El robo (más fácil) del siglo, en el Museo de Arte Moderno de París
AGENCIA ATLAS 20-05-2010
Un solitario ladrón, encapuchado y vestido de negro, como en la típica película, entró por una ventana durante la madrugada del jueves en el Museo de Arte Moderno de la Villa de París, a un paso de la Torre Eiffel, y robó con un cúter cinco de sus más valiosos cuadros: Le pigeon aux petits pois, de Pablo Picasso; La pastorale, de Henri Matisse; L'olivier près de l'Estaque, de Georges Braque; La femme à l'éventail, de Amadeo Modigliani, y Nature morte aux chandeliers, de Fernand Léger.
Los investigadores, al principio, tasaron el golpe en unos 500 millones de euros. El Ayuntamiento de París, la institución de la que depende el museo, lo rebajó a 100 millones. En cualquier caso, se trata de uno de los más espectaculares robos de obras de arte ocurridos en Francia. Según los policías especializados, los cuadros expoliados no circularán en ningún mercado clandestino del arte: el robo puede ser producto del encargo concreto de un millonario o pertenecer a la categoría del artesecuestro.
Nada funcionó como debía esa noche, excepto la habilidad y la suerte del ladrón: la alarma no saltó y los tres guardias que hacen rondas ni oyeron ni se dieron cuenta de nada. De hecho, el robo no fue descubierto hasta las siete de la mañana. Los policías, con todo, cuentan con una pista: una de las cámaras de seguridad grabó de madrugada a un individuo encapuchado entrando por uno de los ventanales de la parte de atrás del museo, que da al Sena.
Estos ventanales, que casi llegan hasta el suelo y miden cinco metros de alto por dos de ancho, están protegidos por un cristal y una verja negra de hierro, de unos dos metros de alta, sellada con una cadena y un candado. El ventanal en cuestión presentaba ayer el cristal roto y la cadena cortada. El ladrón la forzó con una pinza anticadenas de brazos largos. Acceder a la zona de estos ventanales es muy fácil: ayer varios niños jugaban al patinete a unos metros y una modelo se hacía fotos para una revista de moda en una esquina cercana.
Los policías precintaron el lugar próximo al ventanal que sirvió de entrada al ladrón e inspeccionaron los alrededores en busca de huellas y de pistas. También examinaron los marcos de los cuadros, abandonados por el malhechor, que se limitó a cortar las telas con un cúter y llevárselas. Los cuadros no estaban en la sala pegada a la ventana, así que el ladrón recorrió el museo sin que nadie le viera, ni a la ida ni a la vuelta ya con las telas.
Todavía es pronto para saber si sólo hubo un ladrón (como indica la grabación de la cámara) o si el robo fue producto de una banda. De cualquier manera, según aseguró ayer el adjunto del alcalde de París para Asuntos Culturales, Christophe Girard: "Si se trata de una banda, es una banda muy coordinada". El robo pone de manifiesto las deficientes medidas de seguridad de los museos parisinos. Un empleado del museo reveló ayer al diario Le Parisien que hacía más de dos meses que los vigilantes habían advertido fallos en la alarma. El alcalde de París, Bertrand Delanoë, lo confirmó más tarde.
No es la primera vez que asaltan un museo parisino en los últimos meses. En junio de 2009, otro ladrón entró en el Museo Picasso aprovechándose del andamio construido para llevar a cabo unas reformas en el edificio y, sin romper nada ni dejar huellas, se llevó una carpeta con 33 dibujos del artista que se guardaban en una vitrina sin cerradura y sin alarma. El caso sigue abierto.
Pongamos que acaba usted de llegar a un garaje de las afueras de París después de pasar la noche vestido de negro y con un pasamotañas en la cabeza (con perdón por la licencia literaria), 'de visita' por el Palais de Tokyo de Trocadero. Contra la pared, amontonados como si fueran material de obra, ha dejado cinco lienzos de Picasso, Matisse, Braque, Modigliani y Léger. Pip-pip. Recibe una alarma informativa en el móvil: "Roban obras por valor de 500 millones de euros en París". Vaya exitazo, sí, pero: ¿y qué hacemos ahora con este 'stock'?
En otras palabras: ¿qué o quién puede estar detrás de un golpe como el de anoche en París? ¿Qué posibiidades de rentabilizar el robo tienen sus autores? Porque no es cuestión de ir a una casa de subastas con 'La pastoral' de Henri Matisse como si tal cosa. Señor ladrón, todavía no está todo hecho. "Muchas veces, los ladrones ven la oportunidad material de completar el robo, ven que la seguridad flojea, y se lanzan pensando en que van a dar un gran golpe. En realidad, no saben el lío en el que se meten", explican a EL MUNDO.es fuentes policiales. "Si fueran obras menos importantes, todavía, pero una pieza de primer nivel que sale en los periódicos 'se quema' inmediatamente en el mercado. Nadie se atreve a comprar una obra así".
Segundo escenario: el chantaje. En ese caso, el robo no es tanto un robo como un secuestro. Los ladrones contactarán con el propietario legítimo del botín sustraído (sobre todo, si es un particular), y le pedirán un rescate por él. Una variedad muy interesante de este tipo de operaciones se dio en el reciente caso de 'La virgen de la rueca' de Leonardo Da Vinci. Allí, el inductor del crimen se ofreció como mediador en el rescate de la obra. La jugada le salió mal.
Tercer escenario: el mercado informal. Que es una variante del primer escenario. En este caso, el inductor del robo tiene los recursos para abrir una subasta secreta y negra-negrísima entre los coleccionistas interesados en tener un 'matisse', un 'picasso', un 'modigliani'... El problema es que este mercado informal es más permeable a la infiltración de la policía. Fue lo que ocurrió el año pasado en España, cuando un particular quiso liquidar los diarios de Niceto Alcalá Zamora (robados al término de la Guerra Civil) y se encontró con que su comprador era un guardia civil. O con los mapas de la Biblioteca Nacional, o con los cuadros de Esther Koplowitz...
Los investigadores, al principio, tasaron el golpe en unos 500 millones de euros. El Ayuntamiento de París, la institución de la que depende el museo, lo rebajó a 100 millones. En cualquier caso, se trata de uno de los más espectaculares robos de obras de arte ocurridos en Francia. Según los policías especializados, los cuadros expoliados no circularán en ningún mercado clandestino del arte: el robo puede ser producto del encargo concreto de un millonario o pertenecer a la categoría del artesecuestro.
Nada funcionó como debía esa noche, excepto la habilidad y la suerte del ladrón: la alarma no saltó y los tres guardias que hacen rondas ni oyeron ni se dieron cuenta de nada. De hecho, el robo no fue descubierto hasta las siete de la mañana. Los policías, con todo, cuentan con una pista: una de las cámaras de seguridad grabó de madrugada a un individuo encapuchado entrando por uno de los ventanales de la parte de atrás del museo, que da al Sena.
Estos ventanales, que casi llegan hasta el suelo y miden cinco metros de alto por dos de ancho, están protegidos por un cristal y una verja negra de hierro, de unos dos metros de alta, sellada con una cadena y un candado. El ventanal en cuestión presentaba ayer el cristal roto y la cadena cortada. El ladrón la forzó con una pinza anticadenas de brazos largos. Acceder a la zona de estos ventanales es muy fácil: ayer varios niños jugaban al patinete a unos metros y una modelo se hacía fotos para una revista de moda en una esquina cercana.
Los policías precintaron el lugar próximo al ventanal que sirvió de entrada al ladrón e inspeccionaron los alrededores en busca de huellas y de pistas. También examinaron los marcos de los cuadros, abandonados por el malhechor, que se limitó a cortar las telas con un cúter y llevárselas. Los cuadros no estaban en la sala pegada a la ventana, así que el ladrón recorrió el museo sin que nadie le viera, ni a la ida ni a la vuelta ya con las telas.
Todavía es pronto para saber si sólo hubo un ladrón (como indica la grabación de la cámara) o si el robo fue producto de una banda. De cualquier manera, según aseguró ayer el adjunto del alcalde de París para Asuntos Culturales, Christophe Girard: "Si se trata de una banda, es una banda muy coordinada". El robo pone de manifiesto las deficientes medidas de seguridad de los museos parisinos. Un empleado del museo reveló ayer al diario Le Parisien que hacía más de dos meses que los vigilantes habían advertido fallos en la alarma. El alcalde de París, Bertrand Delanoë, lo confirmó más tarde.
No es la primera vez que asaltan un museo parisino en los últimos meses. En junio de 2009, otro ladrón entró en el Museo Picasso aprovechándose del andamio construido para llevar a cabo unas reformas en el edificio y, sin romper nada ni dejar huellas, se llevó una carpeta con 33 dibujos del artista que se guardaban en una vitrina sin cerradura y sin alarma. El caso sigue abierto.
Antonio Jiménez Barca, París: El robo (más fácil) del siglo, EL PAÍS, 20 de mayo de 2010
¿Y ahora qué, señor ladrón?
En otras palabras: ¿qué o quién puede estar detrás de un golpe como el de anoche en París? ¿Qué posibiidades de rentabilizar el robo tienen sus autores? Porque no es cuestión de ir a una casa de subastas con 'La pastoral' de Henri Matisse como si tal cosa. Señor ladrón, todavía no está todo hecho. "Muchas veces, los ladrones ven la oportunidad material de completar el robo, ven que la seguridad flojea, y se lanzan pensando en que van a dar un gran golpe. En realidad, no saben el lío en el que se meten", explican a EL MUNDO.es fuentes policiales. "Si fueran obras menos importantes, todavía, pero una pieza de primer nivel que sale en los periódicos 'se quema' inmediatamente en el mercado. Nadie se atreve a comprar una obra así".
¿Entonces qué?
Segundo escenario: el chantaje. En ese caso, el robo no es tanto un robo como un secuestro. Los ladrones contactarán con el propietario legítimo del botín sustraído (sobre todo, si es un particular), y le pedirán un rescate por él. Una variedad muy interesante de este tipo de operaciones se dio en el reciente caso de 'La virgen de la rueca' de Leonardo Da Vinci. Allí, el inductor del crimen se ofreció como mediador en el rescate de la obra. La jugada le salió mal.
Tercer escenario: el mercado informal. Que es una variante del primer escenario. En este caso, el inductor del robo tiene los recursos para abrir una subasta secreta y negra-negrísima entre los coleccionistas interesados en tener un 'matisse', un 'picasso', un 'modigliani'... El problema es que este mercado informal es más permeable a la infiltración de la policía. Fue lo que ocurrió el año pasado en España, cuando un particular quiso liquidar los diarios de Niceto Alcalá Zamora (robados al término de la Guerra Civil) y se encontró con que su comprador era un guardia civil. O con los mapas de la Biblioteca Nacional, o con los cuadros de Esther Koplowitz...
¿Y ahora qué, señor ladrón?, EL MUNDO, 20 de mayo de 2010