El Miró político, en la Tate

A Joan Miró se le asocia con los puntos de colores y los trazos de apariencia infantil, pero la Tate Modern se propone presentar una faceta menos conocida: su implicación política, de la catalanidad al antifranquismo. “No es la exposición que el gran público espera, pero descubre un aspecto vital de Miró: que fue una persona de principios, con un sentido de la ética y la justicia”, según Rosa Maria Malet, directora de la Fundació Miró, entidad que ha colaborado con la Tate en organizar la muestra “Joan Miró: la escalera de evasión”. La exposición se inaugurará en Londres el 14 de abril, y luego viajará a Barcelona (a partir del 13 de octubre) y Washington.

«La escalera de la evasión», de Joan Miró

La que será la mayor cita con Miró en el Reino Unido desde hace 50 años, con 150 pinturas, obra en papel y esculturas, “quiere hacer explícito visualmente por primera vez lo que últimamente se ha estado diciendo en círculos de expertos al salir a la luz textos que ponen de manifiesto la implicación política del artista”, afirmó Matthew Gale, uno de los comisarios de la exposición. Pero esa implicación ni fue en términos de lucha pública -“no un Miró contra Franco, no queremos decir eso”, especifica Marko Daniel, el otro comisario- ni tuvo expresiones constantes, sino que hubo momentos más explícitos y otros de cierto distanciamiento. Esa oscilación es lo que quiere significar el título de la muestra, tomado de un elemento presente en algunas obras de Miró.

Para Malet, “fue alguien muy prudente y de pocas palabras, que no tuvo aspavientos; lo suyo fue más una actitud personal que una presencia o reacción puramente política”. La directora de la Fundació Miró considera que el hecho de que el artista regresara a España en 1940, no supone un “escapismo” respecto del compromiso, sino justamente elegir “la opción más difícil”. En el franquismo se centra precisamente la última de las tres partes de la exposición, en la que piezas destacadas son una serie de cincuenta litografías de 1944, de tonos lúgubres y figuras angustiosas; “Mayo1968”, que capta la atmósfera de la rebelión de esos años, y el tríptico “La esperanza del condenado a muerte” (1974), que coincide con el ajusticiamiento de Salvador Puig Antich.

La primera parte documenta el enraizamiento de Miró en Cataluña y su compromiso con aspectos identitarios, muchos de ellos presentes en los lienzos, como en “La masía” (1921-1922), que perteneció a Ernest Hemingway, amigo del artista, y “Cabeza de payés catalán” (1925-1925). En la segunda parte, la exposición se ocupa de la preocupación de Miró por las tensiones en España y Europa. Es el único momento en que su grado de compromiso llega a ser propiamente militante, con su cartel “Aidez l'Espagne” (1937) para recoger fondos destinados a la República, y “El segador” (1937), su contribución al pabellón republicano en la Exposición Internacional de París, que los comisiarios de la Tate califican de “el Guernika de Miró”. Precisamente la militancia política de Pablo Picasso, más manifiesta y orgánica que en el caso de Miró, fue objeto de atención en una reciente exposición organizada por la Tate en Liverpool, titulada “Picasso: paz y libertad”.

Emili J. Blasco, Londres: El Miró político, en la Tate, ABC, 19 de noviembre de 2010