Museos, tiempo de revisión
Una noche (la del sábado 14 de mayo) y un día (el 18 de mayo) dedicados a los museos son una buena excusa para analizar el presente y el futuro de una institución que, con la crisis económica, pierde fuelle. Revisar el modelo actual es ya una necesidad. Por eso, junto a la reflexión de Miguel Fernández-Cid, ex director del CGAC, hemos pedido a seis artistas que nos describan su museo ideal. Daniel Canogar, Eulàlia Valldosera, Eugenio Ampudia, Juan Uslé, Montserrat Soto y Dora García aceptan el reto.
Dura prueba la que afronta el medio artístico español en el cierre de la primera década de siglo. El incierto futuro de ARCO, el espejismo que supone la multiplicación de ferias de planteamientos atractivos pero dependencia económica institucional, el descenso de actividad económica, el cierre de galerías, y la actual situación de inquietud en los museos e instituciones -preferentemente en los de arte contemporáneo- son síntomas de que algo ocurre.
Lo primero que queda en entredicho es la solidez de un medio que adolece en demasía de debilidad, de falta de desarrollo de fondo: tal vez tengamos la red de instituciones con la que soñamos hace dos o tres décadas, pero permanecen unos modos que no se han adaptado ni a los tiempos ni a las necesidades reales. Repasamos algunos.
Dependencia institucional
Pese a la situación económica, sigue siendo más fácil conseguir el apoyo político y económico para crear un nuevo centro que para garantizar el apoyo presupuestario al que ya está. En España, los museos tienen dependencia económica institucional: no se consiguió la complicidad del sector privado en épocas de bonanza y es difícil alcanzarlo ahora, cuando muchos patrocinadores han definido sus políticas de acción social y cultural a través de sus fundaciones.
Se han abierto interrogantes (el perfil de feria de arte contemporáneo acorde con nuestro medio, la fusión de las sociedades estatales de promoción, la acción interior y exterior desde las comunidades autónomas...), pero provocados desde fuera, sin que sean fruto de la reflexión cultural que pide un sector que asiste con cierta sorpresa a esos cambios y suele opinar ante hechos consumados. La masiva apertura de centros, con perfil internacional y ánimo de tomar el pulso a la actualidad, les resta eficacia en momentos de crisis. Los severos recortes en sus presupuestos han dejado en evidencia a quienes no supieron o no pudieron dotarse de organizaciones ágiles y equipos profesionales.
El protagonismo del Reina Sofía
Si hace años era excesiva la incidencia de las opiniones de los directores del Museo Reina Sofía o del Museo del Prado sobre la política artística del Ministerio, la llegada de Borja-Villel al MNCARS ha creado un modelo que toman como referencia desde otras instituciones. El incremento de la presencia de nuestro primer museo de arte contemporáneo en la prensa (nacional y extranjera) era necesario y es innegable pero, al coincidir con la pérdida de protagonismo de otras instituciones, se tiene la sensación de que éstas han reducido mucho su actividad.
Todos hablan de que el momento es de reflexión, de hacerse fuertes, pero los centros pierden empeño productor y se convierten en receptores, con casos alarmantes: prefieren la itinerancia, adaptar exposiciones foráneas antes que debatir las propias. Algunos proyectos pierden gas (tal vez el exceso que tuvieron en épocas de bonanza económica), otros agonizan, cae su visibilidad o se cierran. Los museos españoles necesitan las exposiciones temporales, como lo prueba el descenso de visitantes del Prado o del Thyssen-Bornemisza en los años de menor capacidad programadora.
Un esquema muy repetido
Resulta preocupante la tendencia a fortalecer los departamentos de comunicación sobre los pedagógicos, con una alarmante caída en sus propuestas. En sintonía con esa idea de valorar el mensaje frente al trabajo de fondo, en los últimos años se ha puesto de moda un perfil de propuesta que aburre: al amparo de las exposiciones de tesis, se repite el esquema de título abierto (generalmente a partir de una cita poética), obras procedentes de 2 ó 3 colecciones, y un discurso que reitera un debate exterior pero con alarmante falta de argumentos.
Ante una situación como ésta, conviene definir proyectos distintos, alejarse de las guías dominantes: vuelve a ser posible ejercer la libertad desde la periferia geográfica y cultural, basta con elegir bien los proyectos. Tal vez no exista la alegría de hace unos años al plantearlos, en especial en sus costes de producción, pero ya no se nos pide un gasto extra: tenemos instituciones con fuerza y prestigio que las hace atractivas.
Fuera de España, a nuestros museos se les conoce desde otras instituciones, o desde las galerías, por sus colecciones, mientras los artistas se refieren a períodos, recordando a quienes expusieron o a quienes definían la programación. ¿Quién tiene eco fuera? Si nos fijamos en el mercado, el que más compra; si nos fijamos en la ortodoxia del momento, el que la sigue desde una institución económicamente fuerte.
Repensar el modelo
Llega el momento de revisar la historia propia: del entorno, sea de la dimensión que sea, sin caer en el localismo; de la institución, del trabajo propuesto. Analizar las colecciones, las líneas de debate y definición iniciadas, la incidencia en el medio local. Pensar de otra manera los proyectos, abrirlos. Cuesta mucho definir un proyecto, encontrar unas ideas que sirvan de nexo entre lo propio y lo contemporáneo; por eso, cuando se consigue, da pena que pierdan fuerza. Evitarlo debería ser nuestro primer empeño.
Conviene estar al tanto del futuro de un perfil de instituciones tipo MEIAC de Badajoz, Centro de la Fotografía de Salamanca, Museo Patio Herreriano de Valladolid o el CDAN de Huesca, para saber cómo respiramos realmente. Porque incidir en el exterior nos resulta cada vez más difícil: perdimos la ocasión de vincularnos con la América hispana, nuestra opción más lógica, y dejamos que nuestros artistas sigan tentando las opciones solitarias. La paradoja es que hoy nuestras instituciones necesitan apoyarse en los artistas que han salido y tienen presencia y reconocimiento exterior.
Dura prueba la que afronta el medio artístico español en el cierre de la primera década de siglo. El incierto futuro de ARCO, el espejismo que supone la multiplicación de ferias de planteamientos atractivos pero dependencia económica institucional, el descenso de actividad económica, el cierre de galerías, y la actual situación de inquietud en los museos e instituciones -preferentemente en los de arte contemporáneo- son síntomas de que algo ocurre.
Lo primero que queda en entredicho es la solidez de un medio que adolece en demasía de debilidad, de falta de desarrollo de fondo: tal vez tengamos la red de instituciones con la que soñamos hace dos o tres décadas, pero permanecen unos modos que no se han adaptado ni a los tiempos ni a las necesidades reales. Repasamos algunos.
Dependencia institucional
Pese a la situación económica, sigue siendo más fácil conseguir el apoyo político y económico para crear un nuevo centro que para garantizar el apoyo presupuestario al que ya está. En España, los museos tienen dependencia económica institucional: no se consiguió la complicidad del sector privado en épocas de bonanza y es difícil alcanzarlo ahora, cuando muchos patrocinadores han definido sus políticas de acción social y cultural a través de sus fundaciones.
Se han abierto interrogantes (el perfil de feria de arte contemporáneo acorde con nuestro medio, la fusión de las sociedades estatales de promoción, la acción interior y exterior desde las comunidades autónomas...), pero provocados desde fuera, sin que sean fruto de la reflexión cultural que pide un sector que asiste con cierta sorpresa a esos cambios y suele opinar ante hechos consumados. La masiva apertura de centros, con perfil internacional y ánimo de tomar el pulso a la actualidad, les resta eficacia en momentos de crisis. Los severos recortes en sus presupuestos han dejado en evidencia a quienes no supieron o no pudieron dotarse de organizaciones ágiles y equipos profesionales.
El protagonismo del Reina Sofía
Si hace años era excesiva la incidencia de las opiniones de los directores del Museo Reina Sofía o del Museo del Prado sobre la política artística del Ministerio, la llegada de Borja-Villel al MNCARS ha creado un modelo que toman como referencia desde otras instituciones. El incremento de la presencia de nuestro primer museo de arte contemporáneo en la prensa (nacional y extranjera) era necesario y es innegable pero, al coincidir con la pérdida de protagonismo de otras instituciones, se tiene la sensación de que éstas han reducido mucho su actividad.
Todos hablan de que el momento es de reflexión, de hacerse fuertes, pero los centros pierden empeño productor y se convierten en receptores, con casos alarmantes: prefieren la itinerancia, adaptar exposiciones foráneas antes que debatir las propias. Algunos proyectos pierden gas (tal vez el exceso que tuvieron en épocas de bonanza económica), otros agonizan, cae su visibilidad o se cierran. Los museos españoles necesitan las exposiciones temporales, como lo prueba el descenso de visitantes del Prado o del Thyssen-Bornemisza en los años de menor capacidad programadora.
Un esquema muy repetido
Resulta preocupante la tendencia a fortalecer los departamentos de comunicación sobre los pedagógicos, con una alarmante caída en sus propuestas. En sintonía con esa idea de valorar el mensaje frente al trabajo de fondo, en los últimos años se ha puesto de moda un perfil de propuesta que aburre: al amparo de las exposiciones de tesis, se repite el esquema de título abierto (generalmente a partir de una cita poética), obras procedentes de 2 ó 3 colecciones, y un discurso que reitera un debate exterior pero con alarmante falta de argumentos.
Ante una situación como ésta, conviene definir proyectos distintos, alejarse de las guías dominantes: vuelve a ser posible ejercer la libertad desde la periferia geográfica y cultural, basta con elegir bien los proyectos. Tal vez no exista la alegría de hace unos años al plantearlos, en especial en sus costes de producción, pero ya no se nos pide un gasto extra: tenemos instituciones con fuerza y prestigio que las hace atractivas.
Fuera de España, a nuestros museos se les conoce desde otras instituciones, o desde las galerías, por sus colecciones, mientras los artistas se refieren a períodos, recordando a quienes expusieron o a quienes definían la programación. ¿Quién tiene eco fuera? Si nos fijamos en el mercado, el que más compra; si nos fijamos en la ortodoxia del momento, el que la sigue desde una institución económicamente fuerte.
Repensar el modelo
Llega el momento de revisar la historia propia: del entorno, sea de la dimensión que sea, sin caer en el localismo; de la institución, del trabajo propuesto. Analizar las colecciones, las líneas de debate y definición iniciadas, la incidencia en el medio local. Pensar de otra manera los proyectos, abrirlos. Cuesta mucho definir un proyecto, encontrar unas ideas que sirvan de nexo entre lo propio y lo contemporáneo; por eso, cuando se consigue, da pena que pierdan fuerza. Evitarlo debería ser nuestro primer empeño.
Conviene estar al tanto del futuro de un perfil de instituciones tipo MEIAC de Badajoz, Centro de la Fotografía de Salamanca, Museo Patio Herreriano de Valladolid o el CDAN de Huesca, para saber cómo respiramos realmente. Porque incidir en el exterior nos resulta cada vez más difícil: perdimos la ocasión de vincularnos con la América hispana, nuestra opción más lógica, y dejamos que nuestros artistas sigan tentando las opciones solitarias. La paradoja es que hoy nuestras instituciones necesitan apoyarse en los artistas que han salido y tienen presencia y reconocimiento exterior.
Miguel Fernández-Cid: Museos, tiempo de revisión, EL MUNDO / elcultural.es, 14 de mayo de 2010