La 'Mujer en azul' abandona el verde
Sondeo hecho a pie de obra (de arte): el 100% de los visitantes preguntados al azar en la sala 201 del Reina Sofía coincidían ayer en que Mujer en azul (1901), obra maestra temprana de Picasso y una de las estrellas de la colección permanente del museo, es... rematadamente verde. Un siglo de olvidos, de restauraciones erradas, de reentelados equivocados y de aplicación de barnices incorrectos han contribuido a la degradación tonal de un cuadro que, ironías del destino, se considera uno de los primeros hitos del periodo azul del pintor malagueño.
Un nuevo y ambicioso proyecto, patrocinado con unos 200.000 euros por Bank of America Merril Lynch, permitirá a un selecto equipo de restauradores del centro dedicarse a la tela "a tiempo completo", según Jorge García Gómez-Tejedor, jefe de restauración del museo, que ayer se encontraba en Londres en la presentación del programa Art Conservation de Bank of America. El objetivo es eliminar el efecto amarillento de un barniz aplicado y envejecido con los años y devolverle así el añil original a los ropajes y al entorno de la dama de mirada ausente que el artista inmortalizó con apenas 20 años.
Será un año de trabajo para ocho personas (cinco restauradores, un químico, un fotógrafo y un documentalista) que se repartirá en tres fases: estudio, tratamiento y conclusiones. La primera ya ha comenzado de manera discreta, como corresponde a una obra que se encuentra entre los mayores reclamos del museo. "Ya la estamos descolgando para llevarla al taller los martes, cuando cierra el Reina", explicaba ayer frente a la tela Ana Iruretagoyena, miembro del equipo de restauradores. "No es la clase de pieza que podamos sustraer a los visitantes y meter en el laboratorio durante un año".
Lo primero es medir el alcance del daño sufrido por el cuadro. La inspección durará cuatro meses e incluirá técnicas como la aplicación de rayos X, reflectografía infrarroja, fotografía con luz visible, colorimetría o la toma de retratos con calidad del gigapixel, que se efectúan en una cámara acorazada con revestimiento de plomo en la cuarta planta del edificio Sabatini.
Parte de ese trabajo de investigación pasará por fijar también qué tono es el que empleó exactamente Picasso; por razones obvias no existe documentación fotográfica de la época. "Estudiaremos en qué gama de azules se movía en aquel momento de su carrera", aclara Iruretagoyena. A esa labor seguirá la intervención sobre la tela. La idea es que "la obra esté fuera de la lección permanente el menor tiempo posible", según García Gómez-Tejedor. Por eso, solo se descolgará entre marzo y agosto. De su ubicación habitual se llevará a las silenciosas dependencias del equipo de restauración en la cuarta planta de Sabatini, donde ayer se trabajaba entre otras tareas en el cuidado de un palazuelo o en el remiendo de una pieza de Miroslaw Balka. Un obispo negro que viajará la semana que viene al monasterio de Santo Domingo de Silos, donde el museo mantiene una programación de arte contemporáneo.
El jefe de los restauradores confía en que el trabajo, además de devolver el azul original, arreglar el imperceptible descosido en forma de siete que se observa en la zona del chal y subsanar los leves craquelados de la parte inferior, revelará muchos aspectos desconocidos de la obra. "Aquí nos adentramos en el terreno de la hipótesis, pero yo no descartaría que Picasso no pretendiese aplicar barniz alguno. No sería la única de sus obras sin barniz". "Creo que van a identificar hasta los tubos de pintura que se usaron", añade medio en broma Manuel Borja-Villel, director del museo.
El proceso supondrá también un viaje por un siglo de arte español a lomos de la azarosa peripecia del cuadro, pintado por el artista malagueño en el estudio que compartía en la calle Zurbano durante su breve estancia en Madrid al despuntar el siglo XX. Lo presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901. Tibiamente acogido por la crítica, el lienzo quedó en unos almacenes propiedad del Estado por la pura desidia del propio Picasso, que nunca fue a recobrarlo.
Allí languideció hasta que en los años cincuenta el gran historiador del arte Enrique Lafuente Ferrari descubrió en la parte superior derecha la firma, temblorosa y juvenil, de Pablo Picasso (así, con nombre completo y no solo con apellido, como sería su costumbre posterior).
Los restauradores no saben fijar con exactitud en qué momento se aplicó el barniz que acabó por amarillear el cuadro. Sí, que fue con las mejores intenciones de restaurar la obra, después de su descubrimiento y con la tela ya como pieza destacada de la colección del Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC). "Al envejecer, el barniz amarilleó", según Iruretagoyena. Y, esto es de primero de pintura, ya se sabe que azul más amarillo da como resultado el verde deslavado que luce ahora la dama.
La idea de solicitar la ayuda que concede Bank of America Merril Lynch a través de su recién creado programa Art Conservation partió del jefe de restauradores. La elección de la obra que debía optar resultaba "lógica" a ojos de Borja-Villel. "Reunía las condiciones de ser una pieza muy conocida y que no había sido sometida a un proceso de restauración con profundidad desde hacía décadas", según García Gómez-Tejedor.
Los fondos del programa de la institución bancaria (1,17 millones de euros este año y 733.000, en los sucesivos) ya han servido para restaurar tres delicados lienzos renacentistas y llenos de secretos de Bronzino, pintor de la corte de los Medici, cuya obra se expone actualmente una muestra antológica en el Palazzo Strozzi, de Florencia. La victoria de Samotracia, escultura griega atesorada por el museo del Louvre, Caín matando a Abel, de Rubens, propiedad del londinense Courtald Institute of Art o una partitura del británico Henry Pourcel compuesta en 1685 son otras piezas que se beneficiarán del mecenazgo de Bank of America.
Lo cierto es que la dama que atrapa todas las miradas en la sala 201 del Reina Sofía, seguía exhibiendo ayer ese desdén algo verdoso que la ha hecho tan famosa, ajena a tanto revuelo financiero-artístico. Acaso porque su melancolía es en realidad un gesto de infinita paciencia. ¿Y si siempre supo que solo era cuestión de tiempo? Como aseguró uno de los visitantes consultados: "Antes o después debían hacer algo; o le devolvían el color azul o le cambiaban el nombre al cuadro".
Un nuevo y ambicioso proyecto, patrocinado con unos 200.000 euros por Bank of America Merril Lynch, permitirá a un selecto equipo de restauradores del centro dedicarse a la tela "a tiempo completo", según Jorge García Gómez-Tejedor, jefe de restauración del museo, que ayer se encontraba en Londres en la presentación del programa Art Conservation de Bank of America. El objetivo es eliminar el efecto amarillento de un barniz aplicado y envejecido con los años y devolverle así el añil original a los ropajes y al entorno de la dama de mirada ausente que el artista inmortalizó con apenas 20 años.
Será un año de trabajo para ocho personas (cinco restauradores, un químico, un fotógrafo y un documentalista) que se repartirá en tres fases: estudio, tratamiento y conclusiones. La primera ya ha comenzado de manera discreta, como corresponde a una obra que se encuentra entre los mayores reclamos del museo. "Ya la estamos descolgando para llevarla al taller los martes, cuando cierra el Reina", explicaba ayer frente a la tela Ana Iruretagoyena, miembro del equipo de restauradores. "No es la clase de pieza que podamos sustraer a los visitantes y meter en el laboratorio durante un año".
Lo primero es medir el alcance del daño sufrido por el cuadro. La inspección durará cuatro meses e incluirá técnicas como la aplicación de rayos X, reflectografía infrarroja, fotografía con luz visible, colorimetría o la toma de retratos con calidad del gigapixel, que se efectúan en una cámara acorazada con revestimiento de plomo en la cuarta planta del edificio Sabatini.
Parte de ese trabajo de investigación pasará por fijar también qué tono es el que empleó exactamente Picasso; por razones obvias no existe documentación fotográfica de la época. "Estudiaremos en qué gama de azules se movía en aquel momento de su carrera", aclara Iruretagoyena. A esa labor seguirá la intervención sobre la tela. La idea es que "la obra esté fuera de la lección permanente el menor tiempo posible", según García Gómez-Tejedor. Por eso, solo se descolgará entre marzo y agosto. De su ubicación habitual se llevará a las silenciosas dependencias del equipo de restauración en la cuarta planta de Sabatini, donde ayer se trabajaba entre otras tareas en el cuidado de un palazuelo o en el remiendo de una pieza de Miroslaw Balka. Un obispo negro que viajará la semana que viene al monasterio de Santo Domingo de Silos, donde el museo mantiene una programación de arte contemporáneo.
El jefe de los restauradores confía en que el trabajo, además de devolver el azul original, arreglar el imperceptible descosido en forma de siete que se observa en la zona del chal y subsanar los leves craquelados de la parte inferior, revelará muchos aspectos desconocidos de la obra. "Aquí nos adentramos en el terreno de la hipótesis, pero yo no descartaría que Picasso no pretendiese aplicar barniz alguno. No sería la única de sus obras sin barniz". "Creo que van a identificar hasta los tubos de pintura que se usaron", añade medio en broma Manuel Borja-Villel, director del museo.
El proceso supondrá también un viaje por un siglo de arte español a lomos de la azarosa peripecia del cuadro, pintado por el artista malagueño en el estudio que compartía en la calle Zurbano durante su breve estancia en Madrid al despuntar el siglo XX. Lo presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901. Tibiamente acogido por la crítica, el lienzo quedó en unos almacenes propiedad del Estado por la pura desidia del propio Picasso, que nunca fue a recobrarlo.
Allí languideció hasta que en los años cincuenta el gran historiador del arte Enrique Lafuente Ferrari descubrió en la parte superior derecha la firma, temblorosa y juvenil, de Pablo Picasso (así, con nombre completo y no solo con apellido, como sería su costumbre posterior).
Los restauradores no saben fijar con exactitud en qué momento se aplicó el barniz que acabó por amarillear el cuadro. Sí, que fue con las mejores intenciones de restaurar la obra, después de su descubrimiento y con la tela ya como pieza destacada de la colección del Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC). "Al envejecer, el barniz amarilleó", según Iruretagoyena. Y, esto es de primero de pintura, ya se sabe que azul más amarillo da como resultado el verde deslavado que luce ahora la dama.
La idea de solicitar la ayuda que concede Bank of America Merril Lynch a través de su recién creado programa Art Conservation partió del jefe de restauradores. La elección de la obra que debía optar resultaba "lógica" a ojos de Borja-Villel. "Reunía las condiciones de ser una pieza muy conocida y que no había sido sometida a un proceso de restauración con profundidad desde hacía décadas", según García Gómez-Tejedor.
Los fondos del programa de la institución bancaria (1,17 millones de euros este año y 733.000, en los sucesivos) ya han servido para restaurar tres delicados lienzos renacentistas y llenos de secretos de Bronzino, pintor de la corte de los Medici, cuya obra se expone actualmente una muestra antológica en el Palazzo Strozzi, de Florencia. La victoria de Samotracia, escultura griega atesorada por el museo del Louvre, Caín matando a Abel, de Rubens, propiedad del londinense Courtald Institute of Art o una partitura del británico Henry Pourcel compuesta en 1685 son otras piezas que se beneficiarán del mecenazgo de Bank of America.
Lo cierto es que la dama que atrapa todas las miradas en la sala 201 del Reina Sofía, seguía exhibiendo ayer ese desdén algo verdoso que la ha hecho tan famosa, ajena a tanto revuelo financiero-artístico. Acaso porque su melancolía es en realidad un gesto de infinita paciencia. ¿Y si siempre supo que solo era cuestión de tiempo? Como aseguró uno de los visitantes consultados: "Antes o después debían hacer algo; o le devolvían el color azul o le cambiaban el nombre al cuadro".
Iker Seisdedos, Madrid: La 'Mujer en azul' abandona el verde, EL PAÍS, 19 de noviembre de 2010