tuvo lugar en este lar fortificado. En su recinto nació en 1485 Catalina de Aragón, hija menor de los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Catalina llegaría a ser esposa de Enrique VIII en 1509. Vivaz e inteligente, dio cinco hijos a Enrique, mas éste, cabeza de la recién estrenada dinastía Tudor, al morir en la infancia dos hijos varones de ambos, repudió a Catalina por creer que quedaría en entredicho su sucesión masculina.
Solicitó el divorcio al Papa pero Clemente VII, por presiones del emperador Carlos V, rey de España y sobrino de Catalina, se lo denegó. Aquella negativa pontificia desencadenó un cisma de enorme trascendencia: un sínodo de obispos ingleses, proclives a Enrique y en abierta oposición al Papa, autorizó en 1533 el divorcio y Enrique VIII, tras casarse con Ana Bolena, dama de honor de Catalina, se erigió en fundador de la Iglesia de Inglaterra, rebelde al designio de Roma. No obstante, María, hija de la reina castellana y de Enrique, reinaría en 1553 en Inglaterra con el nombre de María I Tudor, quien posteriormente contraería nupcias con Felipe II de España. Catalina de Aragón, recluida en varios castillos, murió en 1536 y fue enterrada como Princesa de Gales en Peterborough, ciudad inglesa hoy hermanada con Alcalá de Henares.
Entre las postrimerías del siglo XV y en el siglo XVI, la fortaleza señorial alcalaína, residencia arzobispal, fue transformada en palacio renacentista, bajo el impulso sucesivo de los arzobispos Cisneros, Fonseca y Tavera. Dos siglos después, el conjunto fue reformado y, mediado el siglo XIX, sería restaurado en clave neogótica y neo-mudéjar por Manuel Laredo.
En agosto de 1939, finalizada la Guerra Civil, el palacio arzobispal, que había albergado el Archivo General de la Nación, sufrió un devastador incendio de origen desconocido en el que perdió sus extraordinarios artesonados de maderas nobles, además de dos patios columnados con basas áticas y arcos de medio punto, en la planta baja, así como dinteles escarzenos en la planta primera, y una excelsa escalera, en clave serliana, con tempo maestoso, profusa decoración y medallones al modo romano antiguo, asentada sobre un potente almohadillado de sillares aparejados en hiladas iguales: todo ello fue ideado por el gran arquitecto renacentista Alonso de Covarrubias entre 1534 y 1545, por encargo del cardenal Tavera.
El alarife toledano concibió igualmente la fachada palaciega, la única estructura original del siglo XVI que quedó indemne tras el incendio de 1939 y que hoy cabe contemplar, con una galería cimera, una suerte de mirador con arquerías en su ático, jalonada por un sistema de vanos de gran sencillez y cadencioso ritmo. Sobre esta fachada, el cardenal Luis Antonio de Borbón y Farnesio estampó en torno a 1730 su escudo de armas, con certeza el emblema heráldico más grande de España, con seis metros de altura por otro tanto de anchura.
Rafael Fraguar, Alcalá de Henares: Reabierto el palacio arzobispal de Alcalá tras cinco años de rehabilitación, EL PAÍS, 28 de marzo de 2011