Se impone el iColeccionismo

El móvil desbanca al museo en el arte digital

Las pantallas han demostrado ya que son los lienzos del futuro. El lanzamiento en versión aplicación de Reactable, el famoso instrumento electrónico táctil de Sergi Jordá cambia el modo de aproximarse al arte: el museo es ahora el móvil. Todo es nuevo, desde el modelo económico a las implicaciones como plataforma artística de estos soportes.

La versión de Reactable, de Sergio Jordá, para iPadEn 2003, el músico experimental y profesor de la Universidad Pompeu i Fabra de Barcelona Sergi Jordá empezó a trabajar en una nueva clase de instrumento musical electrónico que cambiase por completo el paradigma de uso de los sintetizadores. Probablemente, Jordá y su equipo no acababan de ser conscientes de cuál sería el exótico y emocionante viaje de su criatura: desde entonces, la ya célebre Reactable se ha paseado por los mejores escenarios, fue adoptada por estrellas como Bjork, recibió el Golden Nica de Ars Electronica, se expuso en bienales de arte contemporáneo como la BIACS de Sevilla, y está hoy presente en incontables museos de la ciencia repartidos por todo el mundo. A la vez pieza artística, prototipo innovador, herramienta pedagógica y finalmente producto funcional (desde hace meses se puede comprar a través de su web por cerca de 10.000 euros), la Reactable es el perfecto ejemplo de las dificultades para categorizar muchos proyectos de New Media.

La versión de 8 euros

El capítulo más reciente en la historia de la “mesa musical” se escribió a finales de octubre, cuando apareció una versión para iPhone y iPad, los populares dispositivos multitouch de Apple. Aunque evidentemente hay diferencias entre el instrumento original y la aplicación (en vez de manipular objetos físicos reales sobre la mesa, trabajamos con elementos virtuales), el software es el mismo y la experiencia es muy cercana a la de usar el instrumento original. Si para utilizar la Reactable original hace falta acercarse a una de las pocas unidades accesibles públicamente, la aplicación Reactable cuesta unos 8 euros y sólo requiere un iPad, Ipod Touch o Iphone. Después de que Apple la seleccionase recientemente como “aplicación de la semana”, hay miles de reactables virtuales en todo el mundo, y miles de personas interesadas por explorar sus posibilidades expresivas.

Junto a la Reactable, decenas de otros proyectos artísticos esperan en los stores de aplicaciones a la curiosidad de usuarios que quieran hacerles hueco en sus móviles o tablets, junto a sus otros programas normalmente más utilitarios -listas de tareas, mapas- o superficiales -juegos, bromas-.

La mejor distribución

¿Por qué querrían los artistas distribuir su trabajo a través de teléfonos móviles y otros dispositivo de consumo? Hay buenas razones. Por un lado, un modelo económico claro y sencillo que permite cobrar directamente por cada unidad, a precios muy bajos. Por otra parte, relativamente pocos intermediarios y un canal de distribución muy poderoso. Y, sobre todo, la posibilidad de trabajar con tecnologías sofisticadas, que permiten hacer muchas cosas, y que además están ya en los bolsillos de millones de usuarios en todo el mundo.

En cierta manera, la idea no es nueva. Situar en el mercado del arte muchas de las manifestaciones artísticas surgidas del encuentro con la tecnología digital supone a veces hacer un esfuerzo por ignorar algunas de sus características fundamentales. En el caso de aquellos proyectos que son sólo software, no existe ninguna noción de original, copia, o seriación; pueden existir dos unidades o doscientas mil, y todas serán idénticas.

Ante esto, muchos artistas se han planteado si el modelo de distribución de su trabajo no tendría en realidad más en común con el de las industrias de contenidos (editorial, discográfica, cine), que con el del mercado del arte. La evolución de este mercado en la coyuntura actual no invita tampoco al optimismo. De manera absolutamente predecible, la sección de ARCO dedicada a los Nuevos Medios, Expanded Box, ha sido una de las víctimas de la revisión a la baja de la feria para su próxima edición.

Arte descargable

Antes de internet, en los años 90, el CD-Rom supuso el primer formato que facilitaba la distribución en masa de contenidos multimedia, y ofrecía la oportunidad de hacer llegar contenidos artísticos desde galerías y festivales a los PCs de cada hogar. Publicaciones como la revista japonesa Shift exploraron a fondo las posibilidades del CD-Rom como soporte creativo. Otros artistas miraron hacia la industria de contenidos digitales más importante del mundo: el videojuego. Es el caso del nipón Toshio Iwai, que se coló en las Nintendo DS en 2005 con Elektroplankton, un juego que en realidad no dejaba de ser una pequeña retrospectiva de piezas artísticas que se encuentran en colecciones como la del ZKM de Karlsruhe (Alemania). El norteamericano Scott Snibe, con una larga carrera en la escena internacional del New Media, es de los que ha abrazado con más entusiasmo la transformación de su trabajo en apps descargables. Snibe recuerda que hay una tradición de artistas que intentaron producir su trabajo en masa, como Duchamp con sus rotorelieves o el Lumígrafo, un fallido dispositivo doméstico ideado por el maestro de la animación abstracta, Oskar Fishlinger. “En 2002 dejé de crear piezas interactivas para pantalla después de 12 años exponiendo en galerías. Ahora, después de dos meses en el app store, tengo un público de cientos de miles que crece diariamente”, dice Snibe. No exagera; durante días, su proyecto Gravilux fue la aplicación gratuita más descargada del mundo para iPad, por encima de periódicos o servicios meteorológicos.

No todo son buenas noticias, sin embargo. Para que una aplicación pueda ser vendida y descargada en iPhones y iPads, Apple tiene que autorizar su distribución. El artista Armin Heinrich realizó una aplicación llamada I am Rich que vendía a 999,99 dólares, el precio más alto que Apple permite que se asigne a una app. En realidad lo único que el programa hacía era mostrar en pantalla un rubí rojo que permitía presumir al propietario del teléfono de su estatus. El chiste no le pareció gracioso a Apple, que retiró el proyecto sin explicaciones ni posibilidad de apelación sólo un día después de su salida. El app store es un museo con un comisario caprichoso, Steve Jobs, que no le debe explicaciones a nadie.

José Luis de Vicente: Se impone el iColeccionismo, EL MUNDO / El Cultural, 3 de diciembre de 2010