Henri Rousseau llega al Guggenheim (de Bilbao) un siglo después
Coincidiendo con el centenario de la muerte de Henri Rousseau (1844-1910), el Museo Guggenheim Bilbao, en colaboración con la Fundación Beyeler de Basilea (Suiza), inaugura hoy una exposición dedicada a este extraordinario pintor francés pionero del modernismo. La obra de Rousseau se caracteriza por una aparente representación realista, casi infantil o naif, de las formas que despertó simpatías entre la vanguardia artística de la época, asentada por entonces en París.
Aproximadamente treinta obras maestras recorren la gran variedad de su carrera artística y subrayan la relevancia de Rousseau como uno de los principales precursores del arte moderno, cuya influencia va más allá de la temprana consideración del artista como "encantador, aunque algo extraño y naif".
Más allá de la jungla
Además de sus conocidas pinturas de la jungla, características de su obra más tardía, Rousseau también pintó vistas de París y sus alrededores, retratos, alegorías y escenas costumbristas en un estilo innovador, que puede considerarse un "collage pintado". Estas yuxtaposiciones visuales –la civilización y la naturaleza, las distribuciones cuasi-simétricas y hieráticas de las figuras y los elementos, y la combinación de espacios vacíos y otros densamente poblados– muestran el sólido y magnífico repertorio de Rousseau.
Destaca su gusto por los temas exóticos o los viajes que, curiosamente, nunca realizó, por los paisajes o la exuberante vegetación, y por el retrato de personajes oriundos de lejanas colonias o los temas costumbristas de la sociedad francesa. Los avances tecnológicos de finales de siglo XIX, como el transporte aéreo (avionetas o zeppelines) o la iluminación eléctrica de calles y casas, también aparecen reflejados en los pequeños detalles de sus obras.
La muestra incluye gran parte de sus obras más destacadas que proporcionan una descripción sucinta de la evolución y la diversidad de la carrera del popularmente llamado Rousseau “el Aduanero”, un artista que realmente nunca tuvo una formación artística ni formal, sino que se dedicó a pintar, casi por inspiración, en sus ratos libres. De hecho, tuvieron que pasar muchos años para que su arte –en absoluto académico e incluso considerado durante mucho tiempo como ingenuo– fuera reconocido en los salones de París.
Abriendo caminos
Después de que los grandes impresionistas y sus herederos directos desarrollaran una nueva visión del mundo visual, Rousseau aprovechó esas fuentes más allá de la tradición académica, sirviendo de claro ejemplo a los futuros artistas modernos todavía por venir. Nunca asistió a una escuela de arte, pero con su estilo “supuestamente inocente” logró tratar géneros tan sutiles y difíciles como el imaginario, el paisaje de ensueño o esa definitiva culminación inesperada en sus pinturas de la selva.
La exposición ilustrará cómo Rousseau juntó, casi sin ser consciente, aspectos muy diversos de la civilización y la naturaleza que, sin embargo, logró adaptar a su personal concepción visual. No sólo motivos individuales, como hojas y árboles, sino también figuras y todo un completo esquema compositivo fueron transferidos de una imagen a otra.
Del fondo al primer plano
Rousseau define el espacio pictórico escalonando elementos pictóricos del fondo al primer plano, un método que más tarde sería adoptado por los cubistas. Esta estructura pictórica de aditivos, en forma de collage pintado, prevé la autonomía del plano del cuadro que se convertiría en tan característico de la modernidad, fascinando a jóvenes artistas como Pablo Picasso, Fernand Léger, Max Ernst o Magritte.
Con el fin de mostrar estos aspectos tan peculiares de la obra de Rousseau, la exposición cuenta con dos formas de presentación. Por una parte, muestra la temática del artista, sobre la base de grupos de trabajos distribuidos en salas de exposición diferentes: una sala dedicada sólo a documentación introduce otras dedicadas a los retratos y los paisajes de pequeño formato francés, para finalmente acceder a la gran sala, que se dedica básicamente a las imágenes de la selva.
Recorrido por la muestra
Al comienzo de su carrera, la mayoría de pinturas de Rousseau eran de pequeño formato. En ellas se representaban los suburbios de ciudades francesas así como el entorno rural cercano. En los pequeños paisajes, lo salvaje se muestra en forma de densos bosques en el fondo de las pinturas que el artista separa en su mundo visual a través de una cerca o tras el muro de una fortificación, como en el caso de la pintura Casa en las afueras de París (ca. 1905). Gradualmente se alejó de esa civilización, organizada de manera racional, para aproximarse a una representación salvaje y desorganizada de la naturaleza. Esa travesía de lo perfectamente ordenado y familiar a lo desconocido y ajeno definiría su obra posterior, como puede apreciarse en la obra Paisaje (1905-10).
En sus célebres ”pinturas de selva”, el artista logró por fin dejar atrás la esfera de lo familiar y entrar en el imaginario mundo de lo salvaje. Utilizando ahora formatos mayores, Rousseau logró conferir a esos bosques imaginados, que nunca llegó a visitar, una realidad visual convincente.
La exposición en Bilbao acoge un conjunto significativo de sus más conocidas “pinturas de selva”. De especial mención es la monumental El león hambriento se abalanza sobre el antílope (1895/1905), la primera obra que expuso Rousseau en el Salon d’Automne de París en 1905. En marzo de 1906, el marchante de arte y coleccionista Ambroise Vollard adquirió esta sensacional pintura que exhibe el talento de Rousseau para crear un nuevo mundo imaginario compuesto por diferentes figuras situadas en una especie de escenario a modo de decorado, siendo así la primera obra del artista en entrar a formar parte del mercado del arte.
La muestra también ilustra el bien documentado interés de Rousseau por la fotografía como fuente para la realización de sus obras. Está demostrado que algunas de sus composiciones, como El carro del tío Junier (1908), están basadas directamente en este medio. En el proceso de transferir lo fotografiado al lienzo creó un mundo completamente nuevo, ya que ordenó los elementos por capas intentando copiar lo que le mostraba su cámara imaginaria.
A pesar de depender completamente del realismo fotográfico, tenía siempre como objetivo guardar una distancia entre lo representado y el mundo real, que se percibe especialmente en La boda (1904-05), una pintura de gran formato donde la distorsión de la escala y las proporciones respecto al original son inmediatamente evidentes. De hecho, la simultaneidad en sus cuadros de los protagonistas y sus sueños, su planicidad y ausencia de perspectiva, y su particular manera de iluminar el plano pictórico con soles brillantes y figuras que no generan sombra, confieren a sus imágenes una cualidad surrealista.
Bilbao. Henri Rousseau. Museo Guggenheim. Del 25 de mayo al 12 de septiembre de 2010. Comisarios: Philippe Büttner, conservador de la Fondation Beyeler, y Susan Davidson, conservadora senior de Colecciones y Exposiciones del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York
Henri Rousseau llega al Guggenheim un siglo después, hoyesarte.com, 24 de Mayo de 2010
Aproximadamente treinta obras maestras recorren la gran variedad de su carrera artística y subrayan la relevancia de Rousseau como uno de los principales precursores del arte moderno, cuya influencia va más allá de la temprana consideración del artista como "encantador, aunque algo extraño y naif".
Más allá de la jungla
Además de sus conocidas pinturas de la jungla, características de su obra más tardía, Rousseau también pintó vistas de París y sus alrededores, retratos, alegorías y escenas costumbristas en un estilo innovador, que puede considerarse un "collage pintado". Estas yuxtaposiciones visuales –la civilización y la naturaleza, las distribuciones cuasi-simétricas y hieráticas de las figuras y los elementos, y la combinación de espacios vacíos y otros densamente poblados– muestran el sólido y magnífico repertorio de Rousseau.
Destaca su gusto por los temas exóticos o los viajes que, curiosamente, nunca realizó, por los paisajes o la exuberante vegetación, y por el retrato de personajes oriundos de lejanas colonias o los temas costumbristas de la sociedad francesa. Los avances tecnológicos de finales de siglo XIX, como el transporte aéreo (avionetas o zeppelines) o la iluminación eléctrica de calles y casas, también aparecen reflejados en los pequeños detalles de sus obras.
La muestra incluye gran parte de sus obras más destacadas que proporcionan una descripción sucinta de la evolución y la diversidad de la carrera del popularmente llamado Rousseau “el Aduanero”, un artista que realmente nunca tuvo una formación artística ni formal, sino que se dedicó a pintar, casi por inspiración, en sus ratos libres. De hecho, tuvieron que pasar muchos años para que su arte –en absoluto académico e incluso considerado durante mucho tiempo como ingenuo– fuera reconocido en los salones de París.
Abriendo caminos
Después de que los grandes impresionistas y sus herederos directos desarrollaran una nueva visión del mundo visual, Rousseau aprovechó esas fuentes más allá de la tradición académica, sirviendo de claro ejemplo a los futuros artistas modernos todavía por venir. Nunca asistió a una escuela de arte, pero con su estilo “supuestamente inocente” logró tratar géneros tan sutiles y difíciles como el imaginario, el paisaje de ensueño o esa definitiva culminación inesperada en sus pinturas de la selva.
La exposición ilustrará cómo Rousseau juntó, casi sin ser consciente, aspectos muy diversos de la civilización y la naturaleza que, sin embargo, logró adaptar a su personal concepción visual. No sólo motivos individuales, como hojas y árboles, sino también figuras y todo un completo esquema compositivo fueron transferidos de una imagen a otra.
Del fondo al primer plano
Rousseau define el espacio pictórico escalonando elementos pictóricos del fondo al primer plano, un método que más tarde sería adoptado por los cubistas. Esta estructura pictórica de aditivos, en forma de collage pintado, prevé la autonomía del plano del cuadro que se convertiría en tan característico de la modernidad, fascinando a jóvenes artistas como Pablo Picasso, Fernand Léger, Max Ernst o Magritte.
Con el fin de mostrar estos aspectos tan peculiares de la obra de Rousseau, la exposición cuenta con dos formas de presentación. Por una parte, muestra la temática del artista, sobre la base de grupos de trabajos distribuidos en salas de exposición diferentes: una sala dedicada sólo a documentación introduce otras dedicadas a los retratos y los paisajes de pequeño formato francés, para finalmente acceder a la gran sala, que se dedica básicamente a las imágenes de la selva.
Recorrido por la muestra
Al comienzo de su carrera, la mayoría de pinturas de Rousseau eran de pequeño formato. En ellas se representaban los suburbios de ciudades francesas así como el entorno rural cercano. En los pequeños paisajes, lo salvaje se muestra en forma de densos bosques en el fondo de las pinturas que el artista separa en su mundo visual a través de una cerca o tras el muro de una fortificación, como en el caso de la pintura Casa en las afueras de París (ca. 1905). Gradualmente se alejó de esa civilización, organizada de manera racional, para aproximarse a una representación salvaje y desorganizada de la naturaleza. Esa travesía de lo perfectamente ordenado y familiar a lo desconocido y ajeno definiría su obra posterior, como puede apreciarse en la obra Paisaje (1905-10).
En sus célebres ”pinturas de selva”, el artista logró por fin dejar atrás la esfera de lo familiar y entrar en el imaginario mundo de lo salvaje. Utilizando ahora formatos mayores, Rousseau logró conferir a esos bosques imaginados, que nunca llegó a visitar, una realidad visual convincente.
La exposición en Bilbao acoge un conjunto significativo de sus más conocidas “pinturas de selva”. De especial mención es la monumental El león hambriento se abalanza sobre el antílope (1895/1905), la primera obra que expuso Rousseau en el Salon d’Automne de París en 1905. En marzo de 1906, el marchante de arte y coleccionista Ambroise Vollard adquirió esta sensacional pintura que exhibe el talento de Rousseau para crear un nuevo mundo imaginario compuesto por diferentes figuras situadas en una especie de escenario a modo de decorado, siendo así la primera obra del artista en entrar a formar parte del mercado del arte.
La muestra también ilustra el bien documentado interés de Rousseau por la fotografía como fuente para la realización de sus obras. Está demostrado que algunas de sus composiciones, como El carro del tío Junier (1908), están basadas directamente en este medio. En el proceso de transferir lo fotografiado al lienzo creó un mundo completamente nuevo, ya que ordenó los elementos por capas intentando copiar lo que le mostraba su cámara imaginaria.
A pesar de depender completamente del realismo fotográfico, tenía siempre como objetivo guardar una distancia entre lo representado y el mundo real, que se percibe especialmente en La boda (1904-05), una pintura de gran formato donde la distorsión de la escala y las proporciones respecto al original son inmediatamente evidentes. De hecho, la simultaneidad en sus cuadros de los protagonistas y sus sueños, su planicidad y ausencia de perspectiva, y su particular manera de iluminar el plano pictórico con soles brillantes y figuras que no generan sombra, confieren a sus imágenes una cualidad surrealista.
Bilbao. Henri Rousseau. Museo Guggenheim. Del 25 de mayo al 12 de septiembre de 2010. Comisarios: Philippe Büttner, conservador de la Fondation Beyeler, y Susan Davidson, conservadora senior de Colecciones y Exposiciones del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York
Henri Rousseau llega al Guggenheim un siglo después, hoyesarte.com, 24 de Mayo de 2010