Arte oculto, santuarios de piedra, versus Patrimonio de la Humanidad

Desde la cántabra Puente Viesgo hasta la guipuzcoana Aia, pasando por la asturiana Ribadesella, la cornisa cantábrica posee, desde la noche del lunes, hasta 17 de julio de 2008 patrimonios de la Humanidad en forma de tesoros rupestres.

Pinturas de Santimamiñe, en Kortezubi (Vizcaya)

CANTABRIA

Nueve de las 17 cuevas prehistóricas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO están en Cantabria, situadas en cuatro núcleos que distan entre 10 y 70 kilómetros de la capital, Santander. En todas estas cuevas se permiten las visitas, menos en La Garna, donde excavaciones arqueológicas han recuperado más de 100.000 piezas para su análisis. Junto con las cuevas de Altamira —declaradas Patrimonio de la Humanidad hace 23 años— y El Soplao, las cuevas de Cantabria reciben 850.000 visitas al año, que Francisco Javier López, consejero de Cultura del Gobierno de Cantabria, quiere convertir en muchas más. “Espero que éste sea el espaldarazo en materia de turismo cultural que nos permita situarnos en los grandes circuitos”, señala. El Gobierno cántabro impulsó la candidatura en 2005, a la que se sumaron Asturias y País Vasco. Las cuevas se pueden visitar todo el año en grupos de 4 a 15 personas [Información: tfno. 942-598425; reservascuevas@culturadecantabria.es].
  • Monte Castillo. En la localidad de Puente Viesgo. Incluye cuatro cavidades descubiertas entre 1903 y 1952. Son Las Monedas, El Castillo, Las Chimeneas y La Pasiega, cuyas paredes están decoradas con siluetas de bisontes, ciervos y caballos.
  • Chufín. En el municipio de Rionansa. Descubierta en 1972, en ella se pueden ver dibujos de animales y una figura humana.
  • Hornos de la Peña. Hallada en 1903 en la localidad de San Felices de Buelna, y en la que se pueden admirar 35 figuras de animales.
  • Pendo. Localizada en Camargo en 1907.
  • Covalanas. Está situada en Ramales de la Victoria y fue descubierta en 1903.
  • La Garna. En Ribamontán al Monte (descubierta en 1995). Esconde un toro salvaje en rojo y negro en su interior.
La Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC) aplaudió ayer la decisión de la Unesco de ampliar a nueve cuevas cántabras el reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad otorgado a Altamira en 1983 y señaló que este hecho “obliga” a la cesión de Altamira a la Comunidad Autónoma. A juicio de la asociación, la decisión del organismo supone el reconocimiento del singular arte paleolítico de la cornisa cantábrica en general, de la que Cantabria es “zona destacada”, y “debe obligar a destinar más recursos a la investigación, conservación y divulgación de este patrimonio”, defendió en nota de prensa.

ASTURIAS

Asturias cuenta con 41 cuevas prehistóricas con manifestaciones de arte paleolítico. Cinco de ellas son ya Patrimonio Mundial de la Humanidad. De las cinco cuevas ahora reconocidas por la Unesco, hay dos no visitables: las de Covaciella y Llonín.
  • Tito Bustillo. En el macizo kárstico de Ardines (Ribadesella), y que recibe su nombre de uno de los espeólogos que la descubrió en 1968, reúne 12 paneles de grabados y pinturas que se desarrollan a lo largo de una galería de 700 metros, cuya calidad y relevancia han sido equiparada a los de Altamira (Cantabria) y Lascaux (Francia). En Tito Bustillo están representadas todas las técnicas conocidas por los artistas paleolíticos. Entre las figuras plasmadas destacan caballos, cérvidos, uros, bisontes, cetáceos, figuras antropomórficas, signos diversos y el llamado Camarín de las vulvas, que reproduce órganos sexuales femeninos.
  • El Pindal (Ribadedeva). Descubierta en 1908, reúne 29 representaciones de animales con distintas técnicas, entre pinturas y grabados (mamuts, bisontes, caballos, cérvidos y un pez) y siete tipos distintos de signos, que corresponden al Solutrense.
  • Llonín (Peñamellera Alta). Fue hallada en 1957. Alberga numerosos grabados y pinturas que reproducen bisontes, renos, cabras, osos, ciervos y uros, así como figuras humanas, puntos y signos en dos espacios distintos (galería y gran sala).
  • La Covaciella (Cabrales). Localizada en 1994 a raíz de unas voladuras para ensanchar una carretera. Posee pinturas rupestres paleolíticas del periodo Magdaleniense, con una antigüedad de unos 14.000 años.
  • La Peña (Candamo). Es la más occidental de las manifestaciones europeas de pintura rupestre halladas hasta ahora. Sufrió daños severos a causa de una masiva y muy prolongada exposición al público. Cerrada durante varios años, hasta su reciente reapertura, ha logrado recuperarse del deterioro sufrido.
PAÍS VASCO

Ninguna de las tres cuevas declaradas Patrimonio de la Humanidad que se ubican en el País Vasco está abierta al público.
  • Santimamiñe. Situada en un monte del municipio de Kortezubi a unos 40 kilómetros de Bilbao. Sus visitantes sólo pueden asomarse al espacio que queda iluminado por la luz natural. A falta de una experiencia directa, en una ermita cercana se ofrece una visita virtual. Fue descubierta en 1916. Su mayor riqueza está concentrada en una caverna de cuatro metros de largo por tres de ancho, donde aparecen figuras de ocho bisontes, un caballo y una línea arqueada.
  • Ekain. En Deba (Guipúzcoa). Sin poner en peligro su conservación se puso en marcha un proyecto ambicioso: la construcción de una réplica de la caverna a unos 600 metros de la original. La iniciativa ha sufrido varios retrasos y aún no se ha fijado la fecha de su inauguración. Ekain conserva 70 figuras, 64 pintadas, con pigmentos de color negro y ocre, y seis grabadas. Representan animales, como ciervos, cabras, peces y una pareja de osos, pero los caballos constituyen el rasgo más valioso.
  • Altxerri. En Aia (Guipúzcoa). Es la más desconocida de las tres cuevas distinguidas en el País Vasco. Fue descubierta en 1956 tras una voladura hecha para extraer piedra. Seis años después se hallaron restos de arte. Un centenar de grabados y pinturas bastante deterioradas que representan bisontes, renos, cabras y antílopes.
P. Álvarez / J. Cuartas / E. Larrauri (Santander/Oviedo/Bilbao), Arte oculto, santuarios de piedra, El País, 9 de julio de 2008

Un pensamiento mítico y prefilosófico

La inscripción como Patrimonio de la humanidad de 17 cuevas de Asturias, Cantabria y País Vasco es un motivo de satisfacción para todos. Refleja el éxito del trabajo de un grupo de responsables políticos y de profesionales funcionarios. Estos, conjuntamente, han llevado a buen fin una iniciativa planteada hace años y, hay que reconocerlo, lo han logrado hábilmente en colaboración y competencia con los equipos de otros países.

Esta inscripción refleja fundamentalmente el valor universal del primer arte de la humanidad, del Arte paleolítico, el llamado Arte de la Cavernas conservado en las cuevas europeas, sobre todo en Francia y en la España cantábrica.

El arte, junto al lenguaje articulado y poco más, es uno de los escasos patrimonios exclusivos de la especie humana, Homo sapiens. Su generalización se produjo poco después de la llegada de los primeros humanos al solar de lo que hoy llamamos Europa hace 40.000 años. Altamira y las cuevas paleolíticas de las regiones cantábricas, y Lascaux y las cuevas de La Vézère (Francia), son la mejor muestra de esa creación plástica, simbólica, primigenia; son el residuo fósil más antiguo conservado del pensamiento trascendente de aquellas primeras personas: son el arte original por excelencia.

La cueva de Altamira fue inscrita en 1985. Entonces la lista recibía cada año monumentos y lugares cuyo valor universal era indudable y obvio para cualquier persona de cualquier país. Con el paso de los años, las propuestas de inscripción se convirtieron en aluvión y fue necesario fijar criterios mas explícitos y exigentes, establecer tipos o categorías diferenciadas no sólo de bienes culturales y naturales, sino también de bienes mixtos (los paisajes agrícolas tradicionales, por ejemplo). Incluso apareció el patrimonio inmaterial como una categoría específica. Se procuró cierto equilibrio entre regiones y países; el concepto de monumento se reforzó con el de series de elementos o conjuntos homogéneos... Y quizá fuera esto lo que llevó a pensar que Altamira no era una excepción o unicum. Altamira conserva obras realizadas a lo largo de 10.000 años, pero hay otras cuevas en su entorno cantábrico que conservan obras anteriores y posteriores a ella, o ejemplos precisos de ciertas técnicas artísticas, o temas que completan el repertorio de las gentes paleolíticas. Es eso lo que ahora se reconoce: un conjunto de lugares complementarios para definir una obra original de valor universal.

La Peña de Candamo nos remonta a hace más de 30.000 años; Tito Bustillo, Llonin y Pindal presentan conjuntos de obras creadas a lo largo de mucho tiempo; La Garma se conserva en increíble estado prístino; las tres cuevas del Monte Castillo son una síntesis excepcional; la cueva de Santimamiñe es el cofre que alberga una joya y, frente al gran santuario de Altamira, Covalanas y Ekain son primorosas ermitas intimistas.

Varias de ellas están provisionalmente cerradas para analizar su conservación (la acción humana y el cambio climático agudizan los riesgos de conservación). Todas tienen fuertes limitaciones de acceso. Bien vale la pena el esfuerzo de planificar su visita con antelación suficiente y recorrer con ese pretexto los paisajes cantábricos: les garantizo intensas emociones, perplejidad y sobrecogimiento en el interior de estos lugares naturales transformados por el arte, por la expresión primera de nuestro pensamiento mítico y prefilosófico. La acción humana y el cambio climático agudizan los riesgos de conservación

José A. Lasheras (director del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira), Un pensamiento mítico y prefilosófico, El País, 9 de julio de 2008