'Guernica': nuevo parte médico

Un cuadro es un ser vivo. Y el Guernica, además, tiene privilegios. Por eso se le trata, se le cuida, se le examina constantemente. Está en permanente vigilancia. Los técnicos del Museo Reina Sofía le están haciendo su último gran chequeo. Una radiografía que ayudará a profundizar en sus heridas, sus genes, los detalles de su vida. La suya ha sido larga, estelar e intensa, no como la de otros cuadros. EL PAÍS ha tenido acceso en exclusiva al último examen realizado a fondo a la obra de Pablo Picasso. El anterior tuvo lugar hace 10 años. Pocos daños ha sufrido desde entonces más allá del desgaste propio del tiempo. Pero la conclusión es clara: "Se encuentra estable dentro de la gravedad", asegura Jorge García Gómez-Tejedor, jefe del departamento de conservación y restauración del Museo Reina Sofía, de Madrid.

Los especialistas del museo manipulan el 'Guernica'. Museo Reina Sofía

El Guernica no es simplemente un cuadro. Es todo un símbolo, también leyenda, grito y todo un objeto más que sensible. Las esperanzas que el nuevo director del museo, Manuel Borja-Villel, tiene con él como fuerza de poderosa atracción para el centro son muchas. El Guernica es un imán. Irradia la energía de los grandes iconos. Representa todo un emblema sobre el que es necesario montar un nuevo discurso, que este responsable cultural ya ha empezado a elaborar. "El válido para estos tiempos", asegura Borja-Villel.

Antes incluso de que fuera creado para la Exposición Universal de París en 1937 ya se le esperaba como a una especie de Mesías artístico. Su padre fue Pablo Picasso, el genio más grande del siglo XX en las artes plásticas. Su madre, la II República Española. Una madre moribunda que dejaría huérfano a un país a punto de entrar en una larga orfandad moral. Todo eso le otorgó una condición mítica desde su alumbramiento. El niño había nacido bien de peso y de medida: 7,75 X 3,50 metros. Además, contaba con un futuro estelar garantizado que le aseguraba una buena porción de gloria pese haber nacido como hijo de la tragedia.

Pronto comenzaron las giras, los movimientos. Se le utilizó para recaudar fondos de ayuda a la causa republicana sin descanso por todo el mundo. Fue niño prodigio. Vedette del arte y el compromiso antifascista a nivel mundial. Su padre, don Pablo, lo defendía aun a riesgo de ser aniquilado. Cuando los nazis entraron en París y le preguntaron por qué había pintado aquello, él, tan lúcido, tan provocador, les contestó: "Yo no he sido. Han sido ustedes".

Viajó de Europa a América y vuelta a empezar. Más de una vez y dos cruzó el charco con el único objetivo de remover a fondo las conciencias con que salvar al bando republicano. Comenzó con un tour por Noruega, Dinamarca y Suecia, siguió por Londres, Los Ángeles, San Francisco, Chicago, Ohio, Massachusetts, Milán, Sao Paulo, Berlín... Tanto montaje y desmontaje, idas y venidas; tanto estrés provocó que se le tuviera que operar a los 20 años. Demasiado joven. Muchos excesos. "Fue cuando se le practicó la primera restauración en el MOMA", asegura Jorge García. El estado era ya tan preocupante que Picasso decidió junto a los responsables del museo de Nueva York, donde residía bajo préstamo, que no viajara más.

Generalmente, para moverlo, se le enrollaba. Desde los años setenta, ya no. Su traslado del casón del Buen Retiro al Reina Sofía fue complicado precisamente por evitar eso. Porque debía moverse tal como se exhibe desde que llegó a España en 1981. "El hecho de que fuera tantas veces enrollado es lo que más daño le ha hecho", añade el restaurador.

Jorge García es su auténtico médico de cabecera en el Reina Sofía. La persona que más vela por su salud junto a un fiel equipo de unas 20 personas. Hace una década fue examinado a fondo. Las conclusiones fueron presentadas en varios foros internacionales. Entonces fueron detectadas rigurosamente todas sus heridas. Muchas de ellas, marcas del tiempo. Otras, la mayoría, producto de los constantes trasiegos que, en parte también, hicieron del cuadro lo que es hoy: todo un símbolo y un objeto de deseo que provoca auténticos altercados y da lugar a frases disparatadas.

Como la respuesta que se le ocurrió hace años al entonces presidente del PNV vasco Xavier Arzalluz cuando se enteró de que el cuadro no viajaría a la villa de Guernica para ser expuesto allí. "Para Madrid el arte y para Euskadi, las bombas", señaló.

Nadie va a volver a sacarlo del museo en el que reposa. Ni locos. Los técnicos encontraron en aquel estudio riguroso y con los medios científicos más punteros de la pasada década 129 alteraciones que la nueva revisión ha vuelto a diagnosticar milimétricamente. Lo bueno es que, desde entonces, no ha empeorado. El nuevo examen repite casi paso a paso el anterior y comprueba todo daño por daño: "Le hemos aplicado una radiografía completa con acceso al reverso de la obra", comenta Jorge García.

Para ello, hace unos meses, lo movieron y lo descolgaron aprovechando también que había que hacerlo para la última exposición retrospectiva sobre el pintor en el Reina Sofía. Fue entonces cuando decidieron hacer todo más o menos en secreto, sin que trascendiera a los medios de comunicación. Los técnicos lo radiografiaron y lo trataron durante 10 días. "Más que en secreto lo hicimos con discreción", aclara García. "Le aplicamos una placa y una reflectografía. Le sometimos a un disparo de una hora", relata el conservador.

Para ello hubo que descolgar el cuadro, juntarlo con el material en que quedaría reflejada la irradiación y volverlo a colocar en la pared. "No le vino mal. Hacía siete años que no lo movíamos y hay que limpiar el polvo y demás cosas que se acumulan con el tiempo en cualquier resquicio", comenta García. Fue él quien se encargó de dirigir cuidadosamente cada paso del operativo en la época que todavía llevaba Ana Martínez de Aguilar el museo en calidad de directora.

Contaron con la colaboración de otra institución importante: el Instituto de Restauración del Patrimonio Histórico Español, que dirige Antón Castro y que designó un equipo comandado para este trabajo por la experta Araceli Gabaldón. La operación ha servido de mucho: "Recogimos cultivos, hemos analizado la limpieza del aire y los residuos que acumula el cuadro. Conocemos mejor el ph de la obra, su compuesto de fibra de lino y de yute".

Todo ayuda a descubrir a fondo una creación que aún plantea todo tipo de interrogantes, debates, resquemores, nerviosismo en varias esferas sensibles. Una obra deseada, pero que apenas resistiría ya emociones fuertes sin ser dañada: "Goza de una mala salud de hierro", comenta el restaurador. "Ha sufrido mucho y por eso necesita cuidado especial".

¿Tanto como para restaurarlo? "No tanto. Por ahora, no. Si los responsables del museo me pidieran opinión, les diría que no, por el momento. Los restauradores podemos ser los más dañinos. No aconsejaría una intervención tan drástica. Para lo que sirven estas cosas es para conocerlo más a fondo, saber más de él".

La mayor restauración aplicada hasta el momento fue la del MOMA. "En ella se le aplica un tratamiento de resina y cera de abeja. También se le da dammart, algo que asegura rigidez y consistencia a la cera. Evita que se funda la pintura a temperatura ambiente y se aplica por el reverso". Todo eso tiene sus ventajas, pero también inconvenientes: "Consigue consolidar la capa de imprimación pictórica pero hace el cuadro bastante más pesado", apunta Jorge García a modo de explicación. En las nuevas placas de rayos ultravioletas que se le han realizado pueden distinguirse perfectamente las capas que le aplicaron en el MOMA.

Picasso aprobó todo el proceso y quedó más que satisfecho. Después ha habido más, otras tres intervenciones con resina acrílica, capas de polaroid para que repelieran ataques. Porque no todo han sido parabienes en la vida del Guernica. También tiene sus detractores. El más dañino fue un grafitero que atentó contra el cuadro pintándole con un spray de color rojo encima cuando todavía estaba en el MOMA. En su día se limpió, pero las nuevas radiografías muestran todavía restos de aquel desmán. Además sigue patente el debate sobre el cambio del bastidor. La armadura que lo sostiene. Una intervención polémica que también se llevó a cabo en el museo neoyorquino. Se le proporcionó más estabilidad para aguantar su compleja estructura, pero le afectó cromáticamente.

El estudio sigue adelante. No ha terminado. Lo más delicado ha sido la operación de la radiografía, en la que han participado unas 30 personas que manipularon cuidadosamente el cuadro. Ahora es objeto de más pruebas. Una colorimetría para analizar a fondo el color lleno de matices blancos, negros, grises. Pero faltan cosas: "Un escaneado, más fotos en alta resolución tomadas parte a parte. Un estudio de infrarrojos para llegar a fondo a las transparencias del color".

Todo quedará listo en 2010. Será entonces cuando se presente el nuevo estudio completo del cuadro. Vendrá a ampliar aquel diagnóstico importante y ambicioso que se llevó a cabo hace 10 años, cuando dirigía el museo José Guirao. Entonces quedó recogido en un libro que fue editado posteriormente por el museo. "Para éste contaremos con las últimas aplicaciones tecnológicas que permitirán penetrar de la manera más impactante en el cuadro", anuncia García.

El director del museo, Manuel Borja-Villel, a su lado, consiente. Al comprobar cómo trabajan y miman las obras los encargados de la conservación del centro, el casi recién elegido responsable, asegura: "A mí, lo que me gustaría ser de mayor, es cuadro en este museo". Para la buena salud del Guernica, pues, nadie va a escamotear medios. Es el enfermo de lujo del arte universal.

Juan Ruiz Mantilla, 'Guernica': nuevo parte médico, El País, 20 de julio de 2008