Los submarinos del arte británico

Un visitante entre Autorretrato (1969), de Francis Bacon (izquierda), y Reflejo con dos niños (1965), de Lucian Freud. La obra Cascada 3 (1967), de Bridget Riley.. MARCEL·LÍ SÀENZ

En su texto introductorio del catálogo, Andrew Dempsey contextualiza la exposición entre los submarinos grises que en plena posguerra mundial surcaban los mares del Atlántico norte y el irónico submarino amarillo de The Beatles. Es una buena metáfora que puede aplicarse también a buena parte de los artistas que están representados en esta exposición que, hasta el 20 de febrero, en la Fundación Miró de Barcelona, ofrece una mirada al arte británico de entre 1945 y 1968, obra de artistas muy conocidos pero que, en muchos casos, han ejercido una influencia "submarina" en las corrientes globales del arte del siglo XX, frente a la más visible de los "portaaviones" americanos. No es el caso de Henry Moore y Anthony Caro, dos de los referentes de la escultura actual, y sería difícilmente aplicable a los inclasificables Francis Bacon y Lucian Freud, pero las cargas de profundidad que lanzaron creadores como Richard Hamilton, Bridget Ridley, Leon Kossov, Frank Auerbach, Peter Blake y David Hockney han necesitado más tiempo para posarse en el imaginario.

Hombre agarrándose el pie (1954), de Anthony Caro. En esta obra el conocido escultor aún bebía de la influencia de Henry Moore, con el que había trabajado como ayudante en su juventud. Realizó este bronce cinco años antes del cambio que revolucionó su escultura a principios de los sesenta con sus piezas de acero pintado y aire industrial, de la que también hay un ejemplo en la muestra.

La exposición, la apuesta de esta temporadada de la fundación que cuenta con el apoyo de la Fundación BBVA, lleva por título Let us face the future (algo así como Afrontemos el futuro), el lema con el que los laboristas ganaron las elecciones a Churchill en 1945. Para Dempsey, comisario de la exposición junto con Richard Riley, la elección del título buscaba dar una imagen optimista de este periodo, en el que se crearon las bases del Estado de bienestar británico y la variedad de propuestas creativas desembocó en la efervescencia pop, que fascinó a varias generaciones de europeos.

"También fue en este momento cuando se iniciaron dos grandes colecciones públicas, la del British Council y la del Arts Council, que se dedicaban a apoyar a jóvenes artistas que iniciaban su carrera", explicó Riley, que también es responsable de exposiciones del British Council, entidad coorganizadora de la que se presenta en la Fundación Miró. "Están representados 38 artistas con 87 obras, de las que 52 pertenecen a estas colecciones públicas, lo que ha marcado la selección", añadió.

El montaje sigue un recorrido entre cronológico y estilístico que arranca en 1941 con el dramático dibujo Two sleepers, de Henry Moore, realizado aún en plena guerra, y finaliza en 1969 con una pintura geométrica de Jeremy Moon, artista en la órbita de la abstracción y el op art de la época que se ha reivindicado en los últimos años. Entre uno y otro, la exposición recorre las distintas corrientes y personalidades que, en sana mezcolanza, coincidieron en aquel momento.

Estudio para un retrato de Van Gogh VI (1957), de Francis Bacon. Durante 1957, el artista realizó numerosas variaciones de l"El pintor en la calle Tarascon", de Vang Gogh, en lo que se considera una de las escasas ocasiones en las que su obr mantiene cierto parecido cromático y pictórico con el original. La exposición incluye otras dos obras de Bacon, uno de los más grandes artistas británicos del siglo XX.

No hay, o cuesta encontrarla, una tesis clara, pero el impacto viene de la fuerza de algunas obras. Sea un autorretrato de Bacon; el torturado paisaje de Willesden Junction de Kossoff; las serigrafías de la serie As I when, de Eduardo Paolozzi; la hipnótica Cascada 3, de Bridget Riley; los grabados de la serie Evolución de un vividor, de David Hockney, o un dibujo de la mítica serie de Richard Hamilton Swingeing London 67, en la que aparecen esposados el galerista Robert Fraser y Mick Jagger cuando fueron detenidos por posesión de drogas.

Swingeing London 67 (1968), de Richard Hamilton. Esta es una de las piezas más famosas del considerado padre del pop art y forma parte de una serie más amplia inspirada en la fotografía de los diarios en los que aparecían su amigo, el galerista Robert Fraser, esposado al cantante de los Rollings Stones Mick Jagger cuando les conducían detenidos a comisaria acusados de posesión de drogas ilegales.

Rollings, Beatles... la banda sonora de la época sigue siendo actual. Muchos artistas de la exposición también, pero tal vez se habría agradecido un guiño al britart, esta nueva efervescencia que ha emergido a la superficie cual submarino transformado, vía Damien Hirst, en tiburón.

Catarata 3, de Bridget Riley (1967). Es una de las mejores representantes del op art, un estilo que investigaba los efectos dinámicos de los fenómenos òpticos. Cada vez más reinvindicada por las generaciones actuales, Riley representó a su país en la Biennal de Venècia de 1968, en donde consguió el premio internacional de pintura. Esta obra participó en aquella bienal y es una de las primeras en las que introdujo el color en sus obras.

Catalina Serra, Barcelona: Los submarinos del arte británico, EL PAÍS, 26 de noviembre de 2010