Dominique Perrault, el 'no-arquitecto'
PREGUNTA. ¿A Europa sólo le queda subir?
RESPUESTA. Es muy raro porque tras el desastre del 11-S los arquitectos creímos que lo siguiente era el fin de las torres singulares. Sin embargo, un par de años más tarde comenzamos a ver que sucedía lo contrario. Por todo el mundo se han empezado a construir rascacielos. Vivimos una época extraña, indefinida para muchos países y continentes. ¿Qué está marcando la arquitectura de hoy? ¿Lo que sucede en el sureste asiático? ¿Lo que ocurre en el golfo Pérsico? ¿La peatonalización de las ciudades europeas? ¿O la fiebre de los rascacielos? Europa ha desempeñado un papel especial en el tema de los rascacielos. Durante mucho tiempo hemos tratado de mantenernos al margen.
P. ¿Eso es posible?
R. Los que criticaban el crecimiento en altura en las ciudades europeas sostenían que era la mejor manera de proteger los centros históricos, la escala humana. En París, el debate sobre los rascacielos en la ciudad continúa. No está solucionado.
P. ¿Y usted qué opina?
R. Ahora mismo, además del hotel en Barcelona, estamos levantando una torre en Luxemburgo. Ganamos un concurso para erigir una pareja de rascacielos junto a la Feria de Milán y en Viena también estamos levantando otro. La densidad de las ciudades europeas lo pide.
P. ¿Qué tienen en común los rascacielos que levantan en esas ciudades?
R. Una marcada identidad. El rascacielos tiene que reconocerse de lejos. O bien porque tenga un cuerpo añadido y colgante (como el hotel de Barcelona) o bien porque crezca con un compañero, como las torres de Milán. Los rascacielos se han de singularizar. Sólo así consiguen crear un contexto.
P. ¿Hay un lugar más idóneo para los rascacielos en las ciudades europeas? ¿El extrarradio, como en París? ¿La City, como en Londres?
R. Es imposible construir una trama urbana con un único edificio. A mí me interesa que las torres cumplan un papel de referencia, que es el que históricamente han tenido. A partir de ahí, una torre sí puede organizar el urbanismo de un barrio. O cerrar el de una ciudad. Sin embargo, tengo la impresión de que la mayoría de los rascacielos que se levantan hoy, lejos de culminar un urbanismo, son un punto de partida.
P. Usted fue el niño bonito de la era Mitterrand. Cuando levantó las cuatro torres de la Grand Bibliothèque marcó París en lo urbanístico y lo arquitectónico, pero también en lo político. ¿Qué cree que les interesa hoy a los políticos franceses?
R. Creo que se están concentrando más en el aspecto social de la arquitectura que en el representativo. Y por social no me refiero sólo a construir en los suburbios. Hablo de calidad de vida. De inversión ciudadana para el futuro, de sostenibilidad. Eso se traduce en más peatonalización, más transporte público y otro tipo de decisiones arquitectónicas. Europa pide ese cambio. En Francia vamos un poco retrasados en la construcción de viviendas de protección oficial. Por eso los políticos han decidido concentrarse en esa urgencia. En Francia no se están acabando Grands Travaux ahora mismo. La arquitectura institucional se ha parado. Se están construyendo edificios del montón, tal vez un poco banales. Pero creo que ese equilibrio, construir normalidad cuando todos los demás están llenando las ciudades de espectáculo, puede ser una buena idea.
P. En España, a muchos de sus proyectos les cuesta arrancar.
R. Pero estamos en racha. Por fin tenemos fecha de entrega de las instalaciones olímpicas de tenis junto al río Manzanares que estamos construyendo en Madrid: principios de 2009. Las elecciones ralentizan los trabajos. Tanto que algunos, como el estadio que diseñamos para Badalona, terminan por desaparecer.
P. Las torres que construirá en Milán se inclinan una sobre la otra.
R. Sí, se mueven un poco. Tienen que ser especiales. El terreno está rodeado de autopistas, aparcamientos y vías. Hay que crear una idea de victoria para sobreponerse a un lugar así. Los rascacielos se inclinan para formar esa V y adaptarse al movimiento del lugar. Serán muy visibles en medio del jaleo.
P. Los proyectos que termina son muy distintos. En Luxemburgo, la Corte Europea de Justicia es de una modernidad clásica, el hotel Habitat Sky es minimalista y escultórico, y en Seúl, la universidad para mujeres, es un edificio topográfico, pegado a la tierra. ¿Huye de un único sello?
R. El contexto es definitivo en el diseño. En Barcelona, la torre quería marcar una de las entradas a la ciudad. En Seúl, la universidad es más paisaje que edificio para expandir la presencia de la ciudad en la universidad. Es un parque-edificio-ciudad, una tipología híbrida. Yo trabajo con el lugar, la cultura, el paisaje y los medios. La exposición del Pompidou refleja que muchos de mis edificios no son inmuebles sino paisajes.
Dominique Perrault. Centro Pompidou. París. Hasta el 22 de septiembre de 2008.
Anatxu Zabalbeascoa, Dominique Perrault, el 'no-arquitecto', El País-Babelia, 28 de junio de 2008