Exposición: Yasumasa Morimura. Teatro de los dioses

Con el avance del nuevo siglo, Yasumasa Morimura (Osaka, Japón, 1951) ha decidido cambiar, de un modo bastante radical, algunas de las claves de su trabajo. No se trata de modificaciones en su estrategia, donde da continuidad al autorretrato escenificado, a la autorrepresentación, tomando como referencia iconos culturales absolutamente reconocibles y masivamente difundidos. Ni en los elementos básicos que definen su trayectoria, a lo largo de la cual él mismo se ha ido incluyendo e incorporando en obras maestras de la cultura y el arte occidental -pinturas, grabados o películas- o asumiendo mediante la transformación y el disfraz la identidad de famosas estrellas del cine. El significativo cambio registrado en las obras que componen el trabajo Réquiem por el siglo XX, respecto a sus series anteriores, reside en un trasvase del foco de atención: el interés por la inestabilidad de la identidad, la hibridación masculino-femenino, los arquetipos de la mujer o el choque entre la cultura oriental y occidental; hacia la relectura, en una clave muy personal, de la historia y la política del siglo XX.

A Requiem: Vladimir at night, 1920

En Réquiem por el siglo XX, trabajo con el esclarecedor subtítulo de "el crepúsculo de los dioses turbulentos", Morimura se apropia de una serie de personajes y momentos clave de la historia del siglo XX. Las figuras e imágenes que ha elegido para caracterizar y reinterpretar el siglo son muy explícitos: retratos escenificados y vídeos de Mao, Hitler, Lenin, Che Guevara o Yukio Mishima, junto a los que se presenta la recreación de una serie de fotografías de prensa que registraron, en su momento, el instante en que se cometieron asesinatos muy significativos, como el de Lee Harvey Oswald a manos de Jack Ruby, el de un vietcong a manos del jefe de policía de Raigón, o el del líder socialista japonés Asanuma a manos de un extremista.

Dictadores, totalitarismos, ideales de revolución, violencia, guerra, síntomas de la turbulencia de un siglo que el propio Morimura afirma que pertenecen a la esfera masculina. Enfrente, se sitúa la esfera de la mujer que había abordado en sus trabajos anteriores y que, para él, representa el mundo de la ficción y los sueños. Confrontación así, en este giro en su trayectoria, entre realidad y ficción, entre mundo masculino y mundo femenino, entre política y sueño.

La lectura "histórica" a la que parece dar cuerpo este Réquiem tiene varios aspectos de verdadero interés. Es efectiva la reinscripción de la imagen de prensa en una esfera que la aleja de los clichés iconográficos a los que pertenece, a la vez que la carga con un nuevo peso testimonial e interpretativo. La sobreposición dialéctica que lleva a cabo Morimura, al reproponer una presencia actualizada de los diferentes iconos del siglo XX a través de su propia imagen, genera una transgresión por la que los personajes y los hechos cambian de lugar para el espectador.

En los vídeos, la reinterpretación actualizada de los discursos de los diferentes personajes construye nuevas relaciones de tiempo en el seno de los acontecimientos. Con estas nuevas obras, Morimura escarba con eficacia en la dimensión "teatral" que contiene siempre la huella de la historia y nos hace reflexionar sobre la necesidad de dialectizar la relación entre imagen y memoria.

Alberto Martín, Teatro de los dioses, El País-Babelia, 12 de julio de 2008